La barrera etnolingüística crece en Cataluña

Gracias a los avances de la izquierda plurinacional y de las concesiones a los separatistas por parte de nuestro Gobierno, en Cataluña disfrutamos de una revifalla, de un avivamiento de la locura procesista. El caso más reciente ha sido el ataque, en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), a un tenderete que los valientes miembros de S'ha Acabat habían montado en el campus.

Ya sabemos que, desde hace tiempo, no hay fascistas como los que se llaman a sí mismos antifascistas. A S'ha Acabat les insultaron, humillaron y destrozaron la carpa a pesar de los esfuerzos de la vigilancia privada de la UAB. A los Mossos d’Esquadra ni se les vio.

Qué vamos a decir de las horas bajas que vive la universidad hoy en día. Cuecen habas en todas partes. Es la revolución de los niñatos. Alumnos que no van a la universidad a aprender, sino a amedrentar y fastidiar a los estudiantes normales.

No es buen momento para las libertades políticas, intelectuales y de expresión. Las pasiones identitarias andan desatadas, sobre todo en Cataluña. El penoso incidente de la UAB llega después de otras manifestaciones de acoso a los castellanohablantes.

Hace unas semanas, la Generalitat, a través de la Consejería de Investigación y Universidades (en manos de Gemma Geis, de Junts per Catalunya) llegó a un acuerdo con los rectores, en su mayoría separatistas, para elaborar listados de profesores que osen dar clases en español.

Poco después de cumplirse cuatro años del maldito referéndum, en una radio catalana subvencionada por todos se le deseó a esos profesores universitarios que enseñan en español un "buen día de mierda”. Esto coincidía con la llamada al boicot de la película Mediterráneo, centrada en la ONG Open Arms y que ha sido preseleccionada para los Óscar, porque su lengua es el español. “¡Es una vergüenza promover cine en ñordo!” comentaban en Twitter los odiadores de mi tierra, Cataluña.

Ñordo es el término despectivo que esos odiadores utilizan para referirse a la lengua materna de la mayoría de los catalanes. Según ha publicado recientemente La Vanguardia, el 41% de los catalanes afirma que el español es la lengua que suele hablar en su casa. No puede ser por tanto más necia y sin esperanza esa castellanofobia cultivada durante decenios por los gobiernos nacionalistas de Cataluña con la impagable ayuda de la izquierda.

Pero la lengua castellana es el enemigo a batir porque interfiere con una lengua catalana que, fuera caretas, sólo importa como medio de construcción nacional.

Adolf Tobeña, catedrático de psiquiatría de la UAB y autor de numerosos libros de divulgación científica, lleva desde principios de 2018 trabajando en el análisis del proceso independentista en Cataluña juntamente con los estadísticos Josep María Oller (Universidad de Barcelona, UB) y Albert Satorra (Universidad Pompeu Fabra, UPF).

La última entrega de este proyecto, que ha producido varios documentos, ha sido un interesante paper sobre la lengua. En Parochial Linguistic Education: Patterns of an Enduring Friction within a Divided Catalonia, los autores analizan el sistema educativo lingüístico de inmersión. Un sistema en el que el catalán tiene prioridad en todos los planes de estudio de la escuela primaria y secundaria como vehículo preferente de penetración política del separatismo.

Los autores analizan una encuesta que aborda los perfiles lingüísticos y de opinión en relación con la lengua materna y los sentimientos de identidad nacional. La lengua materna es un factor que diferencia a los participantes en cuanto a usos lingüísticos comunes y opiniones sobre el sistema educativo de inmersión.

En general, sus resultados muestran que la ciudadanía catalana es sometida a un sistema educativo que no se ajusta a las preferencias de los ciudadanos de habla hispana. También muestran que esa propaganda nacionalista de la que tanto se presume, como la de que el sistema educativo de inmersión lingüística en Cataluña es una “política de éxito” y conduce a la “cohesión social”, es falsa.

Los resultados del estudio sobre los efectos del sistema de inmersión en el rendimiento escolar alertan, precisamente, sobre los efectos negativos en el provecho académico global de los alumnos procedentes de hogares donde el catalán no es la lengua familiar. Según los autores, la inmersión parece facilitar el avance de un sector (lingüístico) particular de la comunidad.

El presidente Pere Aragonès, socio de Pedro Sánchez, insiste en que trabajará para “toda Cataluña”. Una Cataluña que, según él, es “un solo pueblo”. Sin embargo, y junto con las demás fuerzas políticas separatistas, Aragonès sigue ensanchando la división etnolingüística hasta extremos peligrosos.

S'ha Acabat, que pide la neutralidad ideológica y el fin de la politización en las aulas universitarias, es atacado en Cataluña. Y una diputada de la CUP, Eulalia Reguant, no sólo no les defiende en este Parlamento que supuestamente pertenece a todos los catalanes, sino que felicita a los agresores y llama “fascistas” a los agredidos.

“El fascismo es un conjunto de ideologías y prácticas que busca colocar a la nación, definida en términos exclusivos biológicos, culturales y/o históricos, por encima de todas las demás fuentes de lealtad y crear una comunidad nacional movilizada” dice Google. Los aplausos que recibió Eulalia Reguant tenían esa afiliación.

Teresa Giménez Barbat es escritora y exeurodiputada.

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