José María Jover: La pulcritud moral de un historiador

José Mª Jover Zamora tuvo en común con don Ramón Menéndez Pidal -queden así unidos una vez más los nombres de dos personalidades señeras de la historiografía española, responsables de uno de los grandes empeños de la bibliografía nacional: la Historia de España de Menéndez Pidal/ Jover Zamora- una condición admirable: la pulcritud moral que presidió en todo momento sus biografías y su quehacer.

La historiografía española, y mi generación particularmente -generación nacida en torno a 1945 y formada en la universidad, en los años 60 del siglo XX-, tiene contraída con don José Mª Jover Zamora una deuda impagable, definitiva: Jover determinó el curso de nuestra vocación, nos provocó las incitaciones intelectuales esenciales, en los momentos, además, para nosotros más decisivos. El prestigio de Jover -fundamento de la autoridad que, de forma suave y no buscada, natural, su personalidad ha tenido hasta el último día- radicaba en su obra, como enseguida explicaré, y en su labor docente, una labor sencillamente impecable: lecciones formidables, perfectas; programas y bibliografías copiosísimas, elaboradísimas; comentarios y analogías especialmente sugestivos; ocurrencias oportunas, juicios certeros.

Obra y personalidad eran en Jover, a mi modo de ver, inseparables. Su cortesía y afabilidad, ciertamente exquisitas, se correspondían con la visión humanista, profundamente moral, que impregna e impregnará siempre su obra, una obra felizmente enriquecida desde muy pronto con aromas galdosianos y krausistas: honda preocupación social, sensibilidad especial hacia las clases populares, horror a la violencia, la guerra y la represión, estima por las políticas y hombres discretos y prudentes en la historia. Su inteligencia aguda, brillante, vivaz, rauda -revelada en una mirada alerta y agilísima- se plasmó en la amplísima diversidad de conocimientos, intereses, preocupaciones, registros (historiográficos, diplomáticos, políticos, literarios,...) que aparecen de continuo en su obra.

La obra de don José Mª Jover es, en efecto, espléndida. Abarca siglos, temas y aspectos sustanciales de la historia española: los siglos XVI y XVII (Carlos V y los españoles; 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación), la política internacional en el XVIII; la historia social, política y diplomática en el XIX y XX, trasfondo cronológico al hilo del cual Jover fue estudiando problemas y cuestiones esenciales, como la formación del Estado y la nación españolas, las relaciones internacionales, España en Europa, la guerra y la paz, la sociedad y el estado, mentalidades, imágenes, mitos -las percepciones de hechos y acontecimientos en el tiempo-, esto es, la conciencia histórica que la sociedad española tuvo en distintos momentos de sí misma. Toda su obra es, como indicaba, excelente, un semillero de interpretaciones e hipótesis novedosas, de nuevos enfoques y propuestas metodológicas y conceptuales.

Pero algunos trabajos tuvieron repercusión especial y nacieron ya como clásicos modernos: Conciencia burguesa y conciencia obrera en la España contemporánea, un texto temprano, de 1951, precioso, audaz, un estudio de arquetipos sociales, de mentalidades, de formas de comportamiento, de valores sociales; «Edad Contemporánea, 1808-1931» en la Historia de España de Ubieto, Reglá, Jover y Seco; «La época de la Restauración.Panorama político-social (1875-1902)», en la Historia de España de Tuñón de Lara; «El fusilamiento de los sargentos de San Gil (1866) en el relato de Pérez Galdós», un estudio magistral de los escenarios y paisajes de aquellas ejecuciones, de los protagonistas y de los espectadores, del público, del humanismo de las clases populares, donde no se sabe qué es más memorable si el relato de Galdós o el estudio de Jover; «Caracteres de la política exterior de España en el siglo XIX»; La imagen de la primera república en la España de la Restauración, su discurso de recepción en la Academia de la Historia, un «tour de force»; sus ensayos sobre historiografía española, sobre Menéndez Pidal, Maravall, Altamira,...;la «Introducción», igualmente magistral, bellísima, a la novela de Sender Míster Witt en el Cantón, una pieza de verdadera orfebrería historiográfica, en la que Jover reflexiona sobre la vida de Sender, marcada por la guerra y el exilio, sobre las razones que le llevaron a escribir su novela cuando lo hizo (en 1935), sobre la novela misma, una novela de la revolución, sobre la personalidad psicológica de sus personajes, sobre el mundo social y cultural de Cartagena, el escenario de la obra, la localidad natal de Jover. Obra toda ella de prosa elegante, fluida, pero muy trabajada, elaboradísima, lo que no era casual o gratuito sino expresión de la ejemplar exigencia de Jover consigo mismo y con la tarea del historiador (uso de fuentes y bibliografía; conceptualización precisa y rigurosa); una exigencia, en suma, en Jover de claridad y precisión.

Obra, además, de indudable profundidad historiográfica. Porque, efectivamente, en el pensamiento de Jover terminó por ser central la idea de la historia como «historia de la civilización», un concepto que Jover elaboró en diálogo primero con Rafael Altamira (autor de una amplia historia de la civilización española en 1902, y hombre de preocupaciones morales cercanas a las de don José Mª Jover Zamora) y en seguida con otros historiadores (Carande, Maravall, Braudel, N. Elias, Vicens...), por el que Jover entendía historia como «historia integral», esto es, una historia que incorporase no sólo la historia externa (política, instituciones, economía. acontecimientos, etcétera) sino la historia interna de toda la actividad social (costumbres, usos, ideas, creencias, valores, mentalidades, religión, espiritualidad, técnica, arte, literatura), de forma que la historia fuese, y sea, el estudio de una sociedad, de su vida colectiva, de la experiencia humana. Lo que Jover concretaba en varios grandes núcleos temáticos: los marcos geográficos, los espacios y la vida material; el tiempo y las formas de vida; las instituciones y estructuras del poder; las mentalidades; las concepciones del mundo; la moral social y los comportamientos.

Pulcritud moral; prosa excelente; temas propios; preferencias recurrentes (Menéndez Pidal, Maravall, Galdós, Altamira, Sender...); mirada histórica profundamente humana; rigor analítico; originalidad interpretativa: esos mimbres han compuesto la obra admirable (yo diría que la vida admirable) de don José Mª Jover Zamora. Le preocupaba vivamente que el concepto de civilización -entendido como él lo formuló- desapareciese. Creyó que la guerra civil española, un tema sobre el que no escribió directamente pero que estaba detrás de todas sus reflexiones sobre España, fue una verdadera crisis de civilización. Ambicionaba que la «historia de la civilización» educase al hombre en valores morales. Jover pensaba -así lo dijo en Valencia en 1991- que la conciencia histórica era la clave para la formación ciudadana. Desde 1975 convocó a historiadores de todas las especialidades y generaciones a reforzar esa conciencia, si no a crearla, a través de su colaboración en la Historia de España de Menéndez Pidal/Jover Zamora.

Juan Pablo Fusi