La calificación de la Abenomics

Hace ya casi un año que el Primer Ministro Shinzo Abe lanzó su plan para sacar la economía del Japón de sus dos decenios de deflación y recesión. ¿Qué resultados ha obtenido la Abenomics (“economía de Abe”) hasta ahora?

Para responder esa pregunta, hay que  descomponer la Abenomics en tres componentes –relajación monetaria en gran escala, política fiscal expansionista y estrategia de crecimiento a largo plazo–, que Abe, refiriéndose al cuento de Motonari Mori, daimyo (“señor feudal”) del siglo XVI, llama las “tres flechas”. Según la leyenda, Mori ordenó a cada uno de sus tres hijos que rompiera una flecha en dos. Después de que lograran hacerlo, les dijo que atasen tres flechas juntas y rompieran al instante todo el manojo; ninguno de ellos pudo hacerlo.

Como las tres flechas de Mori, las tres de la Abenomics deben reforzarse mutuamente, pero las de Mori estaban atadas paralelamente, mientras que las de la política de Abe están conectadas mediante relaciones estructurales subyacentes. Mientras que las dos primeras flechas van encaminadas a transformar la vía de crecimiento real del Japón, la tercera corresponde a la vía del crecimiento potencial de la economía, que supone la utilización óptima de todos los recursos y tecnologías disponibles.

Desde que se lanzó la Abenomics, el “desfase deflacionario” (la diferencia entre la producción real y la potencial) se ha reducido de unos tres puntos porcentuales hasta quedar por debajo de 1,5. Eso quiere decir que, mientras que las dos primeras flechas están contribuyendo a mejorar la vía de crecimiento real del Japón, a la tercera le queda mucho por hacer en pro del crecimiento potencial.

En realidad, desde que la primera flecha de Abe salió volando, el mercado de valores del Japón ha remontado el vuelo con ella, al registrar un 40 por ciento anual de beneficio sin precedentes, mientras que el yen se ha depreciado respecto del dólar en un 20 por ciento, lo que ha impulsado la competitividad de las exportaciones de las empresas japonesas. Además, el aumento del crédito se ha acelerado y los precios de los activos han subido, tendencias que alentarán el consumo al desencadenar el efecto de riqueza (cuando las personas gastan más, porque se sienten más ricas). Y la expansión monetaria está teniendo también unas consecuencias positivas en el mercado laboral: la tasa de desempleo se ha reducido al cuatro por ciento y la relación entre empleos y solicitantes de ellos va acercándose a la paridad.

Como el crecimiento del PIB real en la primera mitad del año ha sido de cuatro por ciento, aproximadamente (si bien se redujo al dos por ciento en el tercer trimestre), la primera flecha ya ha acertado en el centro de la diana, hazaña digna de una A+.

La segunda flecha entraña un aumento muy acusado del gasto fiscal a corto plazo, en particular la inversión en proyectos de infraestructuras. Aunque quienes, como yo, se adhieren al marco Mundell-Fleming (según el cual el estimulo fiscal quedará contrarrestado por las consiguientes entradas de capital, apreciación de la divisa y reducción de la competitividad de las exportaciones) no subrayan las repercusiones de una política fiscal flexible, los keynesianos se las toman muy en serio. Partiendo de la base de que un crecimiento más rápido neutralizará cualquier amenaza a la sostenibilidad de la deuda, la segunda flecha recibe una B.

Cuando las dos primeras flechas eleven el crecimiento real por encima del potencial, la expansión monetaria dejará de poder producir aumentos del PIB o del empleo. Entonces es cuando la tercera flecha, encaminada a impulsar el crecimiento potencial del Japón mediante el cambio estructural (caracterizado, entre otras cosas,  por un aumento de la inversión privada, la innovación tecnológica, unos vínculos comerciales mejorados y una reforma de la política en materia de impuesto de sociedades), pasará a ser mucho más importante.

Abe ha expuesto la visión en que se basa su plan de crecimiento a largo plazo. “El Japón es un país que sabe afrontar los problemas, que está abierto y que innova”, dice, pero muchos de los detalles de su estrategia siguen sin estar claros.

El planteamiento de la política industrial a largo plazo por parte del Japón, según el cual el Ministerio de Industria y Comercio Internacional prestaba apoyo y concedía subvenciones a determinadas industrias para ayudarlas a competir en los mercados mundiales, ha quedado obsoleto (de hecho, en 2001 el Ministerio de Economía, Comercio e Industria absorbió las funciones de ese ministerio). Cuando las empresas japonesas están a la vanguardia de la industria, los burócratas no pueden elegir a los ganadores. En vista de ello, el papel del Gobierno debería limitarse a actuar en sectores en los que existan externalidades, como, por ejemplo, el de la reducción de las emisiones de carbono.

Lamentablemente, sigue faltando un planteamiento nuevo y bien definido de la política industrial. En realidad, las descripciones de algunos proyectos para la tercera flecha parecen basadas en poco más que ideas ilusorias, como esperando, al parecer, que una tecnología o unos conocimientos técnicos nuevos le caigan del cielo al Japón. Un planteamiento más eficaz entrañaría objetivos concretos y alcanzables como unas reglamentaciones más flexibles de los mercados laboral y financiero, la reducción del impuesto de sociedades, la liberalización del comercio adhiriéndose a la Asociación Transpacífica y tal vez la relajación de la política de inmigración.

El problema estriba en que los burócratas aprecian mucho el poder que les concede la reglamentación. De hecho, la desreglamentación les exigiría que pusieran los intereses de su país a largo plazo por encima de sus intereses a corto plazo, opción a la que hasta ahora han opuesto resistencia. Parafraseando a John F. Kennedy, ya es hora de que los dirigentes del Japón no se pregunten por lo que su país puede hacer por su Estado, sino por lo que éste puede deshacer en su país.

En ese marco, aún no se puede evaluar de forma justa la tercera flecha de la Abenomics. Si bien hasta ahora no ha tenido repercusiones, no se puede, desde luego, considerarla un fracaso, pues los más importantes dirigentes del Japón siguen trabajando incansablemente para que cobre el impulso necesario. Así, pues, la calificación más apropiada es la de una “E” de “esfuerzo”. Es de esperar que en el próximo año dicho esfuerzo resulte adecuado para superar la resistencia burocrática a la desreglamentación.

Con una A+, una B y una “E”, las calificaciones correspondientes al primer año de la Abenomics reflejan avances importantes, lo que da muchos motivos para el entusiasmo. Incluso sirven para deletrear el nombre de su autor.

Koichi Hamada, Special Economic Adviser to Japanese Prime Minister Shinzo Abe, is Professor of Economics at Yale University and Professor Emeritus of Economics at the University of Tokyo. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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