«La ciencia vence»: el Real Colegio de Artillería y la Ilustración

España es un país que se ignora demasiado a sí mismo. No es que no piense en sí mismo, es que no lo hace bien. Ese dato quizás nos diferencie de las demás naciones europeas. De ahí nuestra tradicional y absurda falta de autoestima, y de ahí también ciertos complejos que nos han conducido a errores y reacciones indebidas. Desconocemos a veces nuestra mejor historia, el significado y legado de nuestras instituciones, lo que aportaron compatriotas nuestros. Pasamos por encima de efemérides que merecen ser celebradas, enterramos la memoria de nuestros mayores, damos la espalda a quienes fueron nuestros creadores y artistas, científicos, escritores, pensadores u hombres de Estado. Somos, en ese sentido, una vieja nación con alzhéimer, y ya se sabe que el enfermo que la padece acaba por no reconocerse ante el espejo. Un día como hoy de hace 250 años, un italiano dio cuerpo por orden de un gran Rey a una institución que situó la ciencia española en el nivel europeo. ¿Quién lo sabe? ¿Quién lo dice? ¿A quién le importa? Hablemos ahora de ello. Celebremos la fundación del Real Colegio de Artillería en Segovia, que se inscribe con nombre propio en la gran operación de la Ilustración española.

No es que España no haya tenido siglo XVIII, como se lamentaba Ortega, es que la Ilustración nos llegó tarde, y fue dispersa y algo menor que en otras grandes naciones europeas, como se ha demostrado después. No tuvo el brillo, ciertamente, que en Francia, Alemania, Inglaterra o Italia. Pero hubo importantes focos, como Asturias, Sevilla, Madrid o País Vasco; surgieron personalidades, como Jovellanos, Aranda, Floridablanca o Feijoo; se produjeron destellos, como el Jardín Botánico, las expediciones científicas, el Gabinete de Ciencias Naturales, las reformas de las ciudades, las Reales Academias o la propia Academia de Artillería, que iniciaron la modernización y el despertar de un paisanaje hasta entonces dormido y dominado por las inercias retardatarias del viejo Reino de España que perseguían a los denominados novadores (herejes que pretendían abrir nuestro país a las novedades científicas e intelectuales extranjeras) mientras los Principia Mathematica de Newton y el racionalismo de Locke se difundían como la pólvora por Europa.

La llegada de un rey napolitano, con su amplia y cualificada corte de italianos, fue un hecho luminoso: no solo porque en España volvieran a brillar extranjeros de primera fila, como Esquilache, Sabattini o el también italiano Felice Gazzola, fundador del Real Colegio de Artillería, sino también porque el extranjero, como nuevo personaje social casi de moda, se hiciera familiar en la sociedad española y nuestro país volviera a tener una predisposición abierta a lo foráneo. Pocos españoles saben que ese Real Colegio es la Institución de Enseñanza Militar de Oficiales en activo más antigua del mundo (es casi cuarenta años anterior a West Point). Y pocos, que ha sido, además, un centro académico, científico e investigador pionero, no solo en el ámbito castrense, sino en el terreno científico, investigador y tecnológico, con importantes consecuencias para la ingeniería civil y militar, para la agricultura, para la difusión del humanismo. Su lema, «la ciencia vence», es una declaración de intenciones y encierra todo un programa ilustrado. Igual que los monasterios llegaron a ser depositarios de la cultura europea durante los mal llamados años oscuros del Medievo, las academias militares se transformaron, bajo el real impulso, en refugio ilustrado de una ciencia, una investigación y un desarrollo tecnológico que apenas existían al margen de ellas. Por eso se ha llegado a hablar de cierta «militarización de la ciencia», pues la palanca ilustrada para el desarrollo científico en España fue fundamentalmente la institución militar.

Ayer se cumplieron 250 años de la creación de la Academia de Artillería de Segovia por el Conde Gazzola, viejo e ilustrado militar italiano que recibió, en la recta final de su carrera, el real encargo para la fundación de esta Academia. Los artilleros del Real Colegio apoyaron el programa ilustrado, promovieron la Sociedad Económica de Amigos del País y publicaron modernizadores libros de matemáticas, física, metalurgia, química o ingeniería, en algunos casos, traducidos y utilizados en academias y universidades extranjeras. Fue la Academia la vanguardia científica, industrial y tecnológica de España. Y nos puso en el nivel de Europa. Y ha sido siempre, en el terreno puramente militar, garantía de una altísima preparación de nuestros artilleros, de una probada eficacia en el campo de batalla y de la defensa de unos valores que van más allá de la mera profesionalidad.

Segovia vive con emoción esta efeméride. Desde su Alcázar, desde el convento de San Francisco, los artilleros han difundido por el tejido social y ciudadano de la histórica ciudad, su conocimiento, su patriotismo, su ciudadanía ejemplar casi sin proponérselo, a lo largo de 250 años.

Pedro Ramón Gómez de la Serna y Villacieros, diputado del PP por Segovia.

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