La ampliación de la OTAN y Putin

Las guerras modernas se libran simultáneamente en tres planos distintos pero interconectados, el del campo de batalla, el interno y el externo. Y si algo nos ha enseñado la historia reciente es que resulta muy complicado lograr el éxito en los tres planos al mismo tiempo.

Por ejemplo, a Estados Unidos le fue muy bien en el campo de batalla al inicio de su invasión de Irak en 2003, pero ya había perdido el plano externo al no conseguir el apoyo internacional y acabó perdiendo en los otros dos planos, pues el aumento de sus dificultades en el campo de batalla provocó el recrudecimiento de las divisiones internas, antesala de sus actuales titubeos estratégicos entre el repliegue y la redefinición de sus intereses.

En el caso de Rusia es aún peor, ni siquiera ha logrado grandes éxitos en el campo de batalla, teniendo en cuenta su superioridad de partida, y en el externo tampoco su situación es mucho mejor. Tan solo la neutralidad de China e India parecen romper el rechazo internacional a su invasión de Ucrania, y no parece que Siria o Eritrea estén en condiciones de compensar su alejamiento del resto de Europa y de Estados Unidos, por mucho que el Kremlin presuma de poder sustituir el mercado europeo con la diversificación de sus clientes.

Por tanto, la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN solo cabe calificarla como un nuevo revés para el régimen de Vladímir Putin. En el plano externo, supone un empeoramiento claro de su situación geoestratégica y un resultado diametralmente contrario a su objetivo de invadir Ucrania, que no era otro que impedir una nueva ampliación de la OTAN en sus fronteras. Que dos países tradicionalmente neutrales como Suecia y Finlandia no duden ahora en la necesidad de pertenecer a la Alianza Atlántica pone en tela de juicio la estrategia revisionista del Kremlin. Si lo que pretendía Putin con su invasión de Ucrania era denunciar la expansión de la OTAN y tratar de recuperar lo perdido en la década de 1990, hoy está mucho más lejos de lograrlo que hace tres meses.

Por último, la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN puede acabar afectando al plano interno de esta guerra, el único que por el momento parece dominar Putin. Pero conviene no olvidar que en los regímenes autoritarios todo puede cambiar súbitamente, y noticias como la entrada en la OTAN de Suecia y Finlandia pueden hacer mella en el control ejercido por el Kremlin sobre la opinión pública rusa, pues contradicen el relato oficial y siembran dudas sobre la idoneidad de la invasión.

Al fin y al cabo, todos los dirigentes políticos, sean elegidos democráticamente o no, para poder permanecer en el poder deben ofrecer a sus ciudadanos buenos resultados, tanto en el ámbito doméstico como en el exterior. Y la decisión de Suecia y Finlandia es un resultado pésimo para los intereses rusos, pudiendo así afectar a la permanencia de Putin en el poder.

Pedro Francisco Ramos Josa es profesor del Máster en Política Exterior de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).

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