La abstención, el gran peligro de Hillary Clinton

La abstención, el gran peligro de Hillary Clinton

“Está siendo una campaña volátil, la gente tiene ideas muy mudables. Por eso tenemos que mantenernos concentrados en continuar hasta el final. No quiero que hagáis como Usain Bolt, y miréis hacia atrás sonriendo, confiados en que ya habéis ganado.” Así advertía el presidente Obama a los votantes demócratas sobre los riesgos de quedarse en casa el próximo día 8. Parecía decirles: la candidatura de Trump es real, no la menospreciemos y hagámosle frente. Y lo hacía en un lugar lleno de significación para la carrera presidencial, en Orlando, Florida, uno de los Estados más disputados y con mayor peso en las elecciones.

Y es que el aparato electoral de Hillary Clinton -que recibe el influyente apoyo del matrimonio Obama- considera que la abstención puede pasarles factura en unos comicios a los que ambos candidatos llegan con niveles de impopularidad históricos.Trump acudió al segundo debate del 9 de octubre con la grave losa de la publicación del vídeo en el que se le escuchaban comentarios machistas, y con el Partido Republicano renegando de su candidato. Ese fue el fin de semana más duro de toda su campaña, y a pesar de todo, salió vivo del debate. Para Trump, sobrevivir a ese lance equivalía a una pequeña victoria cuando ya todo estaba en su contra.

Condenando al fracaso a su contrincante antes de haberle ganado la partida, los votantes de Clinton parecen haberse relajado durante las últimas semanas, cayendo en el error de compartir lo que el mundo quiere creer: que alguien como Donald Trump nunca llegará a la Casa Blanca. Pero la historia reciente nos da ejemplos de lo peligroso que puede ser no ir a votar en jornadas clave como esta: baste echar la vista al Reino Unido.

Mientras, y cogiendo al equipo de Clinton a contrapié, el FBI empieza de nuevo a remover el talón de Aquiles de la aspirante: el asunto de los correos electrónicos. Lo cierto es que es una cuestión menor -a pesar de que Trump haya insistido incluso en equipararlo al Watergate- pero para muchos votantes el vídeo de Trump es mucho menos importante que los correos de Hillary.

La bocanada de aire que este episodio ha supuesto para el candidato republicano ha permitido que las encuestas estén hoy más apretadas que nunca en las últimas tres semanas. Coreando “que la encierren” en los mítines, los seguidores de Trump confirman lo eficaz que está siendo entre sus votantes el discurso criminalizador contra Clinton, que espolea la candidatura de Trump.

Tanto es así que a pesar de que las encuestas a nivel estatal permiten anticipar una victoria de Hillary -recordemos que las encuestas a nivel federal no son tan representativas, puesto que un candidato podría llegar a presidente con menos votos que su contrincante si gana en los Estados clave-, la situación todavía podría dar un vuelco, en especial dado que muchos ciudadanos no han decidido su voto. Entre ellos hay un buen número de simpatizantes republicanos reacios a apoyar a un verso suelto de su partido -algo que puede verse claramente en Estados como Arizona, tradicionalmente republicano, pero donde se da una ligera ventaja a Clinton- o jóvenes que habrían apoyado a Sanders en las primarias demócratas y que no ven en Clinton a su candidata.

Es por eso que todos los esfuerzos están puestos en movilizar a los indecisos, en especial en los llamados swing states, o Estados en disputa, donde no puede anticiparse con claridad el resultado. Además de Florida, los otros dos más importantes son Ohio y Pensilvania, ambos en la zona conocida como Cinturón industrial. Se trata de los Estados situados entre los Grandes Lagos y la costa atlántica, con gran tradición industrial y minera.

La crisis, unida a la tendencia que desde los años 80 ha supuesto el cierre de fábricas -como consecuencia de la externalización, la automatización, o el abandono de la explotación del carbón- se ha sentido mucho entre los trabajadores de cuello azul que pueblan la región.

Es cierto que las políticas de Obama han permitido recuperar la economía, pero el impacto se ha sentido menos entre los blancos de clase baja -con frecuencia desempleados, sin estudios superiores, de ascendencia americana y conservadores- a quienes el discurso de Obama nunca pudo llegar. Son ellos los que constituyen el mayor granero de votos para Trump.

Se entiende así que Clinton se esté centrando en especial en las clases urbanas de ambos Estados, así como en el sur cosmopolita y latino de Florida -quienes más podrían apoyarla-. Si gana en al menos uno de los tres Estados, casi puede asegurarse la Casa Blanca. Si pierde los tres, lo tendría muy difícil.

En posesión de la poderosa maquinaria electoral demócrata, Clinton también ha estimulado una tradición que fomentó Obama: el voto anticipado. Por esta vía, permitida en la mayoría de Estados, han votado ya 22 millones de los casi 226 que podrían hacerlo hasta el día 8, y las encuestas a pie de urna dan ventaja a los demócratas. El objetivo es alcanzar una gran ventaja previa al día 8 ante la que Trump no pueda competir.

Sin embargo, es de esperar que muchos votantes desencantados con el establishment de Washington se decanten a última hora por Trump, dueño de un discurso populista en lo económico -ha propuesto volver al proteccionismo o estimular la explotación del carbón, discurso muy atractivo en el Cinturón industrial- y muy alejado de lo que representa Clinton, la élite inaccesible.

Mientras que el votante hispano está acudiendo en gran número a los colegios, el afroamericano, tan importante para la candidatura demócrata, parece desencantado: ni pensar en votar a Trump, pero Hillary no les representa.

Pase lo que pase el día 8, tanto si hay sorpresa como si no, lo cierto es que el fenómeno Trump no puede entenderse como algo efímero: puesto que las razones de su éxito no han aparecido de repente, es de esperar que incluso si Trump pierde las elecciones tampoco desaparezcan sin más. El trumpismo es la manifestación de la profunda crisis que los EE.UU. están viviendo.

La narrativa de un país que hasta ahora ha sido dominada por una élite de blancos apoyada por la mayoritaria población blanca de a pie ha caído en el descrédito. Mientras que los afroamericanos cada día se enfrentan más enconadamente a un sistema que los discrimina, la población hispana crece imparable, y la base blanca de las pequeñas ciudades y el mundo rural ve amenazada sus empleos por la globalización y es hoy consciente de que aquella élite de la costa noreste y californiana no se preocupa de sus necesidades.

La difícil perspectiva de un país cada día más diverso y en el que el inglés no va a ser ya el único idioma dominante, pasa por recuperar para la causa a los desencantados blancos pobres, aquellos que son más pesimistas, y en quienes el mensaje de alguien como Donald Trump ha calado tanto. Una labor que tendrá que acometer el Partido Republicano -cuando se recupere de sus heridas- pero también el resto de la clase política.

Blas Moreno es graduado en Relaciones Internacionales y miembro de la dirección de la revista 'El Orden Mundial en el siglo XXI'.

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