La Assemblea de Catalunya, reencarnada

La enorme manifestación del Onze de Setembre no ha pillado por sorpresa a todos los despachos de la capital de España, pero sí que ha sorprendido a más de uno. Se lo esperaban y no se lo esperaban. En la segunda mitad de julio comenzó a cundir la idea, en Madrid, pero también en Barcelona, que la demoledora confesión de Jordi Pujol sobre su patrimonio oculto en Andorra iba a tener efectos desmovilizadores en el movimiento soberanista. La Diada del 300 aniversario de 1714 podía pinchar. Un desfallecimiento que hoy enmarcaría el debate público. Bastaba con que hubiese algunos claros bien visibles en la Diagonal o en la Gran Via.

A mediados de agosto, cuando la Assemblea Nacional Catalana, organizadora de la manifestación, lanzó un grito de alarma señalando que el número de inscritos en la manifestación, era inferior al de la cadena humana del año anterior, la impresión de que se avecinaba un posible descalabro se acentuó.

Ignoro si el llamamiento de la ANC respondía a la realidad o no, pero es evidente que con aquel grito de alarma –“atención, que después del caso Pujol podemos acabar haciendo el ridículo”- consiguieron movilizar a los que aún no se habían inscrito en ese gigantesco mosaico humano. La ANC ha mostrado en sus dos años de existencia una notable capacidad política, actuando como “partido por encima de los partidos”, en un momento de acentuada erosión del sistema político convencional.

La ANC tiende a reproducir en tiempos de democracia el papel que jugó en los años setenta la Assemblea de Catalunya, plataforma unitaria de la oposición democrática que alcanzó un notable prestigio y una remarcable capilaridad social, con asambleas locales en los principales municipios y comarcas de Catalunya. Pese a la acción represiva de la policía, las iniciativas y convocatorias de la Assemblea de Catalunya consiguieron una notable extensión, formando una corriente civil democrática de confines difusos. Se podía participar en la Assemblea de Catalunya, que llegó a emitir carnets, sin necesidad de pertenecer a ningún partido clandestino. El triple lema de la Assemblea de Catalunya, “Llibertat, amnistía y Estatut d’Autonomía”, acabó recorriendo toda España y fue coreado en algunas manifestaciones en Madrid. No sin pugna con otros partidos, el principal director de orquesta de aquel organismo fue el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), el partido comunista catalán, altamente especializado en la política de alianzas.

(Durante décadas, la gran obsesión de los comunistas fue evitar el aislamiento que les imponía la guerra fría. Procuraban estar en todas las plataformas de oposición y evitaron formar un sindicato clandestino a la vieja usanza, concentrando sus esfuerzos en las nuevas Comisiones Obreras, ilegales, pero también insertas en las estructuras del sindicato vertical).

La ANC no es un calco de la vieja Assemblea de Catalunya, pero esa es su matriz histórica. No hay duda que CDC y ERC son los partidos que más influyen en ella, pero mis datos indican que no es un satélite fácilmente controlable por la Generalitat. La imagen de Artur Mas y Oriol Junqueras disputándose el control de la marioneta creo que no sería del todo exacta. Esa lucha existe y puede que se haga más visible en los próximos meses, pero la ANC no es una simple “correa de transmisión” de los partidos catalanistas, por decirlo a la antigua manera, cuando las fábricas y las máquinas inspiraban el lenguaje político.

Buena parte de los afiliados a la ANC no pertenecen formalmente a ningún partido, pero muchos de ellos tienen experiencia política. Y una notable calificación profesional, de promedio. La ANC ha reavivado en antiguos militantes el interés por la política y por el activismo. Hay muchos jóvenes interesados por un nuevo horizonte, pero también gente madura que ha redescubierto el placer de militar por una causa, sin la neurosis electoral y sin un aparato asfixiante encima. La ANC forma parte del catálogo de respuestas civiles a la crisis de la política profesional. He ahí una de las claves de su éxito. En la actualidad cuenta con unos 51.000 socios.

Además de los socios vinculados a CiU y ERC, destacaría otras tres corrientes en su interior: gentes provinentes de la izquierda independentista –durante décadas minoritaria y fragmentada-, personas que en algún momento pasaron por el PSC y antiguos militantes y cuadros del PSUC en Barcelona y comarcas. (En el área metropolitana de Barcelona, no son pocos los antiguos militantes y simpatizantes del PSUC que también se están interesando por los círculos de Podemos). Gente que ha regresado a la política sin necesidad de comprometerse con ningún partido. No pocos profesionales jubilados, con tiempo libre y gran experiencia en tareas organizativas. Y un montón de independientes. Ese es el paisaje humano de la ANC. Un paisaje humano situado más a la izquierda que en el centro, no necesariamente amigo del pujolismo. El escándalo Pujol les habrá afectado, sin duda, puesto que su radiación negativa es enorme. Más allá de las filias y las fobias, del enojo, de la irritación y de la indignación, una gran mayoría de catalanes ha sentido vergüenza estas últimas semanas. Les ha afectado, pero no les ha desmovilizado. Al contrario.

Ahí tienen una de las claves del éxito de la manifestación de Barcelona.

La ANC ha generado una esfera política relativamente autónoma de los dos partidos principales del soberanismo. Y subrayo el adverbio relativo. CDC y ERC influyen en la ANC y, a su vez, la ANC les tutela. Algo parecido llegó a suceder con la Assemblea de Catalunya en su momento de mayor madurez. El PSUC marcaba las líneas principales, pero no la podía manejar a su antojo. Insisto, la ANC es un sujeto político complejo, muy vivo y en estos momentos entusiasmado por el monumental éxito de sus tres Onze de Setembre. Intentaré resumirlo: gente que ha logrado construir acción política fuera de los partidos, hoy ve reflejado el éxito de su trabajo en las páginas de los principales diarios del mundo. No es poco. Pretender que el escándalo Pujol iba a frenarles refleja una cierta desinformación sobre el estado de las cosas en Catalunya.

Evidentemente, el éxito del Onze de Setembre también ha sido propulsado desde “arriba”. Sobre este particular no caben ingenuidades. La Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona han puesto todo su aparato institucional al servicio de la convocatoria. Negar este extremo sería negar la evidencia. TV3 se ha volcado, yendo esta vez más allá de lo que ha ido en otras ocasiones, lo cual no entusiasma a todos sus espectadores. El éxito de TV3 se ha basado, entre otros factores, en su prestigio social, gracias a una programación de verdadera calidad en la que se invierten muchos recursos, y en la capacidad de establecer unas fronteras difusas con los espectadores de otras cadenas. A lo largo de su historia, TV3 ha tenido niveles de rechazo relativamente bajos. Esa ha sido la clave de su innegable hegemonía. Cuando la polarización y la tendencia superan un cierto límite el rechazo crece. El Sindicat de Periodistes ha emitido un comunicado manifestando su preocupación por el sesgo. Este es un dato importante para los próximos meses.

El monumental Onze de Setembre del 2014, por lo tanto, es fruto de dos impulsos, uno que venía desde “arriba” y otro que surgía desde “abajo”. Negar la existencia del primero es pueril. Subvalorar el segundo, es erróneo. Habrá que ver en los próximos meses cómo evoluciona el equilibrio entre el Govern (hoy monocolor de CiU), el Parlament (sin mayoría absoluta) y la acción ciudadana de signo soberanista (capitaneada por la ANC).

La intensa explotación política y mediática del caso Pujol está teniendo un gran impacto en la sociedad catalana, pero no ha perforado las planchas de la ANC, formada por gente con cultura política. Lo escribí en la edición impresa de “La Vanguardia” poco antes del Onze de Setembre, previendo el éxito de la manifestación: “Con el deseo de humillar no se ganan grandes batallas”. La cuestión de la autoestima es muy importante en la dinámica de las sociedades y de las corrientes políticas. Al respecto recomiendo la lectura de un reciente artículo publicado en muy recomendable blog de ciencia política llamado Cercle Gerrymandering.

El caso Pujol no ha perforado las planchas de la ANC, pero va a tener efectos importantes en la política catalana, a corto, medio y largo plazo. El cráter es enorme y la radiación intensa. La capacidad operativa de CDC ha quedado disminuida y su refundación no va a ser fácil. A partir de este momento, concluida la demostración de fuerza del Onze de Setembre, comienza un impredecible combate de judo entre CDC y ERC. Este será el trasfondo de las próximas semanas, que, en algún momento, nos pueden parecer ilegibles.

Tengo un enorme interés por ver cuál será el comportamiento de la Assemblea Nacional Catalana a medida que la competición entre CDC y ERC se haga más intensa y explícita. Ayer mismo la ANC propuso la creación de una Taula de Forces Polítiques i Socials per a l’Estat propi, para “garantizar la unidad del proceso”. (Ecos inconfundibles de la Assemblea de Catalunya).

Evidentemente, el comportamiento del Gobierno de España puede influir decisivamente en el desenlace del combate de judo soberanista. ¿A quién prefiere Rajoy como interlocutor catalán principal ante una próxima legislatura sin probable mayoría absoluta en el Parlamento español? Quizá ésta acabe siendo la pregunta clave del código 11-9-11

No adelantemos acontecimientos. Entre tanto, para comprender mejor la composición de las fuerzas en presencia, me atrevería a recomendar a los lectores que repasen la historia de la Assemblea de Catalunya, fundada en 1971 y disuelta en 1977. Una de las pocas plataformas unitarias del antifranquismo que alcanzó una verdadera profundidad social, característica que no acompañó la corta vida de la Junta Democrática (1974) y la Plataforma de Convergencia Democrática (1975), promovidas por el PCE y el PSOE, respectivamente, como estructuras de carácter táctico en la recta final del franquismo.

La ANC es la reencarnación de la Assemblea de Catalunya, sin clandestinidad y con línea directa con el Palau de la Generalitat.

Enric Juliana

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