La censura en tiempos del diario ‘Madrid’

La censura en tiempos del diario ‘Madrid’

Hace hoy 50 años que desde las páginas de un diario madrileño se invitaba a un general a retirarse. No, no era Franco sino De Gaulle, a juzgar por su título, pero la lectura entre líneas invitaba a pensar en el otro, especialmente cuando su autor hablaba de la “semejanza de situaciones sociales y políticas con el vecino país”. Así lo entendió la generalidad de la opinión pública del momento y, sobre todo, el gobierno. Ocurría esto un 30 de mayo de 1968, el diario en cuestión era Madrid y el escritor del artículo Rafael Calvo Serer, catedrático valenciano y entonces presidente del consejo de administración del periódico. El resultado fulminante fue el secuestro de esa edición, la suspensión del periódico por cuatro meses, una multa de 250.000 pesetas y el procesamiento del director en funciones y del autor ante el Tribunal de Orden Público.

Repasando papeles y documentos de archivo con los que escribí mi tesis doctoral sobre el diario Madrid, luego convertida en libro, me encontré recientemente con una copia del original escrito de dicho artículo, con los tachones y reescrituras típicos de aquella época en que no había ordenadores. Acompañándolo a modo de presentación, el propio Calvo dejó escrito de su puño y letra: “Manuscrito de un artículo del que se hablará algún día (31.5.68)”. Desde luego, dio mucho que hablar. Y hoy más que nunca es un día para volver a hacerlo porque las cosas se olvidan y la desmemoria hace estragos en ciertos discursos políticos actuales.

Aunque la autoría final fue única y asumida por Calvo, era práctica habitual en el periódico que editoriales o artículos surgieran de las reuniones semanales conocidas como las “cenas de los miércoles”. Uno de los asistentes, el entonces joven sociólogo Amando de Miguel, que también firmaba regularmente sus colaboraciones en la página 3 de Madrid, recuerda que incluso sugirió que el título final fuera simplemente "No al general", pero al final el propio Calvo le añadió las tres palabras del antetítulo y se decidió también añadir el nombre del general, aunque de poco serviría luego. Muchos años después, De Miguel comentaría con ironía que, de haberle hecho caso a él, “creo que nos habrían fusilado al amanecer”.

El interés de Calvo Serer por Francia venía de antiguo. Era un país que conocía bien por haberlo visitado muchas veces, mantener relaciones regulares con intelectuales franceses y escribir sobre sus problemas en distintas publicaciones y, en los últimos dos años, en el propio diario Madrid. Pero el tiempo no era el más oportuno. Llovía sobre mojado. El diario, sometido a una estrecha vigilancia por parte del ministro de Información, Manuel Fraga, había acumulado un buen número de expedientes desde comienzos de 1967. Cuando salió a la luz la edición del jueves 30 de mayo, con el “Retirarse a tiempo” anunciado en portada, enseguida se procedió a su secuestro y a la incoación de un expediente por vulneración de la Ley de Prensa. Como el viernes 31 había Consejo de Ministros y Madrid era vespertino, ese día ya no se publicó el periódico al activarse uno de los anteriores expedientes. Era evidente que los dos meses de suspensión serían cuatro en cuanto se resolviera el nuevo expediente por este artículo.

Nunca un diario había recibido una sanción tan dura desde la Guerra Civil. ¿Tan grave era lo que se decía, o tal vez se insinuaba, en aquel artículo? El expediente abierto se refería a “los términos, alusiones y conceptos menospreciativos que del citado trabajo se desprenden para la suprema Jerarquía de nuestra Nación y la Institución que en él se encarna, aludida de manera clara y directa”. Propiamente hablando no se hablaba en él de España hasta los tres últimos párrafos, pero al apuntar entonces la semejanza de situaciones entre ambos países todo lo escrito anteriormente podía leerse –entre líneas– a la luz de las similitudes; por ejemplo, cuando hablaba de “la incompatibilidad de un gobierno personal o autoritario con las estructuras de la sociedad industrial y con la mentalidad democrática de nuestra época”. Para el ministerio, la intención de identificar a ambos jefes de Estado era evidente, y de ahí la dureza represiva y la rapidez con que actuó.

Quien se tuvo que retirar por un tiempo, por cuatro meses, fue el diario Madrid, al que aún le quedarían dos años y medio de difícil existencia hasta el cierre gubernamental definitivo de noviembre de 1971: unos años que su director, Antonio Fontán, calificó como “un viaje por los incómodos senderos de la discrepancia”. Quienes hoy en día utilizan demagógicamente el mantra del franquismo para calificar y denostar nuestro sistema democrático se olvidan de cómo se las gastaba aquel régimen contra quien osaba discrepar, siquiera fuese entre líneas. Las comparaciones son odiosas.

Carlos Barrera es profesor titular de la Facultad de Comunicación. Universidad de Navarra.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *