La brecha del crecimiento entre ambos lados del Atlántico

La crisis financiera mundial que estalló con toda su fuerza en el año 2008 afectó a Europa y Estados Unidos de una manera muy similar –  al menos al principio. A ambos lados del Atlántico, el desempeño económico se estancó en el año 2009 y comenzó a recuperarse el 2010.

Pero, a medida que la crisis financiera mutó convirtiéndose en la crisis del euro, se abrió un abismo económico entre EE.UU. y la eurozona. Durante los últimos tres años (2011-2013), la economía de EE.UU. creció en aproximadamente seis puntos porcentuales más. Incluso teniendo en cuenta el diferencial demográfico que es cada vez mayor, mismo que en la actualidad asciende a alrededor de la mitad de un punto porcentual por año, la economía de EE.UU. ha crecido  en cerca de 4,5 puntos porcentuales más en estos tres años sobre una base per cápita.

La razón principal de la brecha es la diferencia en el consumo privado,  que creció en EE.UU., pero cayó en la eurozona, especialmente en su periferia. Un atrincheramiento del consumo público en realidad resta más demanda en EE.UU. (0,8 puntos porcentuales) que en la Unión Europea (0,1 puntos). Esto podría parecer un tanto sorprendente a la luz de todo lo que se habla sobre la austeridad impuesta por Bruselas.

De hecho, el consumo público en la eurozona se mantuvo  de facto bastante constante durante los últimos tres años, mientras que ha disminuido sustancialmente en EE.UU. (Lo mismo es cierto de la inversión pública, aunque esta constituye una proporción tan pequeña del PIB que las diferencias transatlánticas no podrían haber tenido un gran impacto en el crecimiento durante un horizonte de tres años).

La contracción de la inversión privada en Europa da cuenta de sólo una pequeña parte (un tercio) de la brecha de crecimiento. Si bien las tensiones en los mercados financieros que acompañaron a la crisis del euro tuvieron un fuerte impacto negativo en la inversión en la periferia de la eurozona, la demanda de inversión también se mantuvo débil en EE.UU., lo que minimiza la diferencia general.

La clave de la brecha de crecimiento es la capacidad de resiliencia del consumo privado en EE.UU., esto no es sorprendente, debido a que los hogares estadounidenses han reducido su carga de endeudamiento  de manera considerable desde un pico de más del 90% del PIB, mismo que se alcanzó justo antes de la crisis. La carga de endeudamiento más baja también es una razón clave para entender por qué se prevé que este año y el próximo el consumo siga creciendo mucho más rápido en EE.UU. en comparación con la eurozona.

Pero la pregunta crucial – y que es una pregunta que rara vez se formula  – es cómo los hogares estadounidenses pudieron reducir la carga de su deuda durante un periodo de alto desempleo y de casi ningún aumento salarial, mientras que al mismo tiempo pudieron mantener el crecimiento del consumo. La respuesta se encuentra en las hipotecas “sin recurso” y los rápidos procedimientos de bancarrota.

Millones de viviendas estadounidenses que fueron compradas con hipotecas de alto riesgo fueron embargadas y ejecutadas en los últimos años, lo que obligó a que sus dueños, al no poder realizar los pagos de sus deudas, salgan de dichas viviendas. Pero, como resultado de las hipotecas sin recurso en muchos Estados de Estados Unidos, después de dicho proceso de embargo y ejecución, la totalidad de deuda hipotecaria se extingue, incluso si el valor de la casa es demasiado bajo como para cubrir el saldo que aún se adeuda.

Además, incluso en aquellos estados donde hay pleno recurso, por lo que el propietario sigue siendo responsable por el importe total del préstamo hipotecario (es decir, la diferencia entre el saldo a pagar y el valor recuperado por la venta de la casa), los procedimientos estadounidenses para la bancarrota personal ofrecen una solución relativamente rápida. Millones de estadounidenses se han declarado en bancarrota personal desde del año 2008, por lo que extinguieron en dicha forma su deuda personal. Lo mismo aplica a cientos de miles de empresas pequeñas.

Por supuesto, también ha habido una oleada de bancarrotas en la periferia de la eurozona. Sin embargo, en países como Italia, España y Grecia, la duración de un procedimiento de bancarrota se mide en años, no en meses o semanas, como en EE.UU. Además, en la mayor parte de la Europa continental una persona puede ser dada de alta de su deuda sólo después de un largo período, a menudo de entre 5 a 7 años, durante el cual casi todos sus ingresos se deben dedicar al pago de la deuda.

En EE.UU., por el contrario, el período correspondiente dura menos de un año en la mayoría de los casos. Por otra parte, las condiciones para ser liberado de la deuda tienden a ser más estrictas en Europa. Un caso extremo es España, donde la deuda hipotecaria nunca se extingue, ni siquiera después de una bancarrota personal.

Esta diferencia clave entre EE.UU. y Europa (continental) explica la resiliencia de la economía de EE.UU. frente al colapso de su auge crediticio. La deuda excesiva acumulada por los hogares ha sido saldada mucho más rápido; y, una vez que se han reconocido las pérdidas, las personas pueden empezar de nuevo.

La causa de la brecha de crecimiento entre ambos lados del Atlántico, por lo tanto, no debe ser buscada en la excesiva austeridad aplicada a la eurozona o en la excesiva prudencia del Banco Central Europeo. Existen razones estructurales que explican el por qué de la recuperación lenta de la economía de la eurozona después de la crisis financiera que ocurrió en su periferia. Lo más importante, en comparación con EE.UU., es que el exceso de deuda creado durante los años de bonanza ha sido mucho más difícil de saldar.

Los personeros europeos están en lo correcto cuando promueven las reformas estructurales de los mercados laborales y de productos de los países de la UE. Sin embargo, dichos personeros también deberían centrarse en reformar y agilizar los procedimientos de bancarrota, de manera que se puedan reconocer las pérdidas con mayor rapidez y los hogares sobre-endeudados puedan empezar de nuevo, en lugar de verse encadenados durante años.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister. He is the editor of Economie Internationale and International Finance.Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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