La amenaza capitalista para el capitalismo

Winston Churchill, como es sabido, observó que la democracia es la peor forma de gobierno -aparte de todas las demás que se han intentado-. Si hoy estuviera vivo, podría pensar lo mismo del capitalismo como un vehículo para el progreso económico y social.

El capitalismo ha conducido a la economía mundial a una prosperidad sin precedentes. Sin embargo, también demostró ser sustancialmente disfuncional. Muchas veces fomenta la visión cortoplacista, contribuye a disparidades enormes entre ricos y pobres y tolera el trato insensato que se le da al capital ambiental.

Si no se pueden controlar estos costos, el respaldo al capitalismo quizá desaparezca -y con él, la mejor esperanza de la humanidad de alcanzar prosperidad y crecimiento económico-. Por lo tanto, es hora de considerar los nuevos modelos de capitalismo que están surgiendo en todo el mundo -específicamente, el capitalismo consciente, el capitalismo moral y el capitalismo inclusivo.

Estos esfuerzos por redefinir el capitalismo reconocen que las empresas deben mirar más allá de las ganancias y las pérdidas para mantener el respaldo público a una economía de mercado. Todos ellos comparten la presunción de que las compañías deben ser conscientes de su papel en la sociedad y esforzarse por asegurar que los beneficios del crecimiento sean compartidos ampliamente y no impongan costos ambientales y sociales inaceptables.

Como están dadas las cosas, a pesar del reciente crecimiento de los mercados emergentes, la economía mundial es un lugar de extremos sorprendentes. Los 1.200 millones de personas más pobres del planeta representan apenas el 1% del consumo global, mientras que los 1.000 millones de personas más ricas son responsables del 72%. Según un estudio reciente, las 85 personas más ricas del mundo han acumulado la misma riqueza que los 3.500 millones de personas de la parte inferior de la pirámide. Una de cada ocho personas se va a la cama con hambre todas las noches, mientras que 1.400 millones de adultos están excedidos de peso.

Cualquier sistema que genera este tipo de excesos y excluye a tantos enfrenta el riesgo de un rechazo público. Lo inquietante es que los efectos colaterales negativos del capitalismo se están intensificando mientras que la confianza en las instituciones públicas ha decaído a un mínimo histórico. Según el último Barómetro de Confianza de Edelman, menos de la mitad de la población global confía en el gobierno. A las empresas les va mejor, pero no mucho. Los escándalos -desde las conspiraciones para enmendar tasas financieras clave hasta el descubrimiento de carne de caballo en la cadena alimenticia- minan la fe de la gente en las empresas como agentes para el bien común.

Desilusionada tanto con el estado como con el mercado, la gente cada vez más se pregunta si el capitalismo, tal como lo practicamos, justifica los costos. Vemos esto en movimientos como Día de la Tierra y Occupy Wall Street. En muchas partes del mundo -desde los países de la Primavera Árabe hasta Brasil, Turquía, Venezuela y Ucrania, los pueblos frustrados están tomando las calles.

Resolver las deficiencias del capitalismo moderno exigirá un fuerte liderazgo y una amplia cooperación entre empresas, gobiernos y ONG. Para empezar a crear un sendero hacia adelante, estamos convocando a líderes globales clave a Londres el 27 de mayo a una conferencia sobre capitalismo inclusivo. Entre los asistentes habrá máximos responsables ejecutivos de instituciones que representan más de 30 billones de dólares en activos invertibles -un tercio del total mundial-. Su objetivo será establecer medidas tangibles que las empresas puedan tomar para empezar a cambiar la manera en que hacen negocios -y reconstruir la confianza pública en el capitalismo.

Un esfuerzo de estas características puede rendir frutos, como lo demuestran las propias acciones de Unilever. Desde que abandonó la política de dar a conocer los pronósticos y las ganancias trimestrales, la compañía se ha esforzado por priorizar la estrategia a largo plazo. Adoptó planes para impulsar el crecimiento de la empresa y también reducir su impacto ambiental y mejorar su impacto social positivo.

Muchas de sus marcas hoy tienen misiones sociales -por ejemplo, los productos Dove son comercializados junto con una campaña de autoestima de las mujeres, y el jabón Lifebuoy apunta a enfermedades transmisibles con sus programas que fomentan el lavado de manos a nivel global-. No sorprende, tal vez, que éstas sean las marcas de más rápido crecimiento de la compañía.

Sin embargo, lo que cualquier empresa puede lograr tiene un límite. El cambio transformacional sólo se producirá si las empresas y otros actúan en conjunto. Una vez más, tenemos esperanzas, porque se está cobrando impulso. Se están formando coaliciones para enfrentar cuestiones que van desde la deforestación ilegal hasta la seguridad de los alimentos. Organismos como el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible y el Foro de Bienes de Consumo global están uniendo a actores esenciales de la industria y ejerciendo presión sobre los gobiernos para aunar fuerzas en la búsqueda de un capitalismo sustentable.

A medida que aumenta el costo de la inacción, los gobiernos y las empresas deben seguir ofreciendo una respuesta. Ninguno de nosotros puede prosperar en un mundo en el que mil millones de personas se van a la cama con hambre todas las noches y 2.300 millones de personas no tienen acceso a instalaciones sanitarias básicas. Tampoco los negocios pueden prosperar donde el optimismo público sobre el futuro y la confianza en las instituciones están en sus valores más bajos históricos.

Tenemos un largo camino por delante, pero creemos que la transformación necesaria está comenzando. Un creciente volumen de evidencia sugiere que nuevos modelos comerciales pueden ofrecer un crecimiento responsable. La Conferencia sobre Capitalismo Inclusivo representa otro paso hacia adelante. Aunque nuestro trabajo recién haya comenzado, estamos convencidos de que en una generación vamos a poder redefinir el capitalismo y construir una economía global sustentable y equitativa.

No tenemos tiempo que perder. Como alguna vez dijo Mahatma Gandhi: "El futuro depende de lo que hacemos en el presente".

Paul Polman is the CEO of Unilever. Lynn Forester de Rothschild is CEO of E.L. Rothschild and co-chair of the Henry Jackson Initiative for Inclusive Capitalism.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *