La ciudad del futuro

Considero que el tema básico de cara a analizar y diseñar la ampliación de las grandes ciudades consiste en tener claros los modelos urbanos que conviven en el mundo occidental. Me refiero, pues, a Europa y a la totalidad de América. El legado urbano que nos ha transmitido la historia ofrece una doble opción: ciudad de tipo mediterráneo o ciudad de carácter anglosajón y nórdico.

Creo que esta diversidad es el resultado de un determinismo climático. El área mediterránea goza de un espléndido clima templado no muy frío ni especialmente cálido y, además, con pocos días de lluvia al año y muchas horas de sol. El ambiente exterior invita a salir al espacio público urbano tanto para pasear como estar en él. Por ejemplo en las terrazas de las calles o en plazas. Así cristalizó una cultura urbana, En cambio, el área nórdica soporta un clima frío y lluvioso que no favorece ocupar las calles. Eso ha dado pie a que surja una mentalidad suburbana.

El urbanista madrileño Chueca Goitia apuntó, pero sin desarrollarla, esta idea de los dos modelos y les puso unos nombres que creo muy acertados: ciudad pública y ciudad doméstica. Lo hizo su libro 'Breve historia del urbanismo'. Yo ya intuía esta cuestión y me puse en contacto con él manteniendo dos conversaciones en las que me animó a estudiar las características de cada modelo, cosa que he hecho en algún libro.

Por otra parte, un urbanista norteamericano, simplificando, califica los modelos como ciudad del peatón ('pedestrian city') y ciudad del coche ('car city') al focalizar la cuestión en esta característica. Estos modelos son teóricos y no encajan del todo con la realidad.

El ejemplo real del primer modelo son las ciudades mediterráneas del sur de Europa pero también las ciudades históricas del norte, las cuales eran compactas cuando los medios de comunicación eran precarios y se fueron dispersando en el momento de entrar en juego la movilidad motorizada. El perfecto ejemplo del segundo son la mayoría de ciudades de Estados Unidos con las honrosas excepciones de Nueva York, Chicago, Boston, San Francisco y alguna más.

Lo que pasa en nuestro territorio, especialmente durante el siglo XX, es que los crecimientos de las ciudades se han ido desvirtuando en algunos aspectos. Creo que han influido dos causas: 1) deslumbramiento ante la modernidad banal de rascacielos aislados, grandes centros comerciales, infraestructuras espectaculares, etcétera, y 2) invasión de la ciudad por los coches (y motos), en circulación y aparcados, que han dañado el ambiente urbano.

Resumiré los rasgos de cada modelo. La ciudad pública otorga un gran protagonismo al espacio público formalizado, de paso y de encuentro. Es la ciudad del peatón. Calles continuas y compactas. Apuesta por la artificialidad pero con una red de parques urbanos y calles arboladas. Sobre la base residencial (la materia prima), mezcla con todos los otros usos. Densidad media/alta. Compleja y segura. Son características de aplicación preeminente pero sin que lleguen nunca al 100%.

La ciudad doméstica es todo lo contrario. El espacio público está pensado para el paso de los vehículos motorizados. Es la ciudad del coche. Mezcla indiscriminada de construcción y vegetación. Tiene una estructura urbana muy dispersa definida por el volumen de los edificios y no por el espacio. Los usos urbanos están separados. Acumulaciones de un solo uso formando guetos (grandes centros comerciales, agrupación de bloques de oficinas, etc.). En realidad, no llega a ciudad sino que es un asentamiento humano.

Descritos someramente los dos modelos, hay que hacerse una pregunta: ¿cuál es el más conveniente para apostar de cara al futuro?. Hay que tener en cuenta dos cuestiones. Una es que, debido a la gran inercia del urbanismo siempre se debe vislumbrar el porvenir. La otra es que, hoy en día, resulta imprescindible tener en cuenta el ecologismo, la piedra de toque para escoger qué modelo es el mejor.

Sin duda, la ciudad pública de raíz mediterránea se adapta fácilmente a los requerimientos de la sostenibilidad. No es necesario modificar su estructura urbana y solamente los edificios han de incorporar un mejor aislamiento térmico y producir energía. Y, por supuesto, introducir las TIC (aquello de la 'smart city'), aplicables a cualquier modelo.

En cambio, la ciudad doméstica tiene unas características estructurales que son contrarias al ecologismo. Si no estoy equivocado, es muy curioso constatar que la histórica ciudad mediterránea, convertida en pública mediante una actualización y unas correcciones que no afectan su esencia, pueda ser la base y el referente de la ciudad del futuro. El otro modelo nos llevaría hacia un futuro totalmente insostenible.

Josep Oliva Casas, arquitecto y urbanista. Autor de 'Models de ciutat i ecologisme'.

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