Kosovo, amenazado por las prisas

Mientras los españoles conmemoramos los 29 años de nuestra Constitución, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York se analizan las propuestas remitidas por los representantes de la troika formada por la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia que infructuosamente han intentado, en los últimos meses, dar solución al problema de Kosovo.

La región, de iure serbia, con una extensión semejante a Asturias, poblada por dos millones de habitantes, mayoritariamente albaneses, fue arropada bajo la bandera de Naciones Unidas en aplicación de la doctrina de "injerencia humanitaria", desarrollada por Mario Bettati y Bernard Kouchner, el hoy ministro de Asuntos Exteriores francés y primer representante del secretario general de la ONU en la Pristina liberada en 1999, después de 78 días de bombardeos intensos de los aviones de la OTAN --entre ellos españoles-- que obligaron a Belgrado a terminar su ofensiva a sangre y fuego de respuesta a las acciones de la guerrilla kosovar: la UCK

El secretario general, Ban Kimoon, dio un plazo para la búsqueda de soluciones que hoy se cumple. Todo parecía apuntar hace unas semanas que sería Serbia la obligada a renunciar a sus derechos: la Unión Europea le abría, como compensación, el camino de la adhesión con la firma de un acuerdo de asociación y estabilización. La postura de EEUU se mantenía determinante a favor de un Kosovo independiente que le proporcionaría, a cambio, una buena base militar --Bondsteel--, estratégicamente situada frente a Oriente Próximo.

Pero, últimamente, las posiciones han cambiado. Rusia se mantiene firme en su alianza con Belgrado y con su amenaza de veto en el Consejo de Seguridad. Y no demasiado alejados de ella, algunos países europeos han roto la deseable cohesión de la UE por razones fáciles de comprender. España, Italia, Grecia, Chipre, Rumanía y Bulgaria se muestran prudentemente reticentes, tanto que hasta Javier Solana habla de una decisión comparable a la de "un aterrizaje suave para mediados de enero del 2008".

Haciendo bueno aquel viejo tópico geopolítico, los EEUU juegan al póquer pensando en Kosovo como baza positiva ante el mundo musulmán; Rusia, al ajedrez pensando en Chechenia, Osetia del Sur y Abjazia; y Europa juega --creen algunos-- a la ruleta rusa.

Ya son 23 los microestados surgidos tras la caída del Muro de Berlín. Bruselas ha invertido en Kosovo 1,6 billones de euros, cifra nada despreciable, y sabe que sea cual sea la solución, tendrá un coste parecido los próximos años. Es una inversión en una región que nunca fue independiente, con un 75% de paro entre su población joven, que amenaza al 7% de su minoría cristiana ortodoxa y al centenar de monasterios, algunos del siglo XIV, como el de Goriok, protegido por tropas españolas desde el inicio del conflicto. La región puede convertirse en otro "Estado fallido", sede de mafias, exportador de inseguridad y base de tránsito de la droga afgana hacia el Viejo Continente.

El representante de la UE en la troika, el alemán Wolfgang Ischinger, alienta la idea de desarrollar un estatuto neutral semejante al que firmaron las dos Alemanias en 1972, cuando decidieron "desarrollar unas relaciones normales, como buenos vecinos, sin renunciar a sus diferentes visiones políticas". El profesor Antonio Cassese, que fue el primer presidente del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, sostiene que la independencia "sería desastrosa", y propone recuperar una vieja figura del derecho internacional: la confederación de estados. Serbia y Kosovo serían dos sujetos internacionales independientes, unidos en una confederación que dependería de un órgano decisorio común formado por cuatro serbios, dos kosovares y tres representantes de la UE. Se fijaría un plazo de entre cinco y diez años para optar a una decisión final, bien para federarse, bien para emanciparse.

El profesor español Ferran Requejo aporta una solución semejante: crear una "confederación paraguas" con un órgano común en el que estarían representados a partes iguales Serbia, Kosovo y la comunidad internacional.

Belgrado asume el dar "más que autonomía, menos que independencia". Utiliza otro ejemplo actual: el del archipiélago Aland, un reducto sueco situado frente a Finlandia que funciona como un Estado.

En resumen, desbordada la Carta de las Naciones Unidas por esta nueva posible rectificación de fronteras, con una resolución vigente del Consejo de Seguridad --la 1244-- que incluye la soberanía serbia, con el informe inicial de Martii Ahtisari, que daba como única opción posible "la independencia supervisada por la UE" y con las propuestas contradictorias de la troika, difícil papeleta tiene el Consejo de Seguridad. El tiempo suele ser buen consejero: tiene razón Solana al proponer un "aterrizaje lento".

Pero hay quien no aceptará largos plazos. Hay más sentimientos, más visceralidad que inteligencia, más intereses que prudencia. Mucho tendrán que ver en la gestión del momento los líderes elegidos hace unas semanas en Kosovo.

A pesar de los billones de Europa, a pesar de las tropas de 35 países presentes, a pesar de los buenos oficios de ONU y de intensos esfuerzos diplomáticos de muchos países, me temo que el drama de los Balcanes no ha llegado a su fin. Quisiera equivocarme.

Luis Alejandre, General.