'Keep calm and'... Trump no es para tanto

Mi hermano, cuñada y sobrinos residen en EE UU. Pese a ser nacionalizados norteamericanos son originariamente españoles, y por tanto vistos como inmigrantes latinos, no como europeos (Una de mis sobrinas consiguió su beca universitaria gracias a ello). Mi sobrina política reside en Tejas, fortín republicano, uno de los estados más conservadores, y es abiertamente lesbiana.

Mis tres sobrinas y mi hija lloraron cuando se enteraron de la victoria de Donald Trump. Lloraron. Mi sobrina tejana se planteaba emigrar a Canadá. No fue la única. Canadá confirmó el pasado jueves que su web de inmigración se saturó tras la victoria de Trump. Hasta que finalmente se provocó un fallo informático y cayó.

Quizá eso es lo que se sintiera en la Alemania nazi cuando Hitler llegó al poder.

La cuestión es: ¿debe mi familia aterrarse? Trump supone una novedad, un intruso en un espectáculo electoral que estaba diseñado para transformar a Hillary Clinton en la primera mujer presidenta de América. Es un gañán, un racista y un homófobo. Pero, ¿es peligroso?

Indudablemente, hay cosas que no están al alcance del presidente de los Estados Unidos, por muy presidente que este sea. Se llama división de poderes. Porque si analizamos la estructura jurídica y la política interna de la república de los EUUU, el Departamento de Estado ejerce un poder indiscutible y el presidente no tiene injerencia en sus decisiones. Por otra parte, muchos de los aspectos de las leyes que afectan la vida cotidiana de los habitantes de los EEUU las determinan los estados y sus gobernadores, no el Gobierno federal. Para entendernos: por muy provida que sea Trump, si el gobernador del Estado de California decide que el aborto sigue siendo legal allí, punto en boca para el presidente.

En cuanto a sus opiniones en política internacional, ¿son tan peligrosas? Hillary votó a favor de la guerra de Irak y fue en gran medida responsable de la que hundió a Libia en el caos que hoy se extiende hacia toda África. Como secretaria de Estado, proporcionó cobertura diplomática para el golpe que derrocó al presidente Zelaya. Desde entonces Honduras se ha convertido en la capital más peligrosa del mundo.

Trump está a favor de reconstruir la infraestructura del país en vez de gastar el dinero en guerras en el extranjero.

Hillary Clinton defiende una política beligerante hacia Rusia en su frontera con Ucrania. Trump ha afirmado claramente su intención de desarrollar relaciones comerciales con Rusia. Putin será todo lo 'hijodeputin' que ustedes quieran, pero, informes de la ONU y de Amnistía Internacional en mano, tampoco es mucho peor que el Estado de Israel, con el que la señora Clinton se lleva a partir un piñón.

Hillary Clinton está a favor del «pivote antichina» de alianzas con otros estados asiáticos. Trump está a favor de las negociaciones comerciales con China. Quizá la primera opción sea más peligrosa porque rodeando a China con una política militar agresiva se la empuja efectivamente a una carrera armamentística.

El caso es que yo soy optimista respecto a Trump. Me parece un payaso, sí. Y me parece triste que haya quien le vota. Pero podemos esperar que se comporte como la gran mayoría de los políticos de altura. Es decir, que no cumpla sus promesas. Obama prometió el cierre de Guantánamo, la reforma financiera, la migratoria, el control de armas, la retirada de las unidades de combate de Irak… Agua de borrajas.

Respecto al matrimonio gay, una cosa es lo que Trump dijo durante su campaña y otra muy distinta lo que dice ahora: «Yo no me meto en eso».

Vayamos al tema inmigrantes. En campaña, Trump anunció la deportación de 11 millones. En el programa '60 minutes' habló de dos. (Los titulares sensacionalistas de los medios elevaron la cifra a tres millones) Al final deportará, creo yo, un cuarto de millón (Y no olvidemos que Obama deportó a millón y medio). ¿Por qué no más? Porque las élites de su propio partido son las primeras necesitadas de mano de obra barata. Si las uvas de los viñedos de Florida se recogieran pagando a trabajadores legales sindicados, sus propietarios (republicanos) no serían multimillonarios a día de hoy.

El psicólogo Edward Chang, a la hora de criticar la corriente de pensamiento positivo y para defender el pesimismo realista, se refería precisamente a la Alemania nazi. Los pesimistas la abandonaron a tiempo. Los judíos optimistas se quedaron allí y acabaron en hornos crematorios.

Pero yo soy optimista. Aunque sepa que el pesimista no deja de ser un optimista mejor informado.

Lucía Etxebarria, escritora.

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