Por Roger Jiménez, periodista (EL PERIÓDICO, 24/04/06):
En los años 30 había en Estados Unidos un individuo bastante indeseable a quien preguntaron en un juicio por qué seguía atracando bancos. "Porque es allí --contestó un tanto perplejo por la pregunta-- donde se encuentra el dinero". Las elecciones italianas han puesto de manifiesto que Silvio Berlusconi tiene una capacidad mucho más desarrollada de lo imaginado para sobrevivir políticamente. Romano Prodi ha vencido "por un soplo", pero no es menos cierto que Il Cavaliere se ha negado a perder.
El caso es que la coalición de Berlusconi se ha llevado esta vez casi 19 millones de votos, y en la fotofinis su líder se queda a un palmo del palacio Chigi, que ha venido ocupando estos últimos cinco años y adonde puede volver al menor descuido. Y la gran pregunta es por qué le siguen votando después de incumplir su famoso programa-contrato con los italianos, de dejar al país en la ruina económica, de mantener un pulso casi cruento con los magistrados, de arrastrar un tremendo conflicto de intereses, de haber hecho aprobar leyes en su exclusivo beneficio, de mantener en secreto los orígenes de su inmensa fortuna, de existir serios indicios de colusión mafiosa en su poco edificante perfil, donde brilla todo excepto la transparencia-
Sus propios electores deberían ser los primeros en exigir transparencia, pero la cultura de las reglas del juego nunca ha sido dominante en Italia. Es más, en buena parte de la opinión pública está arraigada la convicción de que la persistencia de la oposición en atacar un punto tan vulnerable para Il Cavaliere como el conflicto de intereses (poseer tres canales de televisión y controlar como primer ministro los tres públicos) es un instrumento para eliminar de la escena a un adversario peligroso.
ALGUNOS sociólogos y politólogos sostienen que Berlusconi es la autobiografía de Italia. En las elecciones del 2001, que le dieron su arrolladora y excepcional victoria, muchos le votaron sin amarlo políticamente, por deseos de cambio. Vieron una nueva frontera en la revancha del mercado, la única que quedaba en pie tras el fracaso de la utopía igualitaria y socialista. Pero se trataba de una nueva frontera cargada de riesgos, con la impotencia y la inquietud del ciudadano como derivadas. No tuvieron en cuenta que la gran maquinaria informativa del mercado conduce a un Estado y a una sociedad carentes de previsión sobre los efectos del desarrollo continuo e incontrolado, con una ausencia de responsabilidad sobre las operaciones futuras, el desprecio por la función ética de la política, la irrelevancia del delito, la impunidad de las penas y el vaciado de las leyes.
Pero en el 2006 le han vuelto a votar hasta el punto de hacer casi innecesario que haga las maletas. ¿Está viviendo Italia un proceso colectivo de declive o se trata de una crisis social más general? El gran talento de Il Cavaliere es haber identificado los valores populistas de los medios de masas como sustitutos de los medios tradicionales. Ha sido capaz de vaciar la política de contenido hasta el extremo de que su partido, Forza Italia, tiene la misma estructura y el mismo funcionamiento que una hinchada de fútbol con la terrible pobreza psicológica que la envuelve. El genial Federico Fellini lo había previsto todo en Ginger & Fred: "El infantilismo de masas y el autoritarismo, la dictadura de la vulgaridad, esta mediocridad que avanza, corrompe y lo devora todo".
Estos millones de personas han votado de nuevo a Silvio Berlusconi porque dice las cosas que desean escuchar, las fábulas con final feliz que representan la parte dulce de la vida. En la confusión y complejidad del mundo, la explícita voluntad del padre padrone de acometer sus negocios y los de sus amigos confiere al proyecto una claridad brutal, y coloca un torpedo en plena línea de flotación de una democracia que ha llegado a estar dominada, paralizada y subvertida por promesas pueriles. Alguien debería avergonzarse de esta vergüenza.
LORD NEVIL decía que los italianos aman más la vida que los intereses políticos, los cuales no les tocan de hecho porque no tienen una patria. A menudo, el honor caballeresco tiene poca fuerza en una nación donde la opinión y la sociedad que la forman no existen. Falta una sociedad y una opinión pública sin las que el país corre el riesgo de reducirse a un museo.
Estas elecciones han patentizado la existencia de dos Italias: una, constituida por la tierra verde, el mar transparente, las imponentes ruinas de los tiempos antiguos, los montes aéreos y la atmósfera calma y radiante que está infusa en todas las cosas. La otra, consiste en los italianos de hoy, en sus acciones y costumbres. Una es la más sublime y hermosa visión que pueda jamás ser concebida por la imaginación humana; la otra es la Italia misteriosa y violenta, la que habla en voz baja o calla bajo los efectos de la omertà. Una Italia degradante, desagradable y odiosa que nunca será un país normal hasta que no se sacuda tanta anomalía.