La bisagra de la historia

Sanka VidanagamaNurPhoto via Getty Images
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Hace doce años, durante el Año Internacional de la Astronomía que conmemoró el 400 aniversario del primer uso de un telescopio por parte de Galileo, escribí “El valor del punto azul pálido”, una reflexión sobre cómo la astronomía ha revelado un vasto universo lleno de una cantidad inimaginable de estrellas, reduciendo así la importancia de nuestro sol y nuestro planeta. El “punto azul pálido” se refiere a cómo se ve la Tierra en una fotografía de 1990 tomada por la nave espacial Voyager cuando alcanzó los límites exteriores de nuestro sistema solar. El ensayo insinúa que el conocimiento obtenido por la astronomía “nos obliga a reconocer que nuestro lugar en el universo no es particularmente importante”.

Una reciente publicación en el blog de Holden Karnofsky me ha llevado a reconsiderar ese pensamiento. Karnofsky es codirector general de Open Philanthropy, una fundación que investiga las mejores oportunidades de concesión de subvenciones filantrópicas y publica las razones de sus decisiones. Pensar en la importancia a largo plazo de las decisiones filantrópicas de hoy en día forma parte, por la tanto, de las funciones desempeñadas por Karnofsky. Y, de hecho, él está pensando realmente a muy largo plazo.

Karnofsky señala que podríamos estar viviendo “en el comienzo de la pequeña franja de tiempo durante la cual la galaxia pasa de estar casi sin vida a estar en gran parte poblada”. Esa “pequeña franja de tiempo” comenzó, podríamos decir, con el primer uso de herramientas por parte de nuestros antepasados, hace unos tres millones de años. Terminará cuando nuestros descendientes, que podrían ser mentes digitales, en lugar de organismos biológicos, habiten en toda la galaxia, quizás dando paso a una civilización formada por una enorme cantidad de seres conscientes que duraría decenas de miles de millones de años. Karnofsky sostiene que hay una buena posibilidad de que este proceso de poblar la galaxia comience durante este siglo. Hasta el año 2100, es posible que lleguemos a desarrollar la tecnología para construir asentamientos autosuficientes en otros planetas.

Este pensamiento se hace eco de uno expresado en el año 2011 por el difunto filósofo Derek Parfit, quien casi al final del segundo volumen de On What Matters escribió: “Vivimos durante la bisagra de la historia”. Al igual que Karnofsky, Parfit pensaba en el advenimiento de tecnologías que, si se utilizan con sabiduría, permitirían a nuestra especie sobrevivir a “su período más peligroso y decisivo”, y permitiría a nuestros descendientes extenderse por toda nuestra galaxia. Parfit se refiere a “los próximos siglos”, en lugar de a sólo este siglo, como el período de tiempo que puede transcurrir antes de que los humanos sean capaces de vivir independientemente en otros planetas, pero incluso ese período sería sólo una porción pequeña de tiempo en comparación con lo que está por venir. Nuestra contribución más significativa a este desarrollo sería garantizar la supervivencia de la vida inteligente en nuestro planeta.

Pero, quizás la idea de que somos esenciales para este proceso es simplemente la última versión de la presumida ilusión de que los humanos son el centro de la existencia. Con seguridad, en este vasto universo, debe haber otras formas de vida inteligente, y si nosotros no poblamos la Vía Láctea, alguien más lo hará.

Sin embargo, como el físico Enrico Fermi preguntó una vez a sus colegas científicos durante el almuerzo en el Laboratorio Nacional de Los Álamos, “¿Dónde están todos?”. No estaba comentando sobre las mesas vacías en el comedor del laboratorio, sino sobre la ausencia de cualquier evidencia de la existencia de extraterrestres. El pensamiento detrás de esa pregunta ahora se conoce como la Paradoja de Fermi: si el universo es tan estupendo y ha existido durante 13,7 mil millones de años, ¿por qué otras formas de vida inteligente no se han puesto en contacto?

Karnofsky se basa en un artículo publicado el año 2018 por investigadores del Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford para insinuar que la respuesta más probable es que la vida inteligente es extremadamente rara. Es tan rara que es posible que seamos los únicos seres inteligentes en nuestra galaxia, y tal vez en el mucho más grande supercúmulo de Virgo al cual pertenece nuestra galaxia.

Esto es lo que Karnofsky quiere decir cuando dice que el futuro de la humanidad es una “locura”. La idea de que nosotros, los habitantes de este punto azul pálido en este momento en particular, estemos tomando decisiones que determinarán si miles de millones de estrellas vayan a estar pobladas, durante miles de millones de años, parece ser una locura. Pero podría ser cierto. Si admitimos esto, sin embargo, ¿qué debemos hacer al respecto?

Karnofsky no saca ninguna conclusión ética a partir de sus especulaciones, aparte de abogar a favor de tomar con “seriedad los enormes riesgos potenciales”. Pero, como ha señalado Phil Torres, ver los problemas actuales (a parte de la extinción de nuestra especie) a través de la lente del “largoplacismo” y el “riesgo existencial” puede reducir esos problemas a casi nada, mientras que a la par proporciona una justificación para hacer casi cualquier cosa por aumentar nuestras probabilidades de sobrevivir el tiempo suficiente para extendernos más allá de la Tierra. La visión de Marx del comunismo como el objetivo de toda la historia humana proporcionó a Lenin y Stalin un justificativo para sus crímenes, y el objetivo de un “Reich de los mil años” fue, según la interpretación de los nazis, razón suficiente para exterminar o esclavizar a aquellos considerados racialmente inferiores.

No estoy sugiriendo que ninguno de los actuales exponentes de la idea de la bisagra de la historia toleraría atrocidades. Pero en su momento, Marx tampoco contempló que un régimen que gobernara en su nombre iba a aterrorizar a su pueblo. A la hora de tomar medidas para reducir el riesgo de que nos extingamos, deberíamos centrarnos en los medios que también vayan a favorecer los intereses de los pueblos presentes y futuros. Si nos encontramos en la bisagra de la historia, permitir que las personas salgan de la pobreza y obtengan una educación probablemente movilizaría las cosas en la dirección correcta de manera similar a como lo haría casi cualquier otra cosa que podamos hacer; y, si no estamos en ese punto crítico, hacer esto habrá sido algo bueno de todos modos.

Peter Singer, Professor of Bioethics at Princeton University, is Founder of the non-profit organization The Life You Can Save. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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