La abstención es de derechas

Paradoja curiosa: cuanto más suba la abstención el 26-J, más cerca estará Mariano Rajoy de lograr su objetivo de repetir mandato. Todos los profesionales del ramo saben que es más fácil transitar de un voto determinado hacia la abstención que culminar la excursión que va de un partido hasta otro partido. Según esta premisa, y en atención a: 1, que los votantes que mantiene el PP son muchos más de los que se merecen sus líderes, mucho más fieles de lo que habríamos imaginado, mucho más permisivos con la corrupción, ni que sea galopante, e inmunes a la erosión de los escándalos; y 2, que entre los votantes de izquierdas dominan los sentimientos negativos, que van de la desilusión a la indignación, que dichos votantes son tan poco resistentes a la adversidad como una princesita, y tan poco permisivos con los pecados capitales como con los veniales; según dichas circunstancias, la conclusión, obvia, es que el incremento de la abstención el 26-J, anunciada en todas las encuestas, perjudicará a las izquierdas. Es decir, que esta vez la abstención es de derechas, por muy de izquierdas que se proclamen los abstencionistas.

Dicho lo cual, hay que remarcar que nos movemos en una incertidumbre electoral inédita. Los resultados de las nuevas elecciones son altamente imprevisibles, puesto que la convocatoria es extraordinaria y nadie dispone de parámetros de medición suficientemente fiables. No se puede descartar, por ejemplo, que buena parte de los abstencionistas de izquierdas se lo piensen dos veces ante el alud de sondeos que vuelven a dar al PP como vencedor, incluso con un incremento de escaños que, por leve que fuera, blindaría a Rajoy como aspirante a la investidura. No se puede descartar, pero los estados de ánimo de la izquierda se arrastran por los suelos y, en principio, es poco probable que levanten el vuelo.

La abstención es de derechasSalvo una muy improbable renuncia de Rajoy, de Pedro Sánchez o de ambos, habrá que repetir las elecciones. Tanto uno como otro se han ocupado de dinamitar los puentes de entendimiento. Rajoy, porque pidió el apoyo gratuito del PSOE en vez de ofrecer la vicepresidencia a Sánchez o de mostrarse abierto a compartir el poder con los socialistas. Sánchez, porque en vez de exigir la cabeza de Rajoy a cambio de la gran coalición ha vendido la moto de la cuadratura del triángulo. Por mucho que la mayoría de los analistas coronen a Albert Rivera por la capacidad de pacto y critiquen a Pablo Iglesias por lo contrario, era evidente desde el primer día que Ciudadanos y Podemos no suman ni sumarán. El abismo que separa a las dos formaciones es mucho más ancho y profundo que el río de aguas tranquilas que serpentea entre PSOE y PP. El primero es de naturaleza ideológica, de concepción del mundo, de la política, de la sociedad, de los individuos como objetos (C's) o sujetos (Podemos) de la historia. En cambio, los dos grandes comparten los mismos principios generales, como en toda democracia. Ni mérito, pues, de Rivera ni demérito de Iglesias (soberbia aparte), sino una forma muy hispánica de patrimonializar el poder que afecta a populares y socialistas y les lleva a exagerar distancias. Si el resultado del 26-J no otorga al PP la posibilidad de formar mayoría estable con C's, el PNV y algún diputado solitario, si el PP vuelve a necesitar al PSOE, no duden de que se acabarán entendiendo, pero después de hacer perder tiempo, riqueza y crecimiento a todos los españoles (menos a los auténticos culpables, claro está).

Tal vez la única fórmula para levantar los ánimos de la izquierda sea la entente entre Podemos e Izquierda Unida para formar candidaturas conjuntas. La coalición que Iglesias rechazó (por soberbia), ahora le resulta imprescindible, y a un precio en cesiones, concesiones y diputados muy superior al que habría pagado antes del 20-D. Cosas de la política (y de la soberbia). Aun así, si llegan a pactar programa y listas el panorama puede variar sensiblemente y lograr la movilización de buena parte de los abstencionistas de izquierdas. Si no van juntos, entonces Iglesias y Alberto Garzón serán los culpables de que el PP se mantenga en el Gobierno, en solitario o en gran coalición. No Sánchez y el PSOE, sino las formaciones que se encuentran a su izquierda.

Aunque parezca mentira a la vista de lo que hemos vivido las últimas semanas, la palabra clave es pacto, o mejor dicho, pacto creíble, viable y estable. De eso irá la campaña. O gran coalición o Gobierno de izquierdas. Esto y solo esto, la perspectiva de una mayoría sin PP ni C's, puede movilizar a los electores de izquierdas. A estas alturas no parece que sea posible, pero ya sabemos que la situación cambia, y mucho, de semana en semana, y todavía faltan muchas para llegar al verano y volver a votar.

La abstención es de derechas porque favorece a las derechas. El desaliento y la incapacidad de pacto de izquierdas también son de derechas.

Xavier Bru de Sala, escritor.

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