La baza india

Por Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París (LA VANGUARDIA, 10/03/06):

La visita de George W. Bush a Nueva Delhi se ha presentado como un hito, un momento crucial, en las relaciones entre ambas potencias. También es verdad que no han menudeado las visitas de presidentes estadounidenses a India. Antes de Bush, Bill Clinton en el 2000 y Dwight Eisenhower en 1959 visitaron la capital india.

Durante la guerra fría, India fue líder de los países no alineados. Cultivaba, no obstante, una estrecha relación estratégica con la Unión Soviética, su principal proveedor militar, a la par que unas relaciones muy distantes y notablemente frías con Estados Unidos. El término de la guerra fría impulsó a India a realizar un viraje y construirse una nueva identidad. Ser líder de los países no alineados tampoco significaba gran cosa tras el punto final de las diferencias Este-Oeste. E India no podía apoyarse en un eje con Moscú, que no podía entonces cumplir tales expectativas. El Tercer Mundo -India aspiraba a ser uno de sus líderes- se había convertido en un concepto fragmentado entre países que habían logrado industrializarse, países ricos en materias primas y países sumidos en la miseria.

Y además -última mala noticia para India-, China había levantado el vuelo económicamente hablando desde hacía un decenio.

India, en consecuencia, decidió abrir su economía y conquistar una nueva posición, reinvindicando su puesto como sexta gran potencia del planeta. Factor que le impulsó a tratar de acercarse a Washington por considerar que, en un mundo dominado por los estadounidenses, era imposible eludir tal envite. No obstante, el papel de gran potencia demandaba igualmente su confirmación como potencia nuclear, por lo que India procedió a efectuar una serie de ensayos en 1998 con la consecuencia inmediata de un enfriamiento brutal de sus relaciones con Estados Unidos, para quien la no proliferación nuclear constituía la prioridad absoluta.

El 11-S del 2001 dio nuevas esperanzas a los indios. Confiaban en convencer a los norteamericanos de que rompieran con Pakistán en nombre de un frente global contra el terrorismo islámico, que golpeaba tanto a Estados Unidos como a India. Sin embargo, la ruptura entre Musharraf y los talibanes vino a incrementar el peso de Pakistán en el marco de las nuevas prioridades de Washington, la lucha contra el terrorismo.

Existen, no obstante, otros factores que tener en cuenta en el acercamiento de posiciones entre India y Washington. Entre ellos, la presencia de una diáspora india positivamente integrada en Estados Unidos y la perspectiva de un mercado prometedor, con una mano de obra local cualificada en su mayoría y con buen conocimiento del inglés. Con 160 millones de fieles, India abriga el segundo grupo de población mundial musulmana después de Indonesia; sin embargo, es uno de los pocos países donde Estados Unidos goza de una imagen positiva, con un 71% de respuestas favorables sobre la cuestión según el último sondeo del Pew Research Center.

Ahora bien, la relación con China constituye el factor más susceptible de acercar las posiciones de Nueva Delhi y Washington. Los norteamericanos querrían reproducir con India -contra China- la misma operación que realizaron con China contra la URSS en 1971: apoyarse en la potencia en auge para forjar una alianza de costado contra la que se alza como amenaza principal. India, asimismo, mantiene buenas relaciones con Israel, su segundo proveedor militar. India e Israel establecieron relaciones diplomáticas en 1992. India - país que durante mucho tiempo fue el principal abogado de la causa palestina en el seno del movimiento de países no alineados- ya no se muestra actualmente tan ardiente defensora en esta cuestión.

George W. Bush se ha comprometido asimismo a modificar la legislación norteamericana que prohíbe los intercambios tecnológicos con países no firmantes del tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Sin embargo, Estados Unidos no cree demasiado en el TNP y prefiere, en este como en otros casos, abordar caso por caso y no actuar según las normas y criterios de una convención internacional. Por otra parte, el realismo obliga a cobrar conciencia de que será imposible conseguir que Nueva Delhi vuelva sobre sus pasos en materia nuclear.

Con todo, India podría advertir perfectamente los límites del acercamiento a Washington si el Congreso se niega a ratificar el acuerdo cerrado por George W. Bush. Washington no ha sido capaz de garantizar a India un asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU por el fracaso de la reforma de las Naciones Unidas debido, en gran medida, a la oposición estadounidense. Por otra parte, el acercamiento a Estados Unidos es criticado en el ámbito interno indio tanto por los musulmanes como por la izquierda. India se aproxima a Estados Unidos en busca de un estatus de gran potencia, aunque ello no implica que vaya a suscribir todos los puntos de vista de Washington. A India, asimismo, le resultará difícil mantener buenas relaciones con Irán; país no obstante esencial para su abastecimiento de petróleo. Tampoco está claro que India esté dispuesta a repartir juego norteamericano en una partida con Pekín. Las relaciones entre China e India son complicadas y complejas, pero sobre este particular Nueva Delhi mantiene su propia agenda, que no es exactamente la de Washington.