Juzgar los sentimientos

Creo no ser sospechoso de otra cosa que de haber defendido con absoluto convencimiento, y lo voy a seguir haciendo, que el derecho a la salud o a la educación, entre otros, que tienen un extremeño, un gallego, un vasco o un catalán no lo tienen por esa condición, sino por ser españoles, ya que es la Constitución la que los reconoce, estén o no recogidos en los distintos estatutos de autonomía, así como que quienes tributan son los ciudadanos y no los territorios, o que las balanzas fiscales son falsas desde el momento en que una empresa puede tener su centro productivo en una comunidad autónoma y su domicilio fiscal en otra.

Pero me gustaría dar mi opinión sobre una parte del debate abierto en el conjunto de la sociedad con ocasión de la próxima sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Catalunya, desde el respeto y la lealtad institucional a los que estoy obligado en mi condición de presidente de la comunidad autónoma de Extremadura. Y no solamente porque creo que no debe olvidarse que no es una ley orgánica más, sino la consecuencia de un largo camino legislativo, desde el Parlamento autonómico al Congreso y el Senado, y después sometida a un referendo.

Puede que estemos esperando que el Tribunal Constitucional solucione algo que en ningún caso un tribunal, sea el que sea, puede hacer. Y me refiero a un sentimiento de una mayoría de los catalanes. Creo conocer bastante bien Catalunya y a los catalanes, entre otras cosas porque muchos de ellos son también extremeños, en una doble condición que hace también especial la manera de entender su realidad. Unos pocos se sienten solamente españoles, algunos solamente catalanes, y una gran mayoría, catalanes y españoles. Seguramente, si el preámbulo o el texto del Estatuto hablaran de cómo sienten y se sienten, de los sentimientos profundamente arraigados y no de si se es o no se es, nadie podría juzgarlo o interpretarlo, porque nadie tiene capacidad para hacerlo. Y si nos fuéramos al diccionario de la Real Academia Española de la lengua, encontraríamos la solución a un debate tan complejo. Les animo a hacerlo.

De la misma manera que la palabra pueblo tiene distintas acepciones, y es tan pueblo el lugar, la ciudad o la villa donde vivimos, pero también el conjunto de personas de un lugar, región o país, o un país con Gobierno independiente, y nadie se extraña de que lo utilicemos con toda la riqueza de las distintas expresiones, la palabra nación tiene distintas definiciones, desde el conjunto de los habitantes de un país regido por un mismo Gobierno, al conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.
¿Cabe en la definición sentir que Catalunya puede ser una nación dentro de una nación más grande que es España? Si nos limitáramos al significado que la palabra tiene, no debería ser ningún problema para nadie. O, dicho de otra manera, el diccionario nos podría resolver lo que se le está pidiendo al Tribunal Constitucional que haga.

Por otra parte, hay algo que alguna vez deberíamos aclarar. ¿Qué significó la inclusión de los términos nacionalidades y regiones en el artículo 2 de la Constitución? Si se quería expresar que solamente había regiones, ¿por qué incluir junto a esta palabra, con una conjunción copulativa, la de nacionalidades? ¿Y qué significa nacionalidad? Aquí también el diccionario nos da la respuesta adecuada. Puede significar diversas cosas.

Al final y al principio, de lo que se trataba en el pacto constitucional era de que todos los pueblos de España se pudieran ver y encontrar en la España de las Autonomías, sintiéndose reflejados y parte del todo. Es, como decía al principio, no tanto un problema de juzgar la historia, sino los sentimientos de la gente.
Bien haríamos todos, y más los que tenemos alguna responsabilidad, en realizar un esfuerzo por entendernos, para lo cual deberíamos poner todo el énfasis, también ahora, en utilizar la fuerza de la palabra y de las palabras.
Las palabras nacieron para comunicar, para entender y unir; su sentido no puede ser nunca restrictivo, más aún si es con palabras como debemos buscar la inclusión y no la exclusión. ¿Cuántas veces las utilizamos con significados distintos según el contexto en el que se pronuncian?

Una gran mayoría de los ciudadanos de Catalunya se sienten catalanes y españoles. No se ha inventado aún el aparato de medir los sentimientos para saber cuánto y cómo. Seamos capaces de entenderlo. Y que tengamos claro que los sentimientos no otorgan más ni menos derechos o deberes, pero significan mucho para el que los tiene. Y, luego, a acatar las sentencias, base del Estado de derecho que nos hemos dado.

Guillermo Fernández Vara, secretario general del PSOE de Extremadura y presidente de la Junta de Extremadura.