La barbarie de un verano cálido

Ahora que el calor del verano nos ha llegado, es oportuno reflexionar que muchos de los estallidos notables de la violencia humana parecen tener lugar durante el caluroso mes de julio. Para algunos, los meses de julio y agosto se asocian con las vacaciones, el descanso y la tranquilidad, pero en realidad es durante el verano cuando la humanidad revela más su barbarie. Aquí hay algunos ejemplos de la Historia Contemporánea. En julio de 1945 la primera bomba atómica experimental se puso en marcha a las 5.30 de la mañana en el desierto de Nuevo México, creando una nube de humo en forma de hongo que se elevaba hasta los 14.000 metros. La bomba emitió un calor tres veces la temperatura del interior del sol y acabó con toda la vida vegetal y animal en un radio de dos kilómetros. Un mes más tarde, la primera bomba atómica activa fue lanzada sobre la ciudad de Hiroshima, causando más de 160.000 muertes. Una segunda bomba fue lanzada tres días después sobre Nagasaki. El verano para los seres humanos es el verano de la muerte, cuando las temperaturas aumentan y estimulan la violencia. Por alguna entelequia preferimos olvidar la barbarie, y en su lugar vemos sólo los aspectos positivos.

La barbarie de un verano cálido¿Quién puede negar que haya aspectos positivos? Las masacres de Hiroshima y Nagasaki provocaron el final inmediato de la Segunda Guerra Mundial en Asia. De la misma manera, la presión de veranos calientes provocó la Revolución Americana en julio de 1776 y la Revolución Francesa en julio de 1789. Ambos eventos fueron el preludio de un período terrible de violencia, guerra y muerte, pero los historiadores suelen pasar tenuemente sobre lo desagradable de la realidad y hablan en su lugar de temas tales como la libertad, la fraternidad y la democracia. Los niños en las escuelas aprenden una versión enmascarada de las revoluciones famosas y se les anima a respetar los valores que supuestamente fueron defendidos por los rebeldes. Lo mismo sucedió durante toda una generación en España, cuando se alentaba a las escuelas a respetar la ideología que llegó al poder después de la sublevación militar en julio de 1936. Fue muchos años antes de que los hechos reales sobre el impacto de la violencia en España pudieran ser revelados y evaluados.

Este año 2015 ha sido testigo de la misma tendencia a ignorar algunos hechos y exaltar otros. En todo el mundo occidental, los países que participaron en la lucha militar contra la dominación nazi han celebrando durante este año el final de la Segunda Guerra Mundial. La celebración está bien justificada, pero casi no se ha mencionado la cifra de muertos entre los alemanes. La mayoría de la gente sabe del bombardeo devastador de los aviones británicos sobre la ciudad de Dresde, donde 25.000 personas murieron en una sola noche. Los británicos siempre han expresado públicamente su pesar por el evento. Menos conocido, sin embargo, es otro ataque aún más terrible, llevado a cabo en el mes fatal de julio de 1943. Fue un julio caluroso, y las miles de toneladas de bombas lanzadas por 800 bombarderos sobre Hamburgo en la noche del 27 de julio, crearon una tormenta de fuego que acabo con la vida de más de 40.000 ciudadanos. No en vano se le dio a la operación el nombre en clave de Operación Gomorra, para recordarnos la ciudad que Dios destruyó por sus pecados.

Hay pocas dudas de que julio es un mes que debería inspirar temor. Los psicólogos comentaron hace tiempo el hecho de que las tensiones y la violencia aumentan en los períodos de altas temperaturas. La relación entre el calor y la agresión es una circunstancia que la mayoría de nosotros reconocemos en nuestros estados de ánimo. Durante un verano caluroso, la irritación que causa el calor se ha reconocido como un factor en el aumento estacional de los delitos violentos. Y el aumento de la tensión personal no es el único factor relevante. En condiciones de calor, la gente sale a la calle, y ahí es donde la violencia tiende a estallar. La inquietud sentida por toda una comunidad puede, en una noche de verano sofocante, dar lugar a un punto crítico que no habría sucedido en una noche húmeda o invernal.

Muchos de los grandes disturbios en la historia de Europa se han producido durante el auge del verano. En verano, hay naturalmente más gente en la calle; se consume más alcohol y la oportunidad para los pequeños desacuerdos que se puedan producir se agranda. En Londres hoy, el nivel de homicidios toca techo durante los meses de verano. Es una tendencia que se refleja en todo el mundo. Hace algún tiempo, un psiquiatra estadounidense llegó a la conclusión de que la violencia entre hombres y mujeres empepora cuando hace calor. «La violencia de los hombres hacia las mujeres aumenta en verano, independientemente de cualquier cambio estacional importante.» Otro estudio estadounidense llegó a la misma conclusión sobre la frecuencia de las violaciones, siempre más frecuentes en verano.

Tal vez el caso más notable de calor y agresión, sin embargo, se puede encontrar en las estadísticas de los conductores. En Inglaterra, la muerte por conducción llega a su nivel más alto en verano. Hay, por supuesto, muchas razones por las que sucede esto, sobre todo porque hay más coches en las carreteras en verano. Pero los estudios han demostrado también que la paciencia de los conductores es mucho menor en condiciones de calor que en condiciones de frío. Es interesante observar que sólo una pequeña minoría de coches en Inglaterra posee aire acondicionado.

Los expertos que se especializan en una ciencia conocida como «estudios de conflicto» dudan poco de que la temperatura tiene un papel crucial en la causa de la agresión, tanto si la agresión es individual, o colectiva, o llevada a cabo a través de mecanismos externos, tales como un automóvil. Un extenso informe reciente sobre este tema llega a la conclusión de que «la magnitud de la influencia del clima en los conflictos modernos es a la vez importante y estadísticamente muy significativa. Cada cambio en el clima hacia temperaturas más cálidas aumenta la frecuencia de la violencia interpersonal en un 4% y el conflicto entre grupos sociales en un 14%».

El tema tiene especial relevancia en el caso de los países cálidos del sur de Europa, donde era normal hace unos años vender un coche sin aire acondicionado. Pero en 2003, ocho de cada 10 vehículos vendidos en España llevaban algún tipo de refrigeración de serie. España es un territorio con muchas zonas de temperaturas extremas, pero hace 10 años poco más de 620.000 viviendas disponían de algún sistema de refrigeración, es decir, ni siquiera seis de cada 100. En 2014, las cifras indican que más del 40% de todas las casas tienen algún tipo de aire acondicionado. Parece, entonces, que los países del Mediterráneo desean minimizar los efectos en su vida cotidiana del calor climático excesivo.

Eso no afecta el importante papel de los veranos calurosos en la vida social de las comunidades. Las protestas callejeras, del tipo que hemos visto estos días en las calles de Atenas, determinan la forma en que las personas piensan y actúan. En tiempos de crisis aguda, como ha ocurrido siempre en el pasado, la crisis provoca violencia. Los fanáticos, como ha ocurrido en Túnez, eligen el calor del verano para ventilar su ira sobre los demás. El mundo tiende a cambiar durante el mes de julio, aun cuando la mayoría de nosotros esperamos nada más que tranquilidad.

Henry Kamen es historiador británico. Su última obra, publicada por La Esfera de los Libros en 2014, es España y Cataluña. Historia de una pasión.

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