La amalgama fútbol-violencia

La prensa ha sido unánime: la fiesta se echó a perder. La celebración del título de campeón de la Liga francesa por el Paris SaintGermain, esperada desde hace 19 años, se podía haber hecho de modo festivo y alegre en la plaza del Trocadero, con la imagen de la torre Eiffel de fondo (la misma que luce el club en su escudo) enviando un mensaje claro: anclaje parisino, alcance mundial. Pero llegó la violencia, el paseo con la gabarra se anuló y la imagen del club, pero también la del fútbol, quedó en entredicho.

No se trata de negar los actos vandálicos que se produjeron, aunque se podría señalar que han sido mediáticamente puestos de manifiesto. Se trata de ponerlos en perspectiva y de distinguir entre información y amalgama.

En primer lugar es necesario no llamar “aficionados” a los alborotadores que se desmadraron el lunes pasado. No apoyan al club sino todo lo contrario, buscan a conciencia perjudicarlo. Incluso se puede decir que han adoptado un comportamiento rencoroso.

¿Quiénes son? Probablemente hay grupos violentos que fueron excluidos del club desde el año 2010. Entonces el Paris Saint-Germain estaba en plena crisis, los enfrentamientos ya habían causado dos muertos, las trifulcas eran recurrentes, así como los incidentes a la salida del estadio. La extrema derecha se infiltró en la tribuna Boulogne hasta tal punto que el club ya no colocaba en esa zona recogepelotas negros o árabes porque eran continuamente insultados y les tiraban objetos. También se aconsejó a los espectadores de piel morena que no se acercaran a esa tribuna. La tribuna Auteil quería ser una respuesta multicultural, pero una parte de sus miembros se puso a imitar los métodos violentos de la otra tribuna. Llegó a verse el espectáculo surrealista de supuestos seguidores del club que se peleaban entre ellos.

En el 2010 se aprobó el plan Robin Leproux para expulsar a estos grupos violentos. Sin él, seguramente el PSG hubiera desaparecido. Las multas se habrían acumulado y el estadio se habría quedado vacío. Los espectadores violentos se sublevaron contra este plan que implicaba su distribución aleatoria por las gradas y decidieron no volver al campo. Se infiltraron algunas veces de forma agrupada para insultar a Robin Leproux pero gracias a su plan ha sido de nuevo posible acudir al Parque de los Príncipes en familia sin preocuparse por posibles desórdenes.

Sin este plan, el Paris Saint-Germain no hubiera sido lo suficientemente atractivo como para que Qatar lo comprara y le inyectara los millones que le han permitido obtener el título de campeón de Francia y una buena trayectoria en la Champions League.

Un fondo de inversiones qatarí compra un club de fútbol francés en cuya camiseta figura la torre Eiffel, ficha un entrenador italiano capaz de gestionar egos desmesurados, entre ellos el de un jugador sueco originario de los Balcanes, para intentar convertirse en una potencia europea e incluso hace venir de Estados Unidos una estrella inglesa para conquistar los mercados asiáticos. Es la mundialización del fútbol ilustrada por la marcha del PSG.

Las inversiones de Qatar permiten al Paris Saint-Germain ser competitivo a nivel europeo y ello supone un triunfo para el conjunto del fútbol francés. El desafío para los nuevos dirigentes del PSG es mantener una identidad parisina-francesa partiendo a la conquista de Europa y del mundo.

Lo que vuelve furiosos a estos alborotadores que se aprovechan e cualquier ocasión para ocasionar disturbios como los del pasado lunes 13 de mayo es justamente eso, que los éxitos se hayan alcanzado sin ellos. es más, contra ellos. El club ha salido adelante sin ellos y por eso ellos se han enfrentado al club.

A estos antiguos seguidores convertidos en enemigos del club hay que añadir los alborotadores oportunistas que aprovechan cualquier ocasión para ejercer la violencia, ya sea una manifestación estudiantil, una fiesta musical o festividades como el Fin de Año.

A todos estos que se han apresurado a hacer la amalgama clásica fútbol-violencia se les puede contestar que estos actos violentos han sido protagonizados por personas enemigas del PSG y por otras que no tienen nada que ver con el fútbol pero que se unen a cualquier acto de masas en París para sembrar el caos. Pero para aquellos a quienes no les gusta París, no les gusta el fútbol y no les gustan los árabes, los sucesos del lunes, sobre-mediatizados, son pan bendito.

Hay que admitir que las celebraciones de los títulos de campeón no provocaron incidentes de este tipo ni en España ni en Inglaterra. En este último caso cabe recordar lo severa que fue la lucha contra el hooliganismo. Pero es también la constatación de una mayor cultura futbolística en estos dos países en relación con Francia. Con un único equipo de Primera División en su capital, Francia es una excepción europea.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.

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