Juego de espejos presupuestario

Como si no hubiera pasado el tiempo, volvemos otra vez al debate de las alianzas y a los primeros escarceos presupuestarios, en este caso, para 2021. Cuando lo que sí pasa es, precisamente, el tiempo y los plazos para aprobar el escenario financiero y presentar el proyecto de ley. Hasta el punto de que podemos decir también que ya nos hemos pasado y estamos, una vez más, prácticamente en prórroga presupuestaria. Y ya con ésta irían cinco.

Para unos, el relato es como si nada hubiera ocurrido entre el frustrado intento del acuerdo de investidura de Sánchez con Rivera hasta el apoyo de Ciudadanos a las últimas prórrogas del estado de alarma. Como si entretanto no se hubiera consolidado la alianza de Colón en los gobiernos autonómicos de la derecha, e incluso como si más recientemente, aún con el giro a la moderación de Arrimadas, la derecha no hubiera acudido en alianza electoral a las últimas elecciones en Euskadi.

Para otros, parece como si tampoco hubiera pasado nada desde la moción de censura, la investidura y la puesta en marcha del hasta hace bien poco inédito Gobierno de coalición. Como si no se hubieran producido los desacuerdos, primero con Podemos en la investidura fallida, luego con ERC en los Presupuestos y, más recientemente, de nuevo con ERC y otros aliados de investidura, en torno a las prórrogas del estado de alarma. Resulta significativo que ni siquiera en el momento más crítico de la pandemia haya sido posible el mantenimiento de la mayoría de investidura, por la interpretación del estado de alarma como medida centralizadora. De nuevo ha podido más otro relato: el relato del estigma de un 155 sanitario que la emergencia de la pandemia y la posibilidad de un acuerdo de cogobernanza en salud publica, lo que vuelve a poner de manifiesto tanto el carácter eminentemente emocional del conflicto catalán, como las dificultades para ni siquiera objetivar los desacuerdos, no ya algún acuerdo.

Al margen de los relatos, y aterrizando ya en la realidad, venimos de una fallida mayoría transversal a otra mayoría de investidura –pasando por la de la moción de censura– y, recientemente, hemos llegado a otra mayoría alternativa de respaldo al estado de alarma. Cada una de éstas con sus propios componentes y protagonistas, que se consideran entre sí difícilmente compatibles, cuando no se vetan mutuamente y que han ido dejando un rastro de desonfianza en el camino, entre ellos mismos pero sobre todo con la ciudadanía.

Tan solo, en las últimas semanas, al calor de los primeros contactos de estos Presupuestos, en un rapto de realismo, Ciudadanos ha decidido levantar las líneas rojas de su veto a UP y a otros partidos de la investidura. Con todo, sus votos no son suficientes para una mayoría. Donde todavía no se han levantado los vetos es en la política e incluso en el seno del Gobierno de Cataluña y, como consecuencia, en relación a las posibilidades de sumar una mayoría presupuestaria en España.

Esta incertidumbre es la razón para que dentro del Gobierno de coalición de izquierdas, unos más que otros, aseguren hoy estar abiertos a una hipotética geometría variable, que Moncloa ha actualizado como geometría total, aunque con distintas preferencias. Los unos, que mejor con Ciudadanos, escaldados de la prórroga forzada por Esquerra Republicana (ERC) y por aquello de que de lo que se trata es de que salga adelante el Presupuesto de recuperación de la pandemia. Los otros, convencidos de que los Presupuestos, además de aprobarse, deben significar una respuesta social a la crisis, en las antípodas de la austeridad de la derecha, buscando por ello reeditar la mayoría de la investidura y, en particular, con ERC. Y todos en el Gobierno, bien repartiéndose los papeles o bien tratando de gestionar unas diferencias muy difíciles de conjugar. Todo depende de quien venda el relato.

Así, tan pronto el PSOE en el Gobierno se reúne unilateralmente con Ciudadanos para afinar la negociación presupuestaria, y con ello desencadena una crisis entre los coaligados, que luego llegan al acuerdo de pactar previamente las líneas básicas del presupuesto así como una delegación en representación de todo el Gobierno para, desde ellas, hablar con el resto de los partidos. Ahora, es Unidas Podemos, en correspondencia, quien se reúne en solitario con ERC y con Bildu para pulsar a su vez la disposición, en principio favorable, de la mayoría de investidura con respecto a los próximos Presupuestos.

Del lado del conjunto del Gobierno, y aunque el relato de la geometría total en tiempo de pandemia incluya formalmente al Partido Popular, lo hace a sabiendas no solo de que con Casado no es posible ningún acuerdo de fondo, sino que además el bloqueo institucional está servido. Se trata del conocido como desgaste mutuo asegurado. Porque el PP ha decidido cambiar de portavoz, no para moderarse, sino para continuar su estrategia de desgaste al Gobierno por la gestión de la pandemia.

Si a lo largo del confinamiento fue la estrategia de deslegitimación y desestabilización de un Gobierno de coalición de izquierdas inédito, sometido a la tensión de una pandemia de una magnitud con muy contados y lejanos precedentes –todo ello a la rueda de la extrema derecha–, ahora se trata de redoblar la estrategia de desgaste con la renovada expectativa creada en la derecha por la prolongación de la incertidumbre de la pandemia con la segunda ola, a la que se sumarían las diferencias internas en la coalición y la complejidad de mantener la mayoría de investidura y lograr a corto plazo una mayoría presupuestaria.

Por otra parte, la inhabilitación del president Torra pone de nuevo en un primer plano la cuestión territorial y, más en concreto, las elecciones catalanas, de nuevo, como distorsión de la negociación presupuestaria. De un lado, con la polarización entre los propios independentistas y, de otro, con el papel de Ciudadanos dentro de una futura coalición electoral conservadora en Cataluña. Para añadir más interés e intriga si cabe a la política de alianzas, la reciente división de los independentistas catalanes entre JxCat y el PDeCAT ofrece un nuevo factor de complejidad, al tiempo que una teórica posibilidad de diálogo con quieres hasta ahora tenían el no es no como seña de identidad a diferencia de sus coaligados de ERC en el Gobierno de Cataluña.

En definitva, el abanico de las posibles alianzas parecería estar, al menos en apariencia, más abierto que en ocasiones anteriores, aunque también más complejo y, en definitiva, con un margen de maniobra tanto o más estrecho. Por eso también es posible que el juego de espejos de las dos almas del Gobierno, una con la preferencia de ERC y otra con Ciudadanos también pudiera salir mal. Mucho más aún si, como al parecer viene ocurriendo, no estuviera clara la preferencia de todo el Gobierno en una misma línea definida de alianzas. Un juego de espejos en que las dos palabras sugieren un reflejo de un reflejo de otro reflejo, donde se confunden realidad y ficción.

La prueba más reciente ha sido el fracaso de la propuesta de desbloqueo de remanentes municipales del Ministerio de Hacienda, en que la negociación con un interlocutor representativo como la FEMP ha terminado con una estrepitosa minoría parlamentaria, obligando al Gobierno a rectificar. Ni mayoría de investidura ni siquiera mayoría parlamentaria, lo que pone muy cuesta arriba una hipotética mayoría presupuestaria. Sin embargo, complicando aún más el mencionado juego de espejos, también pudiera ocurrir, al igual que en la imposible geometría total con el PP, que tanto la mayoría de investidura como la de la prórroga del estado de alarma se trate también solo de reflejos deformados y que la prórroga presupuestaria se convierta en algo más que un hecho puntual de unas semanas. Porque quizá lo importante sea lo que Casado, en un alarde de ingenuidad, ha descalificado como otra mentira del Gobierno: que el presupuesto no es imprescindible, porque el llamado fondo de recuperación y resiliencia europeo no requiere para ejecutarse de la aprobación de un nuevo presupuesto. He ahí la cuestión.

Entre la realidad y su reflejo repetidos, entre Zeuxis y Parrasio, se encuentra la ficción o el trampantojo.

Gaspar Llamazares fue coordinador general de IU.

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