La aportación del partido naranja

EL pasado 8 de abril, ABC tuvo la atención de publicarme en Tribuna Abierta unas reflexiones personales en las que expuse mi opinión respecto a la necesidad de acoger con esperanza y de forma ilusionada la presencia en la vida pública española del partido político Ciudadanos. El muy fraccionado resultado de las últimas elecciones autonómicas y municipales puso a prueba mis predicciones de entonces, pero hoy, superada ya la fase de pactos para la conformación de ayuntamientos y comunidades autónomas, bien puede afirmarse que el nuevo partido político no ha defraudado en su protagonismo de hacer gobernables parcelas nada despreciables de nuestros entes autonómicos y municipales.

Se dirá también, y con razón, que Podemos, el otro partido emergente en la política nacional, desde una perspectiva distinta y manifiestamente radical, igualmente ha contribuido a la conformación del mapa autonómico y municipal, pero lo cierto es que desde una centralidad tendente a la reforma y no a la revolución, Ciudadanos ha dado un ejemplo de sentido constitucional que resulta muy de agradecer y es tanto más meritorio al haber conseguido en tiempo récord su presencia e implantación en la vida pública de todo el territorio del Estado.

Si el gobierno de las comunidades autónomas de Madrid, Castilla y León, La Rioja y Murcia y el de algunos ayuntamientos se mantiene a día de hoy en manos del Partido Popular, es decir, del centro-derecha ideológico, ello se debe, sin la menor duda, a Ciudadanos, que lo ha hecho posible mediante alianzas con imposición de principios programáticos. pero sin exigencias de parcelas de poder. Su actuación en la comunidad autónoma valenciana es otra muestra de coincidencia con tales principios. Es cierto, también, que gracias al apoyo de ese nuevo partido político hoy los socialistas pueden gobernar en Andalucía, pero el aparente contrasentido que esto pueda suponer queda desdibujado por el manifiesto sentido de Estado que representa el facilitar el gobierno a la lista más votada, y por la finalidad de evitar el coste político y económico de un nuevo proceso electoral que incluso los adversarios más destacados en los comicios autonómicos andaluces no veían con buenos ojos. Tal vez algún otro posicionamiento aislado de ese partido pueda sembrar algún desconcierto en la opinión pública, pero no puede desconocerse, en términos generales, una clara coherencia en su actuación al no albergar ansias de ocupación inmediata de poder y sí, en cambio, de implantar criterios regeneracionistas en el seno de la vida pública del país. En otro aspecto, la integración en Ciudadanos de personas con acreditada trayectoria pública y profesional y el trasvase a este nuevo partido de alguna otra caracterizada por el inteligente ejercicio del equilibrio y la moderación en el partido, todavía mayoritario, de procedencia vienen a constituir una garantía para la ayuda ponderada que precisa la actualización y regeneración de nuestro sistema democrático.

Al margen de todo lo expuesto, resulta innegable que hubiera sido muy de agradecer inicialmente un mayor grado de clarificación ideológica por parte de este nuevo partido político, como también que se hubieran evitado algunos apresurados posicionamientos programáticos determinantes de una cierta perplejidad en la ciudadanía. Pese a todo esto, los resultados de efectiva actuación política están ahí y resultan incontestables y a ellos habrá que atenerse, aun cuando se pueda, e incluso se deba, insistir en un mayor nivel de concreción –ya iniciado, por cierto– del proyecto político que asume el nuevo partido en el marco de la vida pública de nuestro país. La Transición democrática de finales del pasado siglo, que ha deparado un largo período de convivencia política y ciudadana pacífica, se halla necesitada, sin embargo, de reformas y actualizaciones impuestas por las exigencias de un tiempo nuevo. Desde esta perspectiva, quizá no resulte arriesgado afirmar que el texto constitucional de 1978 y la democracia representativa por él instaurada en España precisan ya de una reinterpretación que los adecúe al momento presente y al pensamiento y voluntad de unas nuevas generaciones demandantes de otras formas de actuación pública. En este sentido, la aparición de un partido como Ciudadanos, que dice respetar los principios básicos sustentadores del nuevo Estado surgido tras la desaparición de la dictadura franquista y propugna simplemente renovarlos para ponerlos al nivel propio de una democracia moderna y ya consolidada, puede conllevar la entrada de un nuevo aire fresco en la vida política de la nación, lo que no resulta nada desdeñable. Si muchos desconfiaron, en su momento, de los artífices de la Transición que, luego, tan buenos resultados proporcionó, ¿por qué no se ha de dar una oportunidad a quienes, después de cuarenta años, pretenden actualizar los principios que la inspiró?

El momento político de España demanda unir fuerza afines y no dispersarlas, para contrarrestar los objetivos rupturistas que por otros se pretenden.

Benigno Varela Autrán, jurista y magistrado jubilado del Tribunal Supremo.

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