La biblia oficial de la conferencia episcopal: hacia una vulgata española

Ya está en las librerías la Sagrada Escritura. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Es un relevante acontecimiento histórico para la Iglesia, para la exégesis y, en general, para la cultura. Por primera vez, la Iglesia cuenta con una traducción de la Biblia al español reconocida como la oficial para ser utilizada en las actividades propias de su obra evangelizadora.

1. Hasta el Concilio Vaticano II existía una traducción oficial latina de la Biblia, la misma en todo el mundo para la Iglesia Católica: la llamada Vulgata. Aquella versión al latín de los textos bíblicos originales había sido hecha por San Jerónimo en el siglo IV. Revisada en varias ocasiones, sigue siendo el texto bíblico oficial para la Iglesia Católica en su última puesta al día, de 1986. Se hicieron diversas traducciones a todos los idiomas modernos, entre ellos, al español. Por ejemplo, las versiones de Scio de San Miguel, del siglo XVIII, Torres Amat, del XIX, o Nácar-Colunga, del XX. Sin embargo, hasta el tiempo posterior al Concilio, las traducciones no abundaron y, menos, las populares. Apenas se recurría de modo directo al texto sagrado en las diversas acciones evangelizadoras de la Iglesia. La gran excepción era la liturgia: aunque con menos abundancia que ahora, en la celebración de la Santa Misa, de los demás sacramentos y del Oficio Divino, el recurso a los textos bíblicos era obligado. Por ese camino las palabras de la Sagrada Escritura —en la versión de la Vulgata— se fueron grabando en la memoria de la Iglesia. Como es natural, de un modo mucho más extenso entre quienes podían comprender la lengua latina. Pero también, aunque de modo más fragmentario, entre los fieles en general.

En los últimos cincuenta años, el panorama ha cambiado bastante. Ahora, gracias a Dios, son muchos más los lectores de la Biblia, y más amplio su empleo en la liturgia y en otras acciones de la Iglesia. Pero también son muchas y diversas las traducciones españolas. La diversidad no está mal de por sí. Por el contrario, puede ser buena para estimular el trabajo exegético y, en algunos casos, para favorecer la mejor adaptación a determinados grupos de lectores, según gustos o condiciones culturales. Sin embargo, cuando se carece de un texto de referencia, establecido con alguna autoridad y permanencia, resulta más difícil retener en la memoria el texto sagrado. Después de varios decenios de amplia experiencia de traducir la Biblia al español y de leerla en diversas traducciones; y después de haber escuchado en la liturgia un gran caudal de textos bíblicos en nuestra lengua, parecía llegado el momento de intentar una traducción enriquecida con todo ese bagaje y ofrecida con vocación de actuar como instrumento de referencia. La Conferencia Episcopal asumió este reto. Su versión oficial pretende ser un paso hacia la consolidación de lo que podríamos llamar una vulgataespañola. Si se consigue, ahora que la Biblia ha ganado tantos lectores y tantos oyentes, este texto de referencia será un excelente multiplicador del conocimiento de la Sagrada Escritura y, por tanto, del mismo Jesucristo.

2. La conveniencia de abordar un trabajo como éste se remonta a la época del Concilio. Por entonces se comenzó la traducción al español de los textos bíblicos que habrían de ser proclamados en las celebraciones litúrgicas. En 1971 se disponía ya de todo el leccionario dominical, en el ciclo trienal instaurado después del Concilio, que incluía muchos más textos que el misal tridentino. La Conferencia Episcopal puso aquella labor bajo la sabia dirección del P. Luis Alonso Schökel (1920-1998). El resultado fue, en conjunto, muy bueno. Se sopesó la posibilidad de continuar los trabajos de traducción hasta completar toda la Biblia, pero se pensó que los tiempos no estaban todavía maduros para ello.

Con la publicación en 1993 del documento de la Pontificia Comisión Bíblica titulado La interpretación de la Biblia en la Iglesia, se volvió a hablar de nuevo con más insistencia sobre la conveniencia de publicar una Biblia oficial de la Conferencia Episcopal, cuya traducción habría de hacerse siguiendo el espíritu de las traducciones litúrgicas existentes, aprovechando también la ocasión para introducir en éstas las correcciones que el uso venía mostrando como necesarias. En 1996 la Conferencia Episcopal se dotaba de una Comisión encargada de poner en marcha el trabajo. Se creó un Comité Técnico, cuya presidencia fue confiada a Domingo Muñoz León, investigador durante años en el CSIC y profesor de Sagrada Escritura en Madrid. Como secretario del Comité fue nombrado Juan Miguel Díaz Rodelas, catedrático de la Facultad de Teología de Valencia y, durante años, presidente de la Asociación Bíblica Española, así como, ahora, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica. Bajo su dirección trabajaron veinticuatro especialistas con los criterios y condiciones ya aludidos.

En junio de 2007 la obra estaba terminada. Entonces fue sometida a la aprobación de los obispos en dos fases. Primero fue estudiada por un grupo de unos cuarenta prelados: los miembros de la Comisión para la Doctrina de la Fe, de la Comisión de Liturgia y de la Comisión Permanente, así como cuatro nombrados expresamente para esta tarea. Luego, en noviembre de 2008, la Asamblea Plenaria le dió su aprobación, con el voto cualificado exigido —de al menos dos tercios de sus miembros— para un texto destinado al uso litúrgico. El 29 de junio de 2010, la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos, tras un año de estudio, otorga su conformidad a esta traducción bíblica llamada a ser incorporada en los libros litúrgicos a medida que éstos vayan siendo revisados. Es, pues, una Biblia fruto de un cuidadoso trabajo de colaboración de muchas personas e instituciones cualificadas. Exégetas, teólogos, liturgistas, literatos, todos los obispos españoles, así como el dicasterio romano para la liturgia, con sus autoridades y expertos. Una hermosa sinfonía de labor especializada teológico-exegética y, al mismo tiempo, de cuidado magisterial y pastoral.

3. La versión oficial de la Conferencia Episcopal no excluye la utilización de otras traducciones que cuenten con la calidad y la aprobación necesarias. Pero está llamada a jugar un papel relevante en la misión de la Iglesia. Utilizada en los ámbitos eclesiales públicos, como el culto divino, la catequesis, la enseñanza religiosa escolar o la teológica superior y, al mismo tiempo, en los ámbitos más privados de la familia y los diversos grupos o asociaciones, así como en la lectura y la oración personales, esta traducción oficial contribuirá a que las palabras del texto sagrado, siendo siempre las mismas, se graben con más facilidad en la memoria y puedan mover mejor al amor a Jesucristo, del que habla toda la Escritura Santa. Sin tal amor al Señor no hay cristianismo. Porque la nuestra no es una «religión del libro», sino del Verbo encarnado: Dios mismo que nos habla en nuestro lenguaje tanto con las palabras de su enseñanza, como con las obras de su amor creador y redentor.

La Biblia es el libro por antonomasia. No hay otro tan traducido, tan editado, tan leído, tan cantado, tan venerado. La fuerza divina que lo inspira ha hecho de él la fuente más fecunda de humanidad y de cultura. Son innumerables las manifestaciones del espíritu humano emanadas de la Biblia en todos los ámbitos de la plástica, la literatura, la música y el pensamiento. El propio lenguaje de la humanidad y del mundo cristiano, es inimaginable sin su impronta bíblica. Ciertamente el español nació y se desarrolló dando expresión a la visión bíblica del hombre y del mundo. Esta Sagrada Escritura. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Españolase inserta en el gran acontecer de una lengua universal, como el español, en cuya propia entraña late y habla el Verbo de Dios. Como primer paso hacia una vulgata española, no es difícil pensar que también esta nueva versión prestará su contribución a la lengua española y a su mundo.

Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española.

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