Jueces legos o jueces profesionales

Por Mercedes García Arán, catedrática de Derecho Penal de la UAB (EL PERIODICO, 08/03/04):

La juez que instruye el caso del asesinato de Rocío Wanninkhof después de que se anulara el juicio en el que un jurado condenó a Dolores Vázquez ha entendido que en esta ocasión debe ser visto por un tribunal profesional. La razón es que el nuevo imputado --Tony King-- se ha autoinculpado de una agresión sexual y ese es un delito que no es competencia del jurado. Quienes son contrarios a la institución del jurado leerán en esta noticia una demostración del fracaso del mismo, puesto que se condenó a una inocente y ahora deben ser llamados los jueces profesionales para evitar un nuevo error. Quienes son partidarios del jurado, verán un ataque a esta institución y la pretensión de sustraerle casos importantes. Sin embargo, creo que las dos lecturas serían erróneas y que se trata de una decisión judicial explicable que ni condena ni pone en peligro al jurado. Con el Parlamento disuelto en época electoral no hay que temer que algún imaginativo ministro de Justicia tenga una ocurrencia legislativa como las que se apuntaron cuando apareció Tony King, y esperemos que los resultados del 14 de marzo eviten nuevas reformas disparatadas decididas según los titulares de los periódicos.

DE ENTRADA, conviene evitar el maniqueismo entre partidarios y detractores del jurado, así como la simplista concepción que lo considera la panacea de la mejor justicia. Ni los ciudadanos son más justos porque sean ciudadanos, ni los jueces profesionales son más justos porque sean técnicos, seguramente porque no existe la justicia absoluta sino mejores o peores soluciones a los conflictos humanos. Y el jurado supone la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos --en este caso, la administración de justicia--, lo que constituye, por si sólo, suficiente motivo para apoyarlo. Tiene inconvenientes, como cualquier institución, pero existen mecanismos legales para paliarlos y de lo que se trata es de que funcionen. En el caso Wanninkhof, el jurado consideró probados unos hechos que luego se han desmentido por otros que, sin embargo, aun deben ser demostrados en el nuevo juicio. Por lo que parece, el jurado se equivocó al valorar las pruebas, pero el sistema del jurado funcionó bien porque funcionaron los recursos y el juicio fue anulado incluso antes de que apareciera Tony King. Los jueces profesionales también se equivocan y para eso también existen recursos y también se anulan sentencias. Esta normalidad jurídica debe verse también en el cambio de tribunal para el nuevo juicio, porque el nuevo delito lo justifica. En este asunto hemos padecido ya suficiente sensacionalismo como para soportar ahora una campaña de furibunda defensa del jurado, cuando la juez que ha tomado la decisión no lo está atacando, sino aplicando una de las características del sistema de jurado que tenemos. Hasta aquí, la normalidad con la que evitar rasgaduras de vestimenta de uno u otro signo.

PERO SIGUE siendo posible una reflexión sobre los juicios mediáticos que se desarrollan paralelamente a la tramitación judicial, porque es una reflexión que afecta a la defensa del jurado. En este caso, es evidente que algunos medios de comunicación y parte de la opinión pública juzgaron y condenaron a Dolores Vázquez y cuesta mucho evitar la conclusión de que todo ello influyó en el jurado que la juzgó. Sería ingenuo pensar que, en cambio, los jueces profesionales viven impermeables ante ese tipo de presiones, pero es cierto que cuentan con mayores defensas para resistirlas. Esta es la razón por la que determinados delitos no se confían al jurado, sino a un tribunal profesional. En este caso, la aparición de una agresión sexual entre los nuevos hechos avala el cambio y lo cierto es que, visto el desarrollo de los acontecimientos, quizá sea lo mejor para apoyar la institución del jurado y evitar someterla nuevamente a los focos implacables de una opinión pública ávida de casos cinematográficos. Cuando se intuye que un jurado se ha equivocado presionado por exageraciones -- cuando no manipulaciones-- mediáticas, no se trata de suprimirlo ni de reformarlo, sino de evitar que situaciones similares de presión se reproduzcan, precisamente para proteger con ello su supervivencia. Y ahora, de lo que se trata, es de recordar que la culpabilidad de Tony King no se ha demostrado todavía.