Julio Guillén Tato, Almirante de la Armada

El almirante Julio Guillén Tato (Alicante, 1897-Madrid, 1972) dedicó su vida al estudio de nuestra historia naval. Hijo del pintor Heliodoro Guillén, pronto mostró su inclinación hacia las artes y la literatura. Orientó su vocación hacia la mar e, influido por la figura de Jorge Juan, ingresó en la Armada en 1913. Pasó sus primeros años de alférez de navío, embarcado en el acorazado Alfonso XIII y en el crucero Carlos V, navegando por aguas gallegas y haciendo memoria en sus escritos a la bella ciudad de Pontevedra, «la ciudad donde trabajan el granito con primores de ebanista».

En 1921 ingresó en la Aeronáutica Naval y pidió ir voluntario a Marruecos, siendo el primer piloto que arrojó granadas de mano desde el aire. En reconocimiento a estas acciones, el Rey Don Alfonso XIII propuso que se crease para él la medalla aérea individual, siendo el primer oficial español que lució tan preciada condecoración.

Con motivo de la celebración del IV centenario del descubrimiento de América fue destinado a Madrid. Empezaba una andadura apasionante por la historia naval. Nombrado comandante de la Santa María, su mayor preocupación fue el proyecto de reconstrucción de la carabela, que le llevó años de investigación para que fuese una reproducción fidedigna de la original. Escribió «El primer viaje de Cristóbal Colon» sobre arqueología naval. Nombrado subdirector del Museo Naval, se vinculó a esta institución hasta el final de su vida, transformando su idea del museo: «La importancia de un museo no se da por el número de piezas, sino por la calidad de sus prendas y su historia… Un museo es un organismo vivo».

En 1936 fue encerrado en la cárcel Modelo, en la «celda 831», causando baja en la Armada. Dos meses más tarde salió con documentación apócrifa a nombre de Jorge Juan y se refugió en la delegación de Polonia. Declarado años más tarde «sin cargos», el haber estado involuntariamente apartado de la Marina le produjo un profundo sentimiento de soledad y amargura, que le llevó a escribir el trabajo testimonial «Del Madrid rojo», bajo el seudónimo «El Preso 831», y la que puede ser considerada como la más importante de sus obras: «Jorge Juan Santacilia y Antonio Ulloa y de la Torre-Guiral y la medición del Meridiano», reeditada en 1973.

El resto de la guerra lo pasó en Cádiz, donde mantuvo reuniones con gaditanos ilustres: José María Pemán, José López Rubio, José Carlos de Luna, etcétera. De esta época datan sus obras «Don Antonio de Ulloa y el descubrimiento del platino» y «Nuevos datos de la Real Compañía de Guardias-Marinas». En 1943, fue admitido en la Real Academia de la Historia. Su discurso versó sobre «Cartografía marítima española», un estudio lexicográfico e histórico sobre la palabra cartografía.

Al conocer el testamento de Juan Sebastián de Elcano (1526) quiso cumplir una clausula en la que pedía llevar una «manda» de 25 ducados al monasterio de la Santa Faz, cumpliéndose 418 años más tarde la petición del marino vizcaíno. Otros hechos importantes fueron la creación del Museo Naval de Sevilla y su ubicación en la Torre del Oro, y el Archivo-Museo Álvaro de Bazán en el Viso del Marqués, palacio que el insigne marino hizo construir en La Mancha y que la marquesa de Santa Cruz cedió a la Armada para su conservación como archivo histórico naval. Reconocido internacionalmente, de sus códices y legajos han salido trabajos sobre la Marina histórica.

En los años 50, redactó meticulosos estudios sobre Historia, Geografía y Cartografía, Bibliografía y Lexicografía. En este periodo publicó «Nostramos Lourido», libro de una calidad extraordinaria que bajo el subtitulo de «Cuentos marineros» nos da a conocer la personalidad y aventuras del contramaestre Lourido, personaje de ficción al que Guillén convirtió en tan real que Pontevedra le dedicó una calle.

En 1963 ingresó en la Real Academia Española, con su discurso «El lenguaje marinero». Don Ramón Menéndez Pidal, director de la docta Institución, se lo comunicó: «Su candidatura la juzgué siempre muy conveniente para las tareas de la academia». Sánchez Cantón glosó su personalidad con estas palabras: «Al mar, el almirante ha consagrado y dedica todos sus empeños de investigador y casi todos los trazos de su pluma, así como los de su lápiz, e incluso los de su pincel, que los tres medios gráficos maneja con destreza».

Hablaba con nostalgia de su «terreta». En su madurez se dedicó a estudiar la lengua y conocerla mejor. Casado con doña María Salvetti Sandoval, alicantina y descendiente de Jorge Juan, incremento el cariño hacia su tierra y fue suficiente para donar sus obras a la Biblioteca Gabriel Miró. Nombrado «alicantino ilustre», es acreedor de numerosas condecoraciones. Este ilustre marino, colaborador de ABC, del que este año se cumple el 120 aniversario de su nacimiento, era según Gregorio Marañón, con el que mantuvo una gran amistad, «prototipo de militar moderno, hombre de técnica y de acción y, en los descansos de esta, de profundo saber y, por don nativo, de sentimiento artístico impecable»

Fernando de la Guardia Salvetti, Capitán de Navío (R).

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