La Alemania de Laschet

Armin Laschet es natural de Aquisgrán, la ciudad de Carlomagno, la más europea de las ciudades alemanas. Desde 1999 hasta 2005 fue europarlamentario. A diferencia de Friedrich Merz, tiene un profundo conocimiento de la UE. Nadie pone en duda sus credenciales europeas.

Pero hay que tener cuidado con lo que se desea. Laschet no se ganó el liderazgo de la Unión Demócrata Cristiana (CDU por sus siglas en alemán) con una campaña en favor de una mayor integración europea, ni por enfrentarse a los conservadores fiscales dentro del partido. Tampoco se ha opuesto a la buena sintonía de su partido con Viktor Orbán, el líder húngaro, o con otros hombres fuertes del mundo. Ni se ha mostrado partidario de la innovación tecnológica.

Todo lo contrario. Laschet es lo más cercano dentro de la política alemana —sin contar Alternativa para Alemania (AfD por sus siglas en alemán)— a un negacionista del cambio climático. En su campaña abogó con éxito por la protección de la industria alemana frente a las medidas ambiciosas para frenar el cambio climático. Si alguna vez Los Verdes y la CDU/CSU llegaran a intentar formar una coalición, se me antoja que las negociaciones serían muy difíciles. Los dos partidos están en lados opuestos del más importante debate político de esta década en Alemania: cuál debe ser la trayectoria hacia los objetivos de emisiones acordados a escala internacional. Laschet es fiel al carbón. Hace apenas un año encargó la construcción de una planta de producción de energía eléctrica propulsada por carbón. También desempeñó un papel clave en la decisión de no abandonar la minería del carbón en Alemania hasta 2038. Laschet encarna el corporativismo, el nacionalismo industrial, el mercantilismo. Está firmemente anclado en el pasado.

Alemania, al igual que antes Gran Bretaña, está recogiendo los frutos de innovaciones y empresas de una era analógica que ya es pasado. Alemania y el resto de Europa andan rezagados respecto de Estados Unidos y China en las categorías más importantes de la alta tecnología. La digitalización sigue siendo un asunto pendiente en Alemania.

Lo que deberíamos preguntarnos es cómo podemos darle la vuelta a esta tendencia. La integración europea por sí sola no nos va a hacer más innovadores. Para la UE puede ser motivo de tranquilidad saber que el próximo líder del CDU es un europeísta declarado. Está por ver si Laschet de verdad respalda un programa integracionista y forma una alianza estratégica con Emmanuel Macron. Lo dudo. Lo que la UE realmente necesita de Alemania para avanzar no es otro Helmut Kohl u otra Angela Merkel. Necesita una Alemania dispuesta a entrar en una nueva era, acciones políticas que respalden el crecimiento económico y una reducción de los desequilibrios económicos en la eurozona. Al votar por el candidato continuista, la CDU también votó contra el cambio de política económica.

Uno de los conflictos previsibles en la relación entre Alemania y la UE será la política fiscal. Es posible que el consenso entre los economistas internacionales haya cambiado y se haya inclinado por permitir déficits más elevados durante las crisis económicas. Pero el tope de deuda, la norma alemana de un presupuesto equilibrado en relación con la deuda, firmemente anclada en la constitución, sigue vigente. La propia Merkel nunca hizo frente al conservadurismo fiscal innato dentro de su partido.

Laschet tampoco cuestionará su validez. La CDU seguirá fiel al tope de deuda, lo cual tendrá consecuencias dolorosas para el resto de la UE a medida que vayamos sacando la cabeza de la pandemia. Lo más probable es que se vuelva a aplicar el tope de deuda en 2022. Seguirá habiendo un déficit fiscal el año que viene, pero tal como funciona el tope de deuda, ese déficit tendrá que ser financiado mediante superávits en los años posteriores. No creo que ni siquiera los líderes alemanes más proeuropeos vayan a aceptar que otros países mantengan déficits fiscales mientras ellos someten a su país a una nueva era de austeridad fiscal.

El conservadurismo fiscal innato de la CDU y el apoyo de Laschet a la minería del carbón y a la energía generada por carbón son obstáculos formidables para una coalición entre la CDU/CSU y Los Verdes, que podría ser la única opción de gobierno viable tras las elecciones del próximo septiembre. No veo a Los Verdes suscribiendo el programa de Laschet.

Este sería un buen momento para que la UE cuestionase la ortodoxia fiscal de Alemania. Mi temor es que se deje pasar la ocasión. La CDU que salga de las próximas elecciones seguirá siendo centrista, pero también inflexible, cautelosa respecto a la modernización de la economía y los déficits fiscales y extremadamente precavida en cuanto a la integración europea.

Lo dicho: cuidado con lo que se desea.

Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com. Traducción de News Clips.

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