Jaque mate a Prim

Jaque mate a Prim

«Las blancas dan mate en una jugada». La frase figura al pie de una ilustración a todo color que publicó la revista satírica La Flaca el 13 de marzo de 1870. No lleva firma, pero probablemente sea obra de Tomás Padró, colaborador habitual de aquel importante semanario republicano que se editaba en Barcelona. Sobre un tablero de ajedrez, se desarrolla la incierta partida que protagonizan las principales figuras de la política española en pleno Sexenio revolucionario, cuando, tras la aprobación de la Constitución de 1869, el Gobierno que presidía el general Prim buscaba afanosamente un rey dispuesto a encarnar la nueva monarquía democrática. El envite tenía tal trascendencia internacional, que el anuncio de que el elegido era el príncipe Leopoldo de Hohenzollern desencadenó en julio de 1870 la guerra franco-prusiana. Hubo, pues, que dar marcha atrás en la elección y reiniciar la búsqueda de un rey capaz de generar un mínimo consenso entre las fuerzas políticas, cada una de las cuales tenía su propio candidato, sin alterar los difíciles equilibrios de la diplomacia europea. Cuando el agraciado, Amadeo de Saboya, llegó a Madrid el 2 de enero de 1871, el principal impulsor de su candidatura al trono acababa de ser asesinado, víctima de un crimen político nunca aclarado del todo.

En el dibujo de La Flaca, el general Prim ocupa el centro de la imagen, rodeado de amigos y, sobre todo, de enemigos, a la mayoría de los cuales se reconoce por la cabeza que aparece en la parte superior de cada pieza. Se identifica fácilmente, además de a Prim con su característico quepis, a Sagasta —alfil negro—, a Castelar —torre blanca—, al pretendiente carlista —dama negra, fuera ya del tablero— y al duque de Montpensier —rey blanco—.

Con la ayuda de Marie-Angèle Orobon, tal vez la mayor experta mundial en caricatura política española del siglo XIX, he conseguido identificar a otras piezas que intervienen en la partida, como el progresista Ruiz Zorrilla, el demócrata Nicolás María Rivero, el almirante Topete, el republicano José María Orense, los generales Serrano y Pierrad o el exministro Cristóbal Martín Herrera.

Desde el punto de vista ajedrecístico, la disposición de las piezas es bastante absurda, pero no imposible. En todo caso, sobre la lógica del juego prima el interés del dibujante por representar con todo su dramatismo el momento político, escenificado como un enfrentamiento entre el duque de Montpensier y el general Prim, reyes de las blancas y de las negras, respectivamente, que se encuentran separados por una casilla, distancia mínima que imponen las reglas del ajedrez. Las blancas llevan la iniciativa y disfrutan de una aplastante superioridad. Se advierte la soledad del presidente del Gobierno frente a Montpensier, hijo de Luis Felipe de Orleáns, cuñado de Isabel II y candidato al trono de España, que se ha sentido traicionado por el general en sus pretensiones reales. Es un duelo a muerte en el que el duque lleva las de ganar, porque la mayoría de las piezas negras, encabezadas por Prim, se encuentran ya fuera de combate. Por el contrario, sus oponentes forman un nutrido, aunque heterogéneo, grupo opositor, que va desde Serrano y Castelar hasta Topete y los republicanos, estos últimos reconocibles en la dama blanca que, en un rincón del tablero, luce el gorro frigio en la cabeza y un triángulo masónico en su cuerpo panzudo. La matrona republicana es la única pieza que no se identifica con un personaje en concreto, sino con un ideal o una causa, la república federal, que estaría entre los muchos damnificados por la política de Prim.

En la partida de ajedrez publicada por La Flaca en marzo de 1870, el desenlace es inminente. Vista hoy en día, sorprende la capacidad premonitoria del dibujante al representar con tanta antelación el magnicidio —”las blancas dan mate en una jugada”— e intriga saber a quién señala como brazo ejecutor. Aquellos a los que la historia considera los principales sospechosos del asesinato de Prim aparecen formando parte de las blancas: el duque de Montpensier, el general Serrano, los republicanos… —rey, torre, dama—. Pese al caos reinante y al asedio que sufre el rey negro, las únicas posibilidades de mate en un movimiento serían Df6 o De5, según el sistema de notación algebraica. En ambos casos, al general Prim le darían mate los republicanos, que, en forma de dama blanca, se cobrarían su venganza contra aquel a quien hacían responsable del fracaso de la opción republicana tras la revolución de 1868. No obstante, el lugar que ocupa Montpensier en la escena del crimen (casilla e2) y su protagonismo en la partida como jefe del frente anti-Prim permiten atribuirle un papel clave en el jaque mate que estaba a punto de consumarse sobre el tablero.

El asesinato de verdad tardó todavía nueve meses y medio en producirse. Eso es lo que hace fascinante la ilustración de La Flaca, en la que se vislumbra ya un enigma histórico que ha llegado hasta nuestros días y se ofrece una interpretación que ayudaría a resolverlo. El atentado ocurrió el 27 de diciembre de aquel año, cuando el general Prim, que se dirigía en su berlina de las Cortes al Ministerio de la Guerra, fue abordado en la calle del Turco —hoy Marqués de Cubas— por un grupo de hombres armados que salieron de dos carruajes y le dispararon desde ambos lados de la calle hasta dejarlo malherido. La mayoría de las investigaciones realizadas desde entonces señalan al diputado republicano José Paúl y Angulo como uno de los asesinos y jefe de la cuadrilla de sicarios que participó en el atentado. A esa conclusión llegó el abogado Antonio Pedrol Rius, paisano de Prim, tras estudiar los 18.000 folios del sumario abierto tras el atentado, aunque Pedrol apuntó también al duque de Montpensier como posible inductor del crimen. Es la tesis adelantada por el ilustrador de La Flaca en su partida de ajedrez, al atribuir a los republicanos —la dama con gorro frigio— el mate a Prim con el beneplácito de Montpensier —el rey blanco.

La historia recuerda mucho, como se ve, la trama de La tabla de Flandes, la magnífica novela de Arturo Pérez-Reverte en la que una partida de ajedrez representada en un cuadro del siglo XV sirve para resolver un crimen perpetrado entonces. Pero, a diferencia de lo que ocurre en la novela de Pérez-Reverte, el dibujante de La Flaca es un personaje de carne y hueso que se atreve a resolver un asesinato de verdad meses antes de que se produzca.

Prim murió el 30 de diciembre de 1870, tres días después del atentado de la calle del Turco, no se sabe a ciencia cierta si como consecuencia de los disparos o por estrangulamiento, en un segundo atentado del que habría sido víctima mientras se recuperaba de sus heridas. Hoy hace exactamente 150 años.

Juan Francisco Fuentes es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense.

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