La Armada en el Dos de Mayo

Cada Dos de Mayo Madrid asiste a su fiesta grande que rememora una heroica jornada que el paso del tiempo ha hecho ejemplo imperecedero de lucha por la libertad y por la independencia. El pueblo fue su protagonista. Las autoridades, presionadas por los ocupantes franceses, habían prohibido cualquier intervención del Ejército contra los invasores, pero el pueblo llano, las buenas gentes de Madrid, iniciaron frente al Palacio Real una decidida, y también desesperada, defensa de sus derechos nacionales,

El centro de la rebelión fue el Parque de Artillería que ocupaba el viejo palacio de los duques de Monteleón en la hoy Plaza del Dos de Mayo. La decisión y protagonismo de los artilleros Daóíz y Velarde, y del teniente de Infantería Ruíz, han hecho que pase lógicamente a un segundo plano la actuación de oficiales de otros cuerpos y singularmente los marinos. En las crónicas de aquellos hechos, y sobre todo en la única narración de un testigo presencial, el teniente de Artillería Rafael Arango, ayudante del Parque, se recoge la presencia de la Armada. Los alféreces de fragata José de Hezeta Zanea y Juan Van Halen Sarti lucharon en el Parque, y el también alférez de fragata Manuel Esquivel Castañeda, pariente por cierto de Van Halen, combatió en otros escenarios de aquella fecha. Este último estaba destinado en la fuerza de Granaderos de Marina que Godoy había ordenado trasladadarse a Madrid desde Cartagena y estaba de guardia en el Gobierno Militar en la Puerta del Sol, luego casa de Correos.

Hezeta, destinado en la Secretaría de Marina, fue de los primeros en llegar al Parque al frente de un numeroso grupo de paisanos, y pidió a Arango que desarmara al retén de soldados franceses y entregase armas al pueblo. Arango se resistía por no contravenir las órdenes del capitán general Francisco Xavier Negrete, y envió al jovencísimo alférez de fragata, que él supone alférez de navío, a casa del comandante Navarro Falcón, jefe del Parque, para conocer su opinión. En ese momento llegó al acuartelamiento el alférez de fragata Juan Van Halen Sarti, amigo y compañero de estudios de Hezeta, destinado a las órdenes del Ingeniero General de Marina, que se había puesto a la cabeza de un grupo de paisanos de Lavapiés, y de camino ya había mantenido enfrentamientos con los franceses.

Cuando Hezeta iba a emprender su marcha, ya con el ambiente muy tenso y viéndose de lejos a los primeros contingentes imperiales, llegó al Parque el capitán Daoíz, que ya se había entrevistado con su comandante, ordenó a Arango que pusiese en posición los cañones y no saliese del cuartel con sus artilleros. Entregó armas a los paisanos y al grito «¡A morir! ¡A vengar a España!», se dispuso a convertir el cuartel en fortaleza, mientras dio nuevos ánimos la llegada del capitán Velarde con una compañía del Regimiento de Voluntarios de Estado que mandaba el capitán Goicoechea, única fuerza que había consentido enviar en refuerzo del Parque el coronel del Regimiento, el veterano marqués de Palacio.

Mientras, Esquivel, al ser relevado de su guardia en la Puerta del Sol, comprobó que el relevo llegaba sin cartuchos y optó por acudir a su cuartel en el Palacio del Buen Retiro. En el camino mantuvo enfrentamientos con los franceses, reconocido como jefe por un grupo de paisanos. Aunque algunas crónicas le suponen herido grave, en un informe de la época recogido por José María Alía en «Dos días de mayo de 1808 en Madrid»· se escribe: «teniendo la fortuna de que ni siquiera me hirieran un hombre», Esquivel logró escapar a Cádiz.

El que resultó herido de alguna gravedad en la puerta del Parque fue Van Halen, que se retiró, al cesar el enfrentamiento, a casa de sus padres. Cuan su estado se lo permitió abandonó Madrid camino de Galicia, alcanzando intervenir en la batalla de Rioseco. En Ferrol se le dio el mando del cañonero «Estrago» hasta la rendición de aquella plaza. Mientras, Hezeta huyó a Cádiz y fue de los primeros que predicaron la insurrección y allí se encontraba cuando la rendición de la escuadra francesa en la bahía gaditana el 11 de julio. Hezeta y Van Halen pasaron durante la guerra al Ejército de Tierra. El primero llegó a alcanzar el grado de brigadier y el segundo el de mariscal de campo.

Aquellos jóvenes marinos –Hezeta, Esquivel, Van Halen– escribían las primeras páginas de sus azarosas vidas en aquel sangriento Dos de Mayo. Sus superiores de mayor graduación optaron por la prudencia mientras ellos apostaron por el riesgo, por la exaltación de la sangre de sus pocos años. Un Granadero de Marina yace muerto al pie del célebre lienzo de Goya que refleja la lucha contra los mamelucos. Pudiera ser Esteban Casales Riera, la primera víctima mortal de la Armada en la Guerra de la Independencia, entonces aún no declarada.

Decisiva fue la participación del Auditor del Consejo Supremo del Almirantazgo, Juan Pérez Villamil, redactor del Bando que firmaron los dos alcaldes de Móstoles, Torrejón y Hernández, que supuso, nada menos, la declaración de guerra a Napoleón.

Siempre me extrañó que con estos antecedentes no figure una representación de la Armada entre las fuerzas militares que desfilan en la Puerta del Sol cada Dos de Mayo. La Comunidad de Madrid debería enmendar esta ausencia. Me consta que no soy el único que la lamenta. La Armada, hasta donde sé, también.

Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.

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