Jochen T... nos escribe desde Berlin

Por qué Alemania desconfía de España? Como los franceses, holandeses o italianos del norte, también los alemanes tienen defectos. Pero tienden a cumplir. Alemania no se fía de una España que durante decenios ha gastado más de lo que ingresaba, inspirada en Seseña, Toledo, cuyo constructor, Francisco Hernando, se escondía en aquel apodo, El Pocero: levantó millares de pisos sin preocuparse del alcantarillado o de los suministros de energía. Muchos españoles no pararán hasta conseguir su condena en los tribunales.

Uno de los peores golpes a la solvencia española ha venido de Sheldon Adelson, octogenario norteamericano decidido a construir un casino-prostíbulo al lado de Madrid. Contra Eurovegas, proyecto humillante, ofensivo para España, han salido diputados, obispos, magistrados, además de ciudadanos defensores de la ley, Mariano Rajoy por ejemplo. Los símbolos empresariales de Alemania son otros: Volkswagen, Grundig, Siemens, crean satélites o quirófanos cardiovasculares.

Hay razones para confiar. España desarrolla tecnologías y proyectos en medio mundo. No hay lugar para la autocompasión ni para las lágrimas de cocodrilo. Indra ordena aeropuertos, autopistas, campañas electorales en América. Acciona, Ferrovial, Abengoa tienen plantas de energía solar en el Sahara y en cien países. Los autobuses de ALSA circulan por China. Santander, BBVA, Mapfre o La Caixa facturan más fuera que dentro de España. Como ocurre con Telefónica o Técnicas Reunidas. Debajo de los grandes nombres hay una red de pymes consolidada, fuerte. España atraviesa momentos críticos: pero espera que sus socios y amigos, también Estados Unidos y Canadá, echen un cable. Posiblemente lo harán.

Acompañábamos a un profesor de Gottingen al Museo del Prado. Octubre no suele ser frío en Madrid. El coche de la policía esperaba bajo el generoso cedro, a la sombra. Los dos policías mantenían el coche en marcha, ventanas abiertas. El profesor se sorprendió. Su acompañante español preguntó amablemente: ¿Cómo gastan ustedes durante horas el carburante de los españoles así, para nada? El joven uniformado contestaba mitad sorprendido, mitad inquieto… ¿Y qué quiere que le diga? Ese día se anunciaban en Zaragoza nueve días de fiesta en honor de la Virgen del Pilar.

España necesita medir, valorar y cuantificar sus problemas. Jaime Terceiro, catedrático de Econometría, acaba de recibir el premio de Economía Rey Juan Carlos. Enseñó a muchas promociones de alumnos economía cuantitativa. El profesor Terceiro, también ingeniero aeronáutico, premio extraordinario, desarrolló varias de estas técnicas durante su estancia en Alemania en los años setenta, en aplicaciones para el sistema de guiado de aeronaves y de trenes magnéticos. La experiencia empírica demostró, años más tarde, que eran trasladables a la formulación de modelos econométricos.

También en nueve años del siglo pasado, nuestro autor convirtió a Caja Madrid en una de las instituciones más solventes de España: triplicó los depósitos y los recursos propios, cuadruplicó el beneficio. Caja Madrid se sometió anualmente a la auditoría de las tres grandes agencias de calificación, con los mejores resultados posibles. Hizo propuestas para cambiar radicalmente el gobierno corporativo de las cajas. Pero Terceiro cometió un error: quiso contagiar a esa mitad de nuestro sistema financiero sus esfuerzos de transparencia. Y fracasó. En su peregrinación de la CECA a la meca, todas las puertas se cerraron y se tuvo que ir, ligero de equipaje.

Terceiro advirtió de los riesgos: con la libertad operativa de estas instituciones, no se habían definido previamente sus derechos de propiedad. No se les había dotado de una formulación jurídica adecuada para desarrollar su trabajo financiero. Lo importante era hacer sostenible el estado de bienestar y no escudarse en la actividad benéfico-social de las cajas para retrasar las necesarias reformas. Estos argumentos no podían ser válidos a la altura de 1990. Ninguna de sus ideas tuvo eco. Ninguna de sus propuestas de reforma se hizo. La gestión no fue más transparente. Lo de menos es que algunas cajas, como la que Terceiro dirigió, hayan llegado a pedir ayudas de 23.465 millones de euros. Lo más relevante son los terribles efectos que todo este proceso tuvo sobre la sociedad española.

Las sociedades aspiran a recortar desigualdades, pero son desiguales. El capitalismo duro, el que defiende la preeminencia de sistemas financieros privados, tiende generalmente a aumentar las distancias entre ricos y pobres. El francés Bernard Arnault, cuarta fortuna del mundo, pide la nacionalidad belga. Cree que en Bélgica encajarán mejor sus deberes fiscales. Podrá cotizar cada año al 27 por ciento, en Francia lo haría al 75. En abril, un grupo de franceses acaudalados escribía al anterior huésped del Elíseo para pedir un aumento de impuestos. Hombre, sí, de acuerdo, pero no hasta el 75 por ciento.

Darío Valcárcel

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