La caza en España es legal, legítima y necesaria

Ee legal porque está prevista en la legislación. Es más, se trata de una de tantas actividades que cuenta con una sobrerregulación, con diferentes normas para cada comunidad autónoma. Unas leyes, las regionales, a menudo contradictorias y difíciles de compaginar en una actividad que depende de animales que están en el campo y que, por tanto, poco entienden de límites territoriales.

Es legítima porque se trata de un uso tradicional de nuestro mundo rural, tan antiguo como el propio ser humano. Porque la caza forma parte de nuestro acervo cultural, de nuestra tradición y de nuestra forma de vida, por mucho que ahora haya quienes traten de ocultar esta realidad.

Y es, sobre todo, necesaria. El 87% del territorio español está hoy declarado como de aprovechamiento cinegético. No es una casualidad que los parques nacionales mejor conservados de España sean gestionados por cazadores. Ni que la recuperación del lince ibérico sea especialmente fructífera en fincas privadas de caza. Ni que el control de enfermedades animales no sea viable sin el apoyo de los cazadores. Ni tampoco que la mejor gestión del territorio sea la que se realiza de manera coordinada entre los diferentes usos, incluyendo el agrario, cinegético, forestal y turístico.

Pero todo eso parece que no es suficiente. En los últimos años ha crecido en España –al igual que en otros países de nuestro entorno– un movimiento animalista cada día más radicalizado que nace de entornos urbanos y que se aprovecha del alejamiento cada día mayor que tiene la sociedad con la realidad del mundo rural. ¿Su objetivo? Acabar con todo lo que huela a la caza y a otras muchas actividades tradicionales del mundo rural español. Ya sabemos que la tradición no tiene por qué perpetuarse en el tiempo por el mero hecho de serla, pero ¿qué nos dicen los estudios?

Hace unas semanas se presentó en Madrid el informe «Evaluación del impacto económico y social de la caza en España», un completo documento elaborado por la consultora Deloitte y la Fundación Artemisan.

Ese informe y sus resultados envían un claro mensaje de cuál es, hoy, la realidad de la caza en nuestro país, una realidad que no puede ser ignorada por nuestros responsables políticos que demasiadas veces se han puesto de perfil buscando el respaldo de esos grupos que defiende la humanización de los animales, aunque sea a costa de la destrucción del ser humano.

Les daré sólo algunos de los muchos datos de ese informe.

La caza genera cada año un impacto de 6.475 millones de euros en el PIB y ayuda a mantener 186.758 empleos, la gran mayoría en el mundo rural. Aporta directamente 614 millones de euros a las arcas públicas a través de tasas e impuestos. El sector invierte anualmente casi 300 millones de euros en la protección, conservación y mejora de nuestros ecosistemas. Como actividad deportiva es la tercera más practicada en España, sólo por detrás del fútbol y el baloncesto. Uno de cada tres cotos españoles participa activamente en programas de conservación de especies como el lince ibérico, el oso pardo y el águila imperial.

Más allá de esos datos, el informe pone de relieve el impacto decisivo que tiene la caza para, entre otras cosas, reducir los accidentes de tráfico, conservar los ecosistemas, reducir los daños en las cosechas, controlar poblaciones (como la de jabalíes), las enfermedades animales, recuperar las especies protegidas, llevar a cabo inversiones medioambientales y generar riqueza y de empleo, especialmente en un mundo rural cada día más amenazado por el abandono y la despoblación.

Pero todo eso parece que no es suficiente para algunos, que trasladan su radicalismo a la impunidad de las redes sociales en su acoso constante a la actividad cinegética. Mujeres cazadoras a las que les desean que sean violadas en grupo, sin que parezca que a nadie le importe. Cazadores a los que les dicen que ojalá sus hijos cayesen en manos de pederastas mientras las organizaciones autodenominadas ecologistas miran hacia otro lado. Animalistas que celebran el suicidio de una joven cazadora sin que nunca pase nada.

Los cazadores no nos vamos a rendir. Vamos a seguir cuidando nuestro mundo rural, creando empleo y riqueza en nuestros pueblos. Vamos a seguir trabajando para que nuestros hijos conozcan la realidad de nuestro campo. Vamos a seguir pateando el terreno para seguir teniendo unos ecosistemas envidiables. Y también vamos a seguir exigiendo a las Administraciones que nos tengan en cuenta, y que modifiquen el Código Penal para que las redes sociales puedan dejar de ser ese estercolero en el que fluyen el odio, los insultos y las amenazas.

Mientras, los cazadores seguiremos diciendo sí. Sí al futuro de nuestro mundo rural. Sí a salir con nuestros perros al campo. Sí al fin de las agresiones en redes sociales. Sí al respeto por la realidad del mundo rural. Sí a la caza.

José Luis López-Schümmer Treviño, presidente de la Fundación ARTEMISAN.

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