La CELAC: un foro útil para el mientras tanto

Mandatarios y representantes de los países asistentes a la sexta cumbre de la CELAC en México, en septiembre pasado.HANDOUT (AFP)
Mandatarios y representantes de los países asistentes a la sexta cumbre de la CELAC en México, en septiembre pasado. HANDOUT (AFP)

Pensar el mientras tanto no tiene buena prensa en una temporada de agitación e inmediatez. Pensar qué hacer durante el mientras tanto no suele gustar en tiempos de polarización porque esta traslada la idea de que la victoria, la mía, está a la vuelta de la esquina. México asumió la presidencia temporal de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2020 y 2021. Con la UNASUR en coma profundo, el PROSUR que no parece mucho más que un anuncio y la OEA cada vez más cuestionada, lograr mantener vigente a la CELAC y haber llevado adelante una cumbre de alto nivel después de años sin ella, es indudablemente un éxito notable.

México parece haber leído bien la situación de empate entre débiles que vive América Latina y el Caribe. Un empate que, además de parecer duradero, se da en un suelo muy movedizo y cambiante por lo cual la apuesta inteligente parece ser más por mantener la CELAC como un foro de diálogo y discusión permanente que por insistir en avances político-ideológicos e institucionales de envergadura en materia de integración para lo cual el consenso necesario no se deja ver, al menos de momento.

Un indicador de estas arenas movedizas, es la crisis política después de las primarias que tuvo el presidente Alberto Fernández, y por la que no pudo asistir, en medio de las tensiones en la coalición panperonista. Andrés Manuel López Obrador y Fernández llevaban un tiempo jugando como relevante tándem y se esperaba que la CELAC supusiera un reforzamiento de esta sintonía. Buena parte de la izquierda en la región parece haber acompañado este giro más bien pragmático y aceptar así que “la segunda ola progresista” de momento es más un deseo que una realidad: Pedro Castillo y Luis Arce asistieron a la Cumbre y en sus intervenciones dejaron muy clara su apuesta por este espacio. Arce y López Obrador, además, coinciden en sus críticas a la OEA y la necesidad de pensar en su reemplazo, sin embargo, probablemente por la dificultad del acuerdo, este punto no fue abordado de manera explícita. Si bien el mandatario boliviano, durante su visita a México, ratificó su denuncia contra Luis Almagro y recordó el rol decisivo que este tuvo en el derrocamiento de Evo Morales cuando, faltando al compromiso con el Estado boliviano, publicó un sorprendente y no acordado “informe electoral preliminar” mediante sus redes sociales a las cuatro de la mañana de un domingo, horas antes del golpe contra Morales.

México es, además, sede de la Mesa del Proceso de Diálogo y Negociación sobre Venezuela. Una iniciativa en las antípodas de las acciones promovidas estos últimos años desde la Secretaría General de la OEA. Es probable que esto haya sido decisivo para el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, para finalmente asistir a la cumbre de CELAC. En el comunicado final de 44 puntos y aprobado por todas las delegaciones de los 31 países presentes, se incluyó una condena al bloqueo a Cuba. Ahora bien, Nicaragua mostró que la deriva de Daniel Ortega no conoce de muchos matices y fue probablemente quien más amenazó el acuerdo necesario al estrellarse contra Argentina. El canciller Moncada, a la vez que afirmaba que su país no apoyaría la candidatura argentina para tener la PPT el 2022, sostuvo que:” El Gobierno de la Argentina se convirtió en instrumento del imperialismo norteamericano, subordinándose a sus intereses hegemónicos, diseñando, dicho por ellos mismos, con el Gobierno de Estados Unidos una estrategia para vulnerar y negar la soberanía nacional de Nicaragua”. Poco antes, el Gobierno de Ortega se había estrellado contra el embajador mexicano, al que acusó de “injerencista y entrometido” por haber compartido en Twitter un video del novelista y ex vicepresidente Sergio Ramírez, que abandonó el país para evitar su detención.

En la otra orilla, la ausencia de Brasil, además de evidenciar nuevamente la creciente soledad de Bolsonaro, permitió avanzar en acuerdos referidos a la igualdad de género y a la no discriminación por orientación sexual. Puede parecer poco, puntos solamente declarativos pero el boicot de Brasil a estos temas durante los últimos años se extendía a casi todos los documentos internacionales donde estas palabras apareciesen. Brasil ha sido el líder regional de la impugnación de los acuerdos internacionales – la denuncia del globalismo-, todo en la línea de la ultraderecha internacional. Y debido a su peso, su influencia se dejaba notar en la región y en algunos otros gobiernos. El ocaso de Bolsonaro puede empezar a dejar ver algunas otras actitudes. En la Cumbre, Luis Lacalle Pou y Mario Abdo Benítez compartieron escenario con Maduro y con Miguel Díaz Canel, con quienes se enfrentaron en los momentos más tensos de la cumbre, pero es difícil creer que con Bolsonaro presente en el cónclave podría haberse arribado a un acuerdo unánime en 44 puntos.

Como dijimos, el anuncio de la llegada de una segunda ola progresista parece responder más al entusiasmo militante que al análisis. Algunas de las nuevas figuras más relevantes de la izquierda en la región, como Gabriel Boric, Gustavo Petro o Yamandú Orsi mantienen posiciones críticas con los gobiernos de Venezuela, Cuba o Nicaragua. En caso de que llegasen a triunfar en sus respectivas citas electorales, no parece sencillo sostener que el hipotético bloque de la izquierda fuera a actuar como en la primera década del siglo. Las agendas y las tensiones no son necesariamente las mismas. Por el lado de la derecha, queda claro que no lograron ni consolidar algo parecido a una ola conservadora de gobiernos en lo que vamos de siglo. El fracaso de Macri, la deficiente y caótica gestión de Lenin Moreno, el ciclo de protestas que acorraló a Piñera o el hundimiento sostenido de la imagen de Iván Duque dan fe de ello. Hay muchas incógnitas hacia adelante, casi como problemas que precisan un urgente abordaje. Los líderes de la región no pueden quedarse esperando la consolidación de una ola que sientan afín para recién actuar; deben hacerse cargo de la nueva realidad, de qué hace la región mientras tanto. Empate no tiene por qué ser sinónimo de impasse o de imposibilidad de pactos. México ha dado un paso importante logrando que la CELAC sea un foro donde todos acepten participar y para que este “mientras tanto” no sea solo un tiempo de espera estéril sino que resulte útil y, con mucha o muchísima discusión, vayan lográndose algunos acuerdos. Mientras más tiempo pierda la región en pensarse y actuar como tal, más oportunidades perderá su gente.

Manuel Canelas, politólogo, es exministro de Comunicación de Bolivia.

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