La calle brama en Colombia y se escucha en Madrid

Una manifestante durante una de las protestas efectuadas en Bogotá (Colombia) el pasado 1 de diciembre de 2019. Carlos Jasso (Reuters)
Una manifestante durante una de las protestas efectuadas en Bogotá (Colombia) el pasado 1 de diciembre de 2019. Carlos Jasso (Reuters)

Pocas veces el colectivo colombiano en España se había juntado en un grupo tan numeroso alrededor de una reivindicación y pocas veces se ha aglutinado tan unánimemente para apoyar una causa: el Paro Nacional que se inició en Colombia el pasado 21 de noviembre y que a día de hoy sigue vivo en las calles del país.

En ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao se han leído manifiestos, se han escuchado arengas en contra de la inoperancia del Gobierno y, como hecho insólito, se han escuchado cacerolazos pidiendo la renuncia de Iván Duque, un presidente con un índice de popularidad que raja estrepitosamente su nefasta gestión.

Los colombianos están hablando y llenando calles y plazas, no solo en todo su territorio, sino en más de cien ciudades del mundo; el paro se ha convertido en un movimiento amplio, multicultural y multiétnico que, de momento, no tiene visos de detenerse frente a la reivindicación de sus puntos básicos.

Mientras el país vibra en las calles, el Gobierno dilata y condiciona la negociación y, de manera insultante hacia los ciudadanos, lo único "serio" que hasta el momento ha ofrecido son tres días al año sin IVA, como si con ello solucionara la corrupción institucional que tiene desangrado al país, el grave problema humanitario que atraviesan las comunidades indígenas, la masacre que día a día deja líderes sociales y defensores de derechos humanos muertos, una reforma tributaria completamente impopular y abusiva, el futuro incierto de la salud y las pensiones de los colombianos y, la cuerda floja en la que se encuentran la educación pública y el Acuerdo de Paz (el Gobierno ha borrado de todos los documentos oficiales la palabra PAZ reemplazándola por "legalidad", un eufemismo con que la propaganda uribista se empeña en negar la legitimidad del Acuerdo).

La movilización ciudadana ha ido creciendo y a ella se han unido prácticamente todos los sectores vivos del país. La participación activa y de resistencia de las comunidades indígenas y los estudiantes, todos los días dan ejemplo de sensatez y movilización pacífica en medio de la provocación y represión de la policía en un país completamente militarizado y al borde de la conmoción interior.

Duque y su bancada de Gobierno del Centro Democrático, encabezado por el ya tristemente célebre expresidente Álvaro Uribe Vélez, se han expuesto al ridículo internacional y, una vez agotado el discurso de culpar al "Castrochavismo" de todos los males del país, se han despachado sin ningún rubor achacando al Foro de Sao Pablo y al "comunismo internacional" una protesta que no tiene otro origen que el descontento de una sociedad cada vez más asfixiada por las medidas de un Gobierno que prometió todo lo contrario a lo que está haciendo.

La evidencia en que ha quedado el Gobierno, luego de una ola de pánico general creada para atemorizar a la población, deja mucho que desear y que pensar, porque la irresponsabilidad con que algunos miembros del Gobierno usaron las redes sociales para difundir rumores de vandalismo (responsabilizando a los manifestantes y a los venezolanos migrantes) pudo haber conducido, sin ningún fundamento, a que los ciudadanos se agredieran unos a otros, o lo que es lo mismo: Colombia pudo estar al borde de una guerra civil creada con mentiras para defender un Gobierno completamente resquebrajado.

Colombia afronta una crisis institucional sin precedentes. Nunca en la historia del país se habían escuchado cacerolazos a lo largo y ancho del territorio y, en un simbolismo sin precedentes, estos se han unido al gran cacerolazo latinoamericano que de manera simultánea se escuchó el domingo pasado en países como Bolivia, Chile, Ecuador, Venezuela, Paraguay y México y que fue acompañado por los latinoamericanos dispersos en varios países, incluida España.

A los frentes que se le abren diariamente al Gobierno colombiano, se suman cientos de heridos a manos de la Fuerza Pública y el suicidio del soldado Brayan Cely quien, al no soportar la presión ejercida por sus superiores por su apoyo público a las marchas, decidió quitarse la vida dejando su testimonio en un video que ha conmocionado al país. A esta muerte se suma el asesinato del joven estudiante Dilan Cruz a manos del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) y que se ha convertido en un símbolo de la protesta considerado por los sectores sociales como un crimen de Estado y, por el Gobierno, como un "accidente" al que no ha dado mayor importancia. Por hechos como estos los manifestantes, además, están pidiendo a gritos el desmonte del controvertido escuadrón que en poco más de una década de creación, ya acumula la cifra de 34 asesinatos.

Asamblea permanente en Madrid

La entrada principal del Parque del Retiro se ha convertido en un lugar emblemático para las reivindicaciones de los colombianos en Madrid. El pasado 21 de noviembre se unieron masivamente al Paro Nacional y leyeron un fuerte y contundente manifiesto de protesta a la errática función de Iván Duque y su inoperancia ante el asesinato de niños inocentes por parte del Ejército Nacional y su silencio ante el asesinato de ya casi 900 indígenas y líderes sociales.

Dos cacerolazos posteriores han unido de nuevo al colectivo. El más reciente, en medio del frío y la lluvia del domingo 1 de diciembre, sirvió como plataforma para que se votara la Asamblea Permanente de Colombianos en España que, en palabras del periodista Álvaro Hernández, director de Todo Noticias Latinas, nace con el objetivo de "elaborar un documento que pueda llegar hasta el Comité Nacional del Paro y se incorpore dentro de las reivindicaciones que la sociedad civil está haciendo en esta coyuntura en la que hay mucha gente interesada en crear una política nueva para todos. Los colombianos en el exterior y particularmente en Madrid, estamos viendo y viviendo casos dramáticos de compromiso de la dignidad, con colombianos que están llegando a España en condiciones muy complejas y esto es algo que queremos incluir en la agenda social y hacer llegar a la Mesa de Negociación del Paro en Colombia".

El movimiento ciudadano

Después de 12 días de paralización del país y ante el negacionismo de la situación por parte del Gobierno y de evitar el uso de peligrosas armas disuasorias en las manifestaciones diarias, el movimiento popular crece y se retroalimenta con una fuerza espontánea fuerte y multitudinaria. Ante los acontecimientos violentos por parte de las fuerzas del Estado, el Comité Nacional del Paro ha sumado cinco puntos más a las 18 iniciales que Duque se niega a negociar con quien tiene que hacerlo, pues para solucionar la grave situación que afronta, ha preferido hablar antes que con la sociedad inconforme, con los industriales y empresarios del país.

Mientras Iván Duque sigue dilatando el diálogo y continúa a espaldas de la mayoría, sus detractores crecen como setas incluso dentro del Centro Democrático, su partido de gobierno, desde donde ya se comienzan a escuchar duras críticas y, algunos analistas aseguran, que pretenden tumbarlo.

Entre tanto, la música, la cultura y las manifestaciones artísticas toman las calles de Bogotá de manera pacífica haciendo de la lúdica un grito de protesta que no claudicará hasta que sean escuchados seria y atentamente por el debilitado Iván Duque. Las calles colombianas piden que Álvaro Uribe deje de gobernar en cuerpo ajeno y que el presidente deje de dar palos de ciego amparado en un ejército y un cuerpo policial al que no para de felicitar, pese a los desmanes y ataques a los manifestantes.

Esta es una oportunidad sin precedentes para el movimiento social, que por estos días está siendo parte de la cultura nacional, para que sea escuchado, hecho histórico en un país reconocido por ser la democracia más antigua de Latinoamérica y que, pese a ello, se ha caracterizado por la sevicia de una guerra interna no declarada y por la aniquilación de los movimientos sociales y de izquierda por parte de grupos paramilitares en comprobada anuencia con las fuerzas militares.

Mientras escribo esta columna, el presidente Iván Duque ofrece al Comité del Paro una "conversación" y este, contundente, solicita una "negociación" seria. Y así, en este tira y afloja de las dos fuerzas, en medio de cacerolas, pitos y expresiones artísticas, el otro país, el que cree que con él no va la cosa, intenta continuar su otra marcha: la económica.

Luz Bibiana Pineda

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