La académica palanca y el mitin de los martelos

«EL PSOE se lanza a convertir el caso de Begoña Gómez en una palanca electoral», titulaba El País de forma muy destacada hace un par de días, postulándose el propio periódico, qué duda cabe, como punto de apoyo.

Pero el titular era a todas luces inexacto. Quien se ha lanzado no ha sido propiamente el Psoe, que también, sino el marido de la antedicha, Pedro Sánchez: la víspera, un día después de que hubiera sido imputada en un caso de corrupción y tráfico de influencias, se la llevó a un mitin. No es que fueran juntos: se la llevó, como los pichis de zarzuela arrastraban a la verbena a sus novias, para lucirla... y lucirse (y la feminista, a su lado, más heterodesignada y florero que nunca, sin abrir la boca, tratada de tonta por quien más ahínco está poniendo en defender su honor, tal y como defendió en su día el de los condenados de los Ere andaluces, y con parecidos e indignados aspavientos).

La académica palanca y el mitin de los martelos
Toño Benavides

De lo que sucedió a continuación en ese mitin dieron cuenta las cámaras: el presidente del Gobierno y su señora se lo pasaron codo con codo y cogidos de la mano, más esposados que nunca y haciendo ostentación de unos martelos que resultaban... tremendos, estomagantes. Y no por reparos morales, sino por insólitos y fuera de lugar. Resultaba obvio que nuestro césar visionario, ante la convicción cada vez más extendida y estrecha de que su mujer no es decente, había decidido que al menos lo pareciera. Y ahí estriba su error: el sostenella la irá hundiendo en la sospecha de su culpabilidad aún no probada.

Al leer lo de la palanca (y veremos mañana con qué resultados electorales), se acordó uno de Ferlosio (y cómo se echa en falta la glosa que él habría hecho de estos martelos presidenciales y del feo nombre de explotar a una mujer en la esquina de mítines y medios afines). Solía citar unos versos de Unamuno como los más espantosos ripios de nuestra lengua (a mí me encantan): «Salamanca, Salamanca, / plateresca maravilla, / académica palanca / de mi visión de Castilla». Ese «académica palanca» le parecía a Ferlosio (ojo, también creía que el unamuniano «Lígrimos, lánguidos, íntimos» era un verso tan sublime como el «anímula, vágula, blándula» del emperador Adriano), le parecía, digo, el colmo de la cursilería.

No obstante, a las cosas poéticas hay que dejarles su recorrido, y lo de «académica palanca» acabó como nombre simpático de un conjunto de música ligera, y hoy no se podría explicar mejor lo de la señora Gómez y sus manejos: lo suyo ha sido literalmente una académica palanca para conseguir favores.

Nadie duda de que Pedro Sánchez y su Gobierno pasarán (si pasó Franco, ¿cómo no va a pasar Pedro Sánchez?). Tardará más o menos, pero ese día llegará. Acaso porque ya es esa fruta podrida, unida al poder únicamente por el pedúnculo de la corrupción y a merced de la inexorable ley de la gravedad.

Se irán, y los olvidaremos, como olvidamos a Franco (aunque Pedro Sánchez y su Gobierno están siendo los más obstinados en recordarlo y recordarnos a todas horas la Guerra Civil).

Ahora, como sucede siempre en estos casos, el problema no son los que se van, sino los que se quedan. Y son los que nos importan: amigos, familiares, conocidos, compañeros de trabajo... Desde luego que muchos de ellos y ellas admiten ya en público lo esperpéntico (y delictuoso) que está resultando todo lo relacionado con Sánchez, pese a lo cual han decidido en su fuero interno, o sea, en privado, en las urnas, seguir dándole su (punto de) apoyo para evitar, aseguran, la llegada de una extrema derecha que por lo demás ya gobierna en varias comunidades sin que la democracia española y el Estado de Derecho se hayan resentido especialmente, como sí lo han hecho con este Gobierno apuntalado por prófugos, delincuentes y ex terroristas.

Nuestros amigos, familiares y compañeros son con quienes habremos de hacer (rehacer en muchos casos) nuestras relaciones y nuestra vida diaria, cuando los otros desaparezcan por el sumidero de la memoria. Habrá que recordarles a los que ganen que es más difícil saber ganar que saber perder.

Pero también, ante el temor a la derrota, han empezado a oírseles cosas insólitas a quienes forman el Gobierno. Así hay que entender el malsonante «¡A la mierda!» gritado en un mitin por la vicepresidenta segunda (presume de ¡dialogante! llamando a romper la baraja). Pidió disculpas, pero alguien le aconsejó usarlo de palanca y unos días después insistió en la redes sociales: «Pedro, tío, mándalos a la mierda».

De «a la mierda» dice de manera escueta el drae: «A paseo». Se diría que lo llevan en el adn: A paseo era la sección de El mono azul que escribían Alberti y Bergamín, incitando al asesinato en los días en los que se pusieron de moda en Madrid los siniestros «paseos», rota ya la baraja.

No cree uno que España viva un clima guerracivilista, pero sí que quien está tentado de mandarlo todo a paseo se halla muy cerca ya de ese «disparadero español» de Bergamín, tal y como se encargó de recordarnos la ministra candidata Teresa Ribera. Subió también ella a la palestra en el mitin de los martelos y desde allí lanzó una y otra vez el «¡No pasarán!» (qué fijación con la derrota), antes de darle la palabra a Sánchez. Le costó a este tomarla, porque para ello debía soltarle la mano a su Begoña, a su palanca (y gracia tendría que acabara con los dos una palanca académica de tan poca monta, tal y como acabó con Al Capone el asuntillo de los impuestos).

Andrés Trapiello, escritor.

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