La brecha salarial no existe

Imagine el lector una gran empresa, con miles de empleados. Ahora decida cualquier criterio para separar a esos empleados en dos grupos.

Por ejemplo, podrían clasificarse por un lado los que pesen menos de 70 kilos, y por otro los que pesen 70 kilos o más. Otra posibilidad sería separarlos según midan más o menos de 1,65 metros.

También valdría una clasificación que no tenga que ver con rasgos físicos. Por una parte, los seguidores del Atlético de Madrid y del Getafe. Y, de otra, los seguidores de todos los demás equipos de la Liga.

Se pueden suponer miles de criterios más.

Divididos los asalariados en dos clases, el siguiente paso es calcular el salario promedio de cada una. Por ejemplo, el salario promedio de quienes pesen menos de 70 kilos, y la remuneración media de aquellos que pesen 70 o más kilos.

Con toda probabilidad, los salarios promedio de los dos conjuntos serán diferentes. ¿Eso justificaría que dijéramos que hay una brecha salarial entre unos y otros?

Evidentemente, no. Sea cual fuere el criterio elegido para separar a los empleados en dos grupos, en cada uno de ellos estaríamos incluyendo a personas con experiencia dispar, que hacen distintos trabajos, tienen una capacitación desigual y trabajan un número de horas diferente.

Que el salario promedio de ambos conjuntos fuese igual sería una absoluta casualidad.

Dividir a los empleados de esa empresa según su sexo sería tan arbitrario como hacerlo por cualquier otro motivo. Por eso, es claro que el salario medio de hombres y mujeres no sería igual.

Y es claro también que eso no justificaría hablar de brecha salarial ni de discriminación. No tiene sentido calcular el salario promedio de dos grupos heterogéneos que sólo tienen en común una característica arbitraria ajena al desempeño laboral.

Sin embargo, ese sinsentido es lo que vienen repitiendo los socialistas de todos los partidos, los sindicalistas y mucha gente que no se ha detenido a pensar en este asunto. Con más ahínco cada 8-M.

Sólo podría hablarse de brecha salarial y discriminación si dos personas que hacen el mismo trabajo, durante el mismo número de horas, con las mismas responsabilidad, experiencia y capacitación, perciben un salario desigual.

Yo no he conocido ningún caso, por más que lo he buscado. Amigo lector, ¿usted conoce alguno?

De media, los hombres trabajan un 17% más de horas que las mujeres. En el cuarto trimestre, las horas efectivas semanales fueron 34,8 para ellos y 29,7 para ellas.

Mientras un 23,4% de las mujeres trabaja a tiempo parcial, sólo hace lo mismo el 6,8% de los hombres. Además, esas horas se trabajan en ocupaciones de diferente nivel de remuneración.

Por ejemplo, el 31,6% de los varones tiene empleos especializados en la industria y la construcción (alta remuneración) frente a sólo el 4,1% de las mujeres. Un 27,5% de las mujeres trabaja en restauración y tiendas (baja remuneración) frente a un 15,5% de los hombres.

La inexistencia de la brecha salarial puede verse también desde otro ángulo. Hay 7,7 millones de asalariados del sector privado (dos tercios del total) incluidos en convenios colectivos. ¿Acaso algún sindicato aceptó en algún convenio una cláusula de discriminación salarial por sexo?

Tampoco hay brecha salarial en el sector público (donde trabajan 3,3 millones de personas) ni entre los autónomos (otros tres millones), pues estos últimos no tienen salario. Así, hay 14 millones de trabajadores que es seguro que no sufren ninguna brecha salarial.

¿Y los restantes cinco millones de trabajadores? Si los empresarios tuvieran la posibilidad de reducir los costes laborales un 25% tan sólo contratando mujeres en lugar de hombres, es obvio que ya lo habrían hecho.

El tema de la brecha salarial surge de una mala interpretación de las estadísticas de salarios. Siendo malpensados, es algo que se difunde para intoxicar, generar resentimiento y facilitar la imposición de una agenda contraria a la libertad.

Sea cual fuere el caso, es una manifestación del dominio del paradigma socialdemócrata. Un paradigma que desconfía de las empresas, del mercado libre, de la propiedad privada y de la libertad individual, y que por eso pide más intervención estatal. Incluso para resolver un problema imaginario.

Diego Barceló Larran es director de Barceló & Asociados.

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