Hace años acompañé a Eric Emmanuel Schmit en su paseo por la Feria del Libro antes de un diálogo público que íbamos a mantener “¿De verdad toda esta gente está aquí para comprar libros?, me preguntaba incrédulo y movía su blanca cabeza de sabio, conmovido ante el prodigio. La primera vez que visité la Feria fue en 1989, en el primer año de carrera. Luis Landero me firmó “Juegos de la Edad tardía”. No falté nunca a la cita, primero como lectora, luego como escritora, en los últimos años como portavoz de cultura, y siempre tuve un segundo para reflexionar sobre el milagro que año tras año se produce en el Retiro, cuando miles de madrileños y visitantes se desperdigan por el paseo de coches en busca de una firma, y un puñado de escritores esperan en las casetas las palabras de aliento de los lectores, mientras la amenaza del verano aúna calor sofocante y tormenta segura entre árboles y toldos.
La Feria del Libro es para madrileños y turistas la cita obligada previa a las vacaciones de verano, y el encuentro personal con escritores, editores y libreros, eslabones clave del universo literario que nos hace la vida un poco más feliz, un poco más completa. Como ha ocurrido en los últimos tres meses con todas las buenas costumbres, se abrió un paréntesis de incertidumbre para un gremio que ha sufrido especialmente a lo largo de estos últimos meses. Hubo que suspender la Feria en su fecha habitual de las postrimerías de la primavera, y es ahora cuando podemos decir que en octubre el Retiro volverá a vestirse de gala y de libros.
Octubre no es junio, pero el otoño en el Parque del Retiro contiene también el encanto de un clima indefinido que nos permitirá revivir nuestra particular enamoramiento con la Feria del libro, mientras cobijados entre casetas rebuscaremos historias ajenas deseando que la reciente no se vuelva a repetir. En los árboles no apuntarán brotes verdes, pero sí las hojas doradas del espléndido otoño madrileño. Y estarán los autores. Y los lectores. Y los libros.
Del 2 al 18 de octubre próximo el gremio de libreros pondrá de nuevo en pie el engranaje necesario para que la tradición no desaparezca, y el año 2020 que queremos olvidar no dejará un vacío de novela, poesía o ensayo bajo los árboles de “nuestro parque”. Celebrar en otoño la feria del libro es también una forma de resistencia cívica, de coraje colectivo: la pandemia, que se ha llevado tantas cosas, no se llevará esta fiesta de todos los que amamos la lectura.
Con ese espíritu hemos partido en la Comunidad de Madrid: no vamos a renunciar al placer de la compra de un libro infantil bajo las copas imponentes de árboles centenarios, ni a la charla con el autor favorito, ni a la satisfacción de ver a los paseantes cargando con sus bolsas llenas de libros recién comprados. Son tiempos difíciles, presupuestariamente complicados para las pequeñas y medianas librerías, para las editoriales valientes… y también para la administración pública.
Sin embargo, la Consejería de Cultura y Turismo ha creído que era necesario hacer un esfuerzo y dedicar una cantidad significativa a que el libro pueda poblar de nuevo los paseos del Retiro: si la feria es casi un derecho para los madrileños, es un deber para las administraciones mantenerla en pie en este año indeseable. Y porque la cadena de valor del sector editorial que abarca imprentas, editoriales, autores, libreros y distribuidores requiere de un pacto expreso y global, público y privado que suponga un compromiso tangible con cada una de las piezas necesarias para que el libro llegue al lector. Este mes de octubre ayudaremos a reconstruir una parte de la primavera que nos han robado. Nos vemos en el Retiro.
Marta Rivera de la Cruz es consejera de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid.