¿Jano en el Gobierno?

Para entender a este Gobierno hay que acudir, quizás, a la mitología. Tanto la griega como la latina ofrecen imágenes de gran utilidad para examinarlo. La mitología romana incluye en su repertorio a Jano, el dios de la doble cara: una de las caras mira hacia el pasado y otra hacia el futuro; y, a veces, una de las caras presenta un semblante amable y pacífico, mientras que la otra es agresiva e inquietante. Pero Jano tiene un solo cerebro, que controla y equilibra la expresión benévola con la agresiva malquerencia, que manifiesta por su parte el rencor o el odio.

Jano, de todos modos, no ilustra plenamente la unidad del Gobierno –manifiestamente reiterada– por su cara indulgente. Una y otra cara juegan conscientemente a ser el binomio del Dr. Jekill (con independencia de los méritos para considerarse como tal) y Mr. Hyde, el personaje de la novela de Robert Louis Stevenson, que muestra lo que se definía como un trastorno de personalidad múltiple. Solo que esa multiplicidad, más que algo que se padece, parece responder a una peculiar estrategia.

Cuando uno ve las imágenes mediáticas de las dos estrellas del Gobierno podría pensar que la unidad interna es algo inexistente, más aún imposible. Una de las estrellas se contonea por la pasarela, como un modelo, con el lirio en la mano, la sonrisa en los labios, la manera indolente de “aquí no pasa nada”, la afirmación gratuita de “no hay otro remedio”, la palabra pausada sin estridencia alguna, con el estilo cool que Kennedy inició en la batalla política hace sesenta años.

La otra estrella –buscando inspiración en Grecia– recuerda al can Cerbero, el perro del dios Hades, mostrando la ferocidad de sus dientes en cada una de sus tres cabezas; aunque, en otras ocasiones, como dice un amigo mío, se limite a ser “una gallina clueca cacareando lo de las cloacas del Estado”, asunto –el de las cloacas– del que, al parecer, tiene alguna experiencia. Pero el lado seductor de este Gobierno asegura, siempre que puede hacerlo, que forman una unidad en la que no hay fisuras; son un todo compacto, una unidad de sostenes recíprocos, aunque sus voces sean disonantes. Y sin duda es así.

Si Sánchez no celebra la agresividad de su colega pero defiende las declaraciones es porque el cerebro sigue siendo uno

Pensando en una cuestión de gran actualidad, y al mismo tiempo, de bastante calado, no se puede excluir la opinión de un columnista que dice que, sobre la Corona, cada palabra de Sánchez –el rostro amable del binomio– “es en realidad una trampa”, y que el jefe del Gobierno “tiende al Rey continuos cepos” y “perpetra embustes sin cuento”.

Si Sánchez no celebra públicamente la agresividad de su colega, pero defiende la diversidad de las declaraciones de quienes componen su Gobierno, es porque, a fin de cuentas, el cerebro sigue siendo uno, que elige sus distintos discursos según la conveniencia del momento.

El Gobierno se ha ido consolidando, día tras día, como una Quimera, el monstruo de la fábula que vomitaba llamas, y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. O si se prefiere, y dejando de lado su amateurismo y sus pedaladas ideológicas, cada vez se parece más a la Hidra de Lerna, aquel monstruo acuático despiadado, semejante a una serpiente policéfala de aliento venenoso, a la que Hércules se tuvo que enfrentar. Precisamente, en ciertas tradiciones, se considera que la Hidra fue madre de Quimera.

La novedad española es que la Hidra no sólo tiene cabezas agresivas, sino también algunas seductoras, especialmente la cabeza central. Pero todas ellas –y así lo manifiesta repetidamente la cabeza risueña y sosegada– son un solo cerebro, forman una unidad de la que no cabe dudar.

La Hidra española amaga aunque sin llegar a dar; tira la piedra, pero esconde la mano; puede clavar con una mano su navaja en tu espalda, mientras te ofrece con la otra una tirita que proteja la herida. Parece como un juego divertido, una acción de compinches que se reparten los papeles.

Esteban López-Escobar es periodista y profesor emérito de Opinión Pública en la Universidad de Navarra.

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