La clave digital que conduce hacia el crecimiento inclusivo

Últimamente, los debates sobre los efectos que la tecnología digital tiene en la economía y la sociedad han tendido a centrarse en los aspectos negativos. Sin embargo, sería un error dejar que los riesgos asociados con esta tecnología oculten el potencial que ella tiene para mejorar el mundo; como por ejemplo, como apoyo para el logro de un crecimiento más inclusivo.

Con certeza, los riesgos potenciales son profundos. La reciente novela de gran éxito escrita por el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el novelista James Patterson, The President is Missing, se basa en la plausible conjetura de que los datos de las computadoras y los servidores podrían destruirse en una escala masiva, haciendo que todas las economías modernas se detengan repentinamente. Ante tales amenazas, las políticas que involucran transferencia de tecnología e inversiones transfronterizas ahora tienen en cuenta las implicaciones relativas a la seguridad cibernética de las tecnologías digitales, sin dejar de lado aquellas relacionadas a su potencial militar y aplicaciones de defensa.

Las preguntas sobre la seguridad de los datos van mucho más allá de aquellas sobre seguridad nacional, ya que muchas personas están cada vez más preocupadas por la privacidad y protección de su información personal. Estas preocupaciones estimularon esfuerzos dirigidos a endurecer las normas.

Además, se culpabiliza a las redes sociales por la amplificación de la polarización política, así como por proporcionar una plataforma para la intromisión extranjera en los procesos de elecciones y el discurso público de los países. No obstante, las normas, en estos casos, son más complicadas, ya que se deben equilibrar con el derecho a la libertad de expresión. Entre tanto, el enorme poder de mercado que poseen las mega-plataformas digitales está provocando pedidos de revisión de las políticas de competencia.

Sin embargo, los riesgos que han recibido la mayor atención se relacionan con el empleo. A medida que un número creciente de trabajos o tareas se automatizan, muchos temen que no vaya a haber una cantidad suficiente de trabajos o tareas para los humanos. E, incluso si hubiera una cantidad suficiente de empleos, el gran desafío sería poder garantizar que los trabajadores – especialmente aquellos que anteriormente tenían puesto de trabajo con actividades rutinarias – puedan ocupar los nuevos puestos que requieren de asistencia digital.

Hasta el momento, parece que el auge de la economía digital ya ha contribuido a un patrón amplio de ingresos y polarización laboral en el mundo desarrollado. Sin embargo, la tecnología digital puede desempeñar un papel importante en el fomento de patrones de crecimiento inclusivos, especialmente en las economías en desarrollo, gracias a dos características clave.

En primer lugar, la información digitalizada tiene costos marginales bajos y no tiene rival. En segundo lugar, las tecnologías digitales – desde Internet móvil y computación en la nube hasta inteligencia artificial y cadenas de bloques – están más accesibles que nunca, lo que significa que, en la actualidad, los requisitos de habilidades para una participación efectiva en la economía digital se sitúan en niveles relativamente bajos (aunque la alfabetización sigue siendo esencial).

El Internet móvil es el facilitador clave de la economía digital. Los teléfonos inteligentes han brindado a un gran y creciente número de personas – especialmente en la mitad inferior de la distribución de ingresos – acceso a Internet por primera vez, mientras que, a su vez, el crecimiento de los sistemas de pago móvil ha impulsado en gran manera este efecto inclusivo. Las personas que antes carecían de la documentación oficial requerida para acceder a los servicios financieros, ahora pueden realizar transacciones, acumular antecedentes financieros y, con el transcurso del tiempo, solicitar un préstamo. En este sentido, los datos se han convertido en la nueva garantía colateral. Las plataformas de comercio electrónico amplifican aún más este efecto, ya que proporcionan un nuevo camino hacia la inclusión económica.

Como lo explica Ming Zeng en Smart Business: What Alibaba’s Success Reveals about the Future of Strategy, el comercio electrónico y las plataformas de pago, al menos en China, han evolucionado desde plataformas independientes a ecosistemas digitales accesibles. Las barreras de entrada son bajas, y los mercados a los que pueden acceder digitalmente las empresas son mucho más grandes que los mercados tradicionales, que están limitados por la geografía. Además, hay disponibilidad de recursos complementarios para los nuevos modelos de negocios y se puede conjugar estos recursos de manera relativamente fácil a través de la arquitectura abierta de las plataformas.

La investigación en curso que se lleva a cabo en la Academia Luohan (Hangzhou, China) – un instituto de reciente creación dedicado a explorar las características y los impactos de la economía digital – señala que tales efectos inclusivos ya están surgiendo, y que con certeza esto ya ocurre en China. Más allá de contribuir al crecimiento general, especialmente aquel de la economía de consumo a nivel nacional, donde las pequeñas y medianas empresas han prosperado y se han multiplicado, parece que los sistemas de pago móvil y de comercio electrónico expanden la participación económica de los ciudadanos de bajos ingresos y benefician a las regiones rezagadas.

Quizás este efecto no debería ser sorprendente. Al fin y al cabo, el fomento del crecimiento inclusivo y el empleo fue una motivación clave detrás de la creación de la plataforma de comercio electrónico de la empresa Alibaba; y, además esta motivación continúa guiando su evolución en la actualidad.

Asimismo, el poder de los ecosistemas es bien conocido. A lo largo de muchos países y sectores, hay puntos calientes o ‘hotspots’ de innovación, caracterizados por el intercambio dinámico de ideas. A medida que estos puntos calientes se desarrollan, ellos proporcionan una cantidad cada vez mayor de recursos complementarios (incluyendo entre ellos al capital humano), mismos que, a su vez, facilitan la creación de nuevas empresas, esencialmente al bajar las barreras de entrada.

Los ecosistemas habilitados digitalmente – que incluyen no sólo a las plataformas de comercio electrónico y de pago, sino también a las redes sociales – funcionan como versiones que turbo-impulsan a estos ecosistemas locales tradicionales. Ellos crean mercados nuevos, dinámicos y que se extienden hasta lugares remotos, no sólo mercados para bienes y servicios, sino también para ideas e interacciones sociales.

Por supuesto, nada de esto sucede de la noche a la mañana. Al igual que en un ecosistema tradicional, se necesita tiempo para construir la infraestructura. En última instancia, sin embargo, el potencial de los ecosistemas digitales para promover patrones de crecimiento inclusivos en las economías en desarrollo es enorme.

Sin duda, la receta para el crecimiento y el desarrollo no es la misma para todos los lugares. Pero, mientras cada país encuentra su propio camino, hay ingredientes comunes; como por ejemplo aprovechar la base de conocimiento y tecnología de la economía global y garantizar la obtención de niveles relativamente altos de inversión privada y social.

Hoy se muestra cada vez con mayor claridad que las tecnologías digitales deben incluirse en la mezcla que se receta para el logro del crecimiento y desarrollo. En un momento en que estas tecnologías están incursionando en los sectores de manufactura/ensamblaje de la economía, que son los sectores que requieren de mucha mano de obra comercializable (la base tradicional de la ventaja comparativa), los mercados digitales, los ecosistemas de arquitectura abierta y las plataformas de pago móvil pueden ofrecer una solución poderosa y asequible, y un motor de crecimiento inclusivo para una amplia variedad de economías en desarrollo.

Chen Long is Director of the Luohan Academy. Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at NYU’s Stern School of Business, Distinguished Visiting Fellow at the Council on Foreign Relations, Senior Fellow at the Hoover Institution at Stanford University, Advisory Board Co-Chair of the Asia Global Institute in Hong Kong, and Chair of the World Economic Forum Global Agenda Council on New Growth Models. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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