La brecha de la emancipación en la educación árabe

La discusión sobre la educación en el mundo árabe solo en raras ocasiones se ha centrado en el papel de la enseñanza para cambiar las costumbres y convenciones sociales y políticas. Es algo desafortunado, porque los ciudadanos educados de los países árabes tienden a ser, en promedio, mucho menos emancipados política y socialmente que sus pares en otras partes del mundo. Si las sociedades árabes han de ser más abiertas y económicamente dinámicas, sus sistemas educativos tendrán que abrazar y promover valores adecuados a esa meta.

La brecha quedó reflejada en la Encuesta Mundial de Valores (EMV), una encuesta de opinión mundial que permite comparar una amplia gama de valores en distintos países. Recientemente, la EMV cubrió 12 países árabes —Jordán, Egipto, Palestina, Líbano, Iraq, Marruecos, Argelia, Túnez, Qatar, Yemen, Kuwait, y Libia— además de 47 países no árabes. Los resultados nos permiten comparar por primera vez a los residentes de una parte considerable del mundo árabe con los ciudadanos de otras partes del planeta.

La EMV mide cuatro valores políticos y sociales reveladores: apoyo a la democracia, disposición para la participación cívica, obediencia a la autoridad y apoyo a valores patriarcales que apuntalan la discriminación contra la mujer. A medida que el país típico se hace más rico y educado, y se abre políticamente, el apoyo a la democracia y la disposición para la participación cívica aumentan, y la obediencia a la autoridad y la defensa de los valores patriarcales disminuyen.

Los datos, sin embargo, revelan que los países árabes van a la zaga de otros países con niveles similares de desarrollo. Los árabes tienen una menor preferencia por la democracia (con una brecha del 11 %), su actividad cívica es menor (con una brecha del 8 %), respetan más a la autoridad (la divergencia es del 11 %), y abrazan con mucho más fervor los valores patriarcales (con una diferencia enorme, del 30 %).

Hay dos características del mundo árabe que pueden explicar esto: su población mayoritariamente musulmana y los gobiernos autocráticos que han controlado gran parte de la región durante los últimos 50 años.

Según la EMV, la religiosidad efectivamente promueve el conservadurismo, pero no más en los países árabes que en el resto del mundo. De todas formas, dado que el indicador de religiosidad para los árabes es aproximadamente el doble que en otras partes del mundo, este factor explica parcialmente el conservadurismo en la región. Lo más interesante es el papel que desempeña —o no— la educación en la promoción de la apertura social y política en el mundo árabe.

Las mayores diferencias entre los países árabes y el resto del mundo se pueden encontrar entre las personas más educadas. Consideremos la preferencia por la democracia. Para ese indicador, la brecha entre los árabes y los no árabes con título universitario es del 14 %, mientras que entre quienes tienen educación secundaria es solo del 5 %. Se registraron efectos similares para los otros tres valores. La educación, parece, tiene un efecto más débil sobre los valores sociales en los países árabes que en otras partes (aproximadamente un tercio).

Quienes buscan promover la apertura en el mundo árabe no deben centrarse entonces en el impacto del Islam, sino en la educación a la que están expuestos los residentes de la región. De hecho, una explicación probable de la brecha que se observó en los valores sociales es que la educación aún se usa deliberadamente como herramienta de adoctrinamiento, para consolidar a los gobiernos autocráticos.

De hecho, con la introducción de la educación masiva en la década de 1960, la educación en el mundo árabe pasó a estar al servicio de proyectos nacionalistas verticalistas. Luego, en la década de 1970, después de que fracasaran de los intentos de modernización impulsados desde el estado y que los gobiernos se tornaran más represivos, se infundieron valores conservadores y religiosos en las políticas educativas, primero para combatir a los grupos opositores izquierdistas y luego para competir con grupos islámicos en su propio terreno.

Una revisión de la literatura pedagógica sobre los sistemas educativos de la región revela el grado en que han sido diseñados para el adoctrinamiento. La mayoría se caracteriza por la memorización, el desprecio de las capacidades analíticas y un foco exagerado en temas y valores religiosos, el desaliento de la autoexpresión en favor del conformismo, y la falta de participación de los estudiantes en los asuntos comunitarios. Todas estas características están orientadas a promover la obediencia y desalentar el cuestionamiento de la autoridad.

Puede parecer paradójico que los regímenes seculares hayan sido responsables de la islamización de la educación, pero tiene sentido si se la reconoce como un intento por explotar las características culturales locales para reforzar el esfuerzo de adoctrinamiento (como se hizo En China). Culpar a la cultura local —que para las sociedades locales es, en gran medida, heredada— no resulta constructivo. Reconocer que los regímenes autocráticos neutralizan intencionalmente el potencial modernizador de la educación para garantizar su supervivencia ofrece un camino hacia adelante.

Desafortunadamente para el mundo árabe, se trata de un camino bastante angosto. Las élites no reformarán voluntariamente la educación si eso pone en jaque su supervivencia. Los activistas de la sociedad civil tendrán que luchar para cambiar los valores que apuntalan sus sistemas educativos (fomentando la participación cívica, inculcando principios democráticos, apoyando la igualdad de género, y promoviendo la diversidad y el pluralismo). Solo si se garantiza que estos valores se arraiguen en cada escuela podrán crecer con fuerza suficiente como para cambiar el curso de las sociedades árabes.

Ishac Diwan is an affiliate at the Belfer Center’s Middle East Initiative at Harvard University and Chaire d’Excellence Monde Arabe at Paris Sciences et Lettres. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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