La brexit y la relación especial

La decisión de continuar siendo parte de la Unión Europea obviamente está en manos del pueblo británico y sus representantes electos. Pero intereses adicionales a los británicos y europeos se verán afectados por el resultado, por lo que es tanto legítimo como apropiado que otras partes intervengan.

Déjenme entonces ejercer mi derecho como extranjero afectado por lo que ocurra para expresar una clara opinión: desde mi punto de vista (y el de muchos otros estadounidenses), la decisión del Reino Unido de abandonar la UE sería indeseable, de hecho, muy indeseable.

Soy consciente de la ironía que muchos seguramente notarán en esto, dado que la propia independencia de los Estados Unidos tuvo lugar cuando las colonias americanas se separaron de Gran Bretaña. Pero eso fue entonces y esto es ahora, y la salida del RU de Europa será motivo de lamentos y preocupaciones, en partes iguales, para su aliado más cercano.

Hay varias razones para esto. Uno de los motivos por los cuales EE. UU. valora tanto sus vínculos con el RU es por su papel en Europa. Gran Bretaña es importante no solo como socio bilateral, sino porque lo más habitual es que se pueda contar con ella para presentar y apoyar posiciones en Bruselas coherentes con —o, al menos no tan alejadas de— las estadounidenses.

La llamada «relación especial» ya se ha tornado considerablemente menos especial en los últimos años; el rechazo del Parlamento hasta diciembre para apoyar la acción militar en Siria ha generado un alto costo en este sentido. Gran Bretaña se ha convertido —y es percibida como— un aliado menos confiable y capaz; la realidad y la percepción se intensificarían si el RU diera un paso que lo marginara del continente. Es difícil pensar que el resultado de la brexit sería otro que un RU más pueblerino y menos influyente.

Además, en una UE sin el RU, Alemania sería aún más influyente que en la actualidad. Tal preponderancia de poder no puede ser saludable en el largo plazo, ya que alimentará resentimientos hacia Alemania y probablemente deje a la UE menos dispuesta y capaz de actuar conjuntamente en la escena mundial. El resultado sería una Europa más débil en un momento en que EE. UU. necesita que sea más fuerte.

Aún peor resulta la elevada probabilidad de que los estadounidenses que promueven una reducción del papel de EE. UU. en el mundo tomen la brexit como evidencia adicional de que los aliados tradicionales no están cumpliendo con su parte y que no debe esperarse que EE. UU. —que enfrenta crecientes déficits y enormes necesidades internas— se haga cargo de la diferencia.

Se debe tener en mente una sencilla realidad: el proyecto de integración europea que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial ha ayudado a generar una estabilidad y prosperidad sin precedentes para gran parte del continente durante casi tres cuartos de siglo. La decisión británica de iniciar un juicio de divorcio sumaría a las fuerzas centrífugas que ya se perciben. El nacionalismo y el populismo, que ya van en aumento tanto por motivos económicos como sociales, ganarían aún más impulso. Es difícil confiar en el resultado, independientemente de cuán incierto pueda ser.

Una decisión de los británicos para dejar la UE también volvería a colocar de lleno en la agenda la cuestión de la independencia escocesa. De hecho, muchos escoceses estarían a favor de su independencia para continuar siendo miembros de la UE, una cantinela popular que bien podría dar como resultado un voto a favor de la escisión del RU. Por no decir otra cosa, los estadounidenses no recibían con agrado un difícil y controvertido debate público con los líderes escoceses sobre el posicionamiento de armas y submarinos nucleares en su territorio en un momento en que Rusia nuevamente es percibida como una amenaza para Europa.

Es poco probable que la fragmentación se detenga allí. Lo que ocurrió en Escocia bien podría propagarse por lo que haya quedado del desunido Reino Unido. En especial, la salida de Gran Bretaña de la UE y la salida de Escocia del RU incrementarían las tensiones en Irlanda del Norte entre los unionistas pro-RU y los republicanos que procuran unir a Irlanda. Elevar el perfil de los problemas de «estatuto definitivo» en un momento en que ambas partes han demostrado ser incapaces de enfrentar el pasado, o trabajar juntas en el presente, no es una receta para el progreso.

Finalmente, la decisión británica sobre su relación con la UE no tendrá lugar en un vacío. De hecho, el momento difícilmente podría ser peor. Europa ya enfrenta una tormenta perfecta de tensiones fiscales, anémico crecimiento económico, ingresos masivos de inmigrantes y refugiados, y una renovada agresión rusa. Por si eso no fuera suficiente, tenemos la pérdida de cohesión en Oriente Medio, el avance del cambio climático, el terrorismo y ahora una nueva enfermedad —el virus Zika— en camino

Además, este año se elegirá un nuevo presidente en EE. UU. Lo último que necesita es que el socio más cercano de Estados Unidos esté distraído y exhausto por un difícil divorcio. Y eso es lo que ocurrirá si la brexit deja de ser una posibilidad para convertirse en una realidad.

Richard N. Haass, President of the Council on Foreign Relations, previously served as Director of Policy Planning for the US State Department (2001-2003), and was President George W. Bush's special envoy to Northern Ireland and Coordinator for the Future of Afghanistan. His most recent book is Foreign Policy Begins at Home: The Case for Putting America's House in Order. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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