La “combinación”, instrumento de la guerra de la información de Rusia en Cataluña

Tema

La “combinación” (kombinaciya) –tipo de operación que integra diversos instrumentos de la guerra de la información (ciberguerra, ciberinteligencia, desinformación, propaganda y colaboración con actores hostiles a los valores de la democracia liberal)– de Rusia en el referéndum ilegal en Cataluña.

Resumen

El objetivo principal de este trabajo, complementario a uno anterior sobre la “desinformación”, es: (1) analizar los hechos de la interferencia rusa en el referéndum ilegal de Cataluña y los motivos y objetivos que impulsaron al actual régimen ruso; (2) mostrar cómo la interferencia rusa en Cataluña forma parte de la guerra de la información como método militar asimétrico que Rusia aplica en EEUU y Europa, y (3) examinar si la respuesta de Occidente (EEUU, UE y OTAN) ha sido adecuada al desafío que representa la guerra de la información rusa.

Los occidentales confunden “desinformación” con “guerra de la información”, y distinguen entre “ciberguerra” y “comunicación estratégica”, mientras el Kremlin usa la desinformación como uno de los instrumentos de la “combinación”, y demuestra en la práctica que la ciberguerra y la guerra de la información, aunque nos sean términos sinónimos, son interdependientes.

La doctrina militar rusa define como sus principales objetivos no destruir al enemigo sino influir en él –no la extinción de los oponentes sino su decadencia interna– y se vale para ello del traslado de la guerra desde los campos de batalla convencionales a la información, la guerra psicológica y la distorsión de las percepciones. Por tanto, está claro que la guerra con Rusia no es fundamentalmente un conflicto físico sino uno entre conciencias, porque, en última instancia, el objetivo es el de siempre: ganar la guerra en las mentes y en los corazones del enemigo.

Análisis

La victoria de Rusia en Cataluña

Teniendo en cuenta la previa interferencia rusa en casos como el referéndum del Brexit, el referéndum celebrado en los Países Bajos sobre si la UE debería firmar el acuerdo de asociación con Ucrania, las elecciones presidenciales de EEUU, las elecciones francesas y las alemanas, por no hablar ya de sus campañas de ciberataque y desinformación en los países vecinos, el incremento del 2.000% de la actividad relacionada con Cataluña en Rusia durante el mes de septiembre no ha sido una sorpresa ni una anomalía. Ha sido, más bien, un intento más (con toda probabilidad no el último) de influir en la situación política de otro país, sembrar confusión y proclamar el declive de la democracia liberal.

Oficialmente, varios representantes rusos –Yuri Korchagin, el embajador de la Federación de Rusia en España, Serguéi Lavrov, el ministro de Asuntos Exteriores, y el presidente Vladimir Putin, entre otros– expresaron su “total apoyo a la integridad territorial de España” y afirmaron que se trata de un “proceso interno” en el cual Rusia no tiene interés alguno en participar. Sin embargo, como han informado varios medios de comunicación españoles y extranjeros tras el pormenorizado análisis de webs pro-rusas y perfiles de redes sociales, efectuado con herramientas de analítica digital por El País y como lo reflejan varios medios de comunicación rusos –RT (antigua Russia Today), Sputnik, Russia Beyond the Headlines y varias televisiones estatales–, el gobierno de Rusia ha aprovechado la oportunidad para aplicar la “combinación” de varios instrumentos de la guerra de la información, así como la colaboración con actores hostiles a Occidente –Julian Assange, Edward Snowden y grupos radicales en el Reino Unido y EEUU que estaban a favor de Brexit y de Donald Trump– en el referéndum ilegal de Cataluña.

La contradicción entre las opiniones de la diplomacia rusa y la actitud de los medios de comunicación rusos no deben sorprendernos. Lo que ya había subrayado George Kennan durante la Guerra Fría –es decir, que no se debe confundir la política exterior soviética con las relaciones exteriores soviéticas– todavía es válido para Rusia. Las relaciones exteriores de Rusia están –a pesar de las violaciones del derecho internacional con la anexión de Crimea– dentro del marco de las instituciones de la comunidad internacional. La política exterior rusa es otra cosa. Su objetivo es devolver el estatuto de gran potencia a Rusia mediante la extensión de zonas de influencia y competición con EEUU y la UE en diferentes escenarios internacionales. Durante los últimos tres años, Rusia ha demostrado que es capaz (y que tiene voluntad) de llevar a cabo a la vez operaciones militares y una guerra de la información. En las guerras de Ucrania y Siria, el Kremlin ha combinado la fuerza militar con la guerra de la información. En los países occidentales, donde su objetivo principal es ganar influencia y no territorios, el conflicto ha tomado la forma de guerra híbrida con especial énfasis en la guerra de la información.

La actividad de los rusos en el referéndum ilegal de Cataluña se ha centrado en la transmisión de los mensajes verdaderos y falsos en las redes sociales (Facebook y Twitter) por trolls (perfiles creados online para divulgar la información ya creada), bots (divulgación de información por procesos automáticos) y sockpuppets (perfiles creados online con el propósito de crear y transmitir falsas noticias), a lo que se añade una intensa cobertura sobre qué ocurría en Cataluña en los medios de comunicación rusos.

Como en ocasiones anteriores, la exitosa combinación de varios instrumentos de la guerra de la información ha hecho necesario el apoyo del Gobierno del régimen autocrático, además de la estrecha colaboración entre los servicios de inteligencia que definen las principales debilidades y problemas internos de un país, así como de la ciberinteligencia: la “web brigada” (los hackers, trolls, bots, sockpuppets) que roba información y la divulga en los medios de comunicación. La información pirateada sobre diferentes grupos sociales condicionó la definición de posibles targets –posibles receptores de los mensajes– en las redes sociales.

Los contenidos más significativos de los mensajes

La información más significativa divulgada por Twitter y Facebook procedía de Julian Assange y Edward Snowden, que se dedicaron a definir España como una “república bananera”, a argumentar que España está al borde de una guerra civil y a insistir en que se hizo un uso violento de la fuerza policial para impedir el derecho democrático a votar. Fue retwitteada y compartida en Facebook por trolls y bots.

Los medios de comunicación que publican en inglés y español –Sputnik y RT– y los canales de las televisiones estatales rusas (única fuente de información para la mayoría de los rusos) se dedicaron a ofrecer “un punto de vista alternativo” sobre los acontecimientos, subrayando las debilidades y las crisis de España. El contenido más significativo de estos mensajes es:

  • El uso de la fuerza por parte de la policía ha consistido en violencia deliberada y no en una legítima defensa de la seguridad del Estado; es una práctica franquista y no de un Estado democrático.
  • La UE reconocería la independencia de Cataluña después del proceso de adhesión.
  • La UE habría ordenado a España llevar a cabo una “acción represiva” para impedir el referéndum, intentando así evitar otro Brexit.
  • El referéndum es una “revolución de color” dentro de la UE y el primer paso hacia su desintegración.
  • Los europeos son “hipócritas” por condenar el uso de la violencia en Ucrania por Victor Yanukovich y no el de la policía española.
  • España está en la misma situación que Ucrania, y Cataluña al borde de una guerra civil como la de Donbas.
  • El referéndum de Cataluña es como el de Crimea.
  • Occidente es responsable del deseo de los catalanes de independizarse de España por crear las condiciones previas para los movimientos separatistas cuando apoyó y reconoció la independencia de Kosovo.

Los objetivos y motivos de la “combinación” en el referéndum ilegal de Cataluña

El objetivo fundamental de cualquier uso de la “combinación” es el mismo que el de la desinformación: engañar y desorientar al oponente, influir en sus decisiones y socavar su eficacia política, económica y militar. La diferencia entre la desinformación y la “combinación” descansa en el hecho de que la combinación usa un mayor número de instrumentos (incluida la desinformación). Los principales objetivos de la combinación en Cataluña son:

  1. Desacreditar la democracia española, fomentar la división entre los ciudadanos españoles y la división entre España y sus socios en la UE y la OTAN.
  2. Desacreditar a las instituciones europeas, aludiendo a su ineficacia y al fracaso del proyecto europeo; sembrar confusión.
  3. Desacreditar el orden liberal creado y sostenido por EEUU.
  4. Distraer la atención de los ciudadanos rusos de los problemas internos (incluidos los del separatismo en la región del Norte del Cáucaso) y aislarlos de la información procedente de los medios de comunicación extranjeros.

Los motivos estratégicos del Kremlin que subyacen a estas prácticas son los siguientes:

  1. Conseguir el fin de las sanciones económicas impuestas a Moscú por la anexión de Crimea y el apoyo económico y militar a los rebeldes pro-rusos en el sureste de Ucrania, provocando la división interna de la UE.
  2. Presentar el modelo de democracia liberal como fracasado y sin credibilidad para dar lecciones morales a Moscú, además de como muy poco deseable para Rusia, ya que crea caos y desorden.
  3. Fomentar el “antioccidentalismo”, uno de los pilares del sostenimiento del régimen ruso, que mantiene una actitud muy arraigada de resentimiento y agravio hacia Occidente. Rusia es un país no sólo muy orgulloso sino también muy resentido y alienado. Gran parte de esta alienación se basa en una diferencia fundamental de puntos de vista rusos y occidentales sobre Europa, EEUU y la OTAN.

La guerra de la información: origen y evolución

Adquirir ventajas militares, sociales, políticas y económicas a través de ciberinteligencia y ciberataques no es sólo una estrategia del Kremlin (los casos de China, Corea del Norte y de grupos radicales norteamericanos que apoyaron la candidatura presidencial de Donald Trump son muy conocidos). Tampoco la presentación de las noticias falsas como verdaderas es una práctica exclusivamente rusa. Medios tan respetables como The New York Times, la BBC y The Guardian (por mencionar sólo algunos) publicaron, intencionadamente o no, artículos sobre Cataluña con mucha información errónea. Sin embargo, lo que distingue a Rusia de otros “ciberactores” y divulgadores de mentiras es el uso de la guerra de la información como estrategia militar definida en la última Doctrina Militar de la Federación de Rusia, oficial desde 2014.

La evolución del concepto de guerra de la información viene determinada por sus raíces en la Rusia prerrevolucionaria y en la tradición bolchevique, así como por el mimetismo de lo que el Kremlin considera la actitud de EEUU en las revoluciones de color como intromisión en los asuntos internos de otros países con el objetivo de cambiar sus regímenes, por la observación del funcionamiento de las redes sociales en la Primavera Árabe, por el patrón de “ensayo y error” en la actuación del Kremlin en la guerra de Chechenia de 1999, la guerra de Georgia de 2008, las masivas manifestaciones de la oposición al gobierno de Vladimir Putin en protesta por el fraude en las elecciones legislativas en 2011, la anexión de Crimea y la guerra en Ucrania (2014), y, finalmente, por una extraordinaria capacidad de los servicios de inteligencia rusos para adaptarse a los principios de subversión en la era de Internet. El hecho de que desde 2014 la guerra de la información forme parte de la Doctrina Militar refleja que el Kremlin considera que Rusia está involucrada en una guerra de la información a gran escala.

El perfeccionamiento de la guerra de la información actual arranca de la segunda Guerra de Chechenia (1999-2009), cuando el Servicio Secreto Federal (FSB) concluyó (basándose en la información que los ciudadanos divulgaban en las redes sociales sobre la guerra) que Internet era un peligroso factor de desestabilización y una amenaza a la seguridad nacional que debía ser cuidadosamente controlado. Entre todos los conflictos definidos como escenarios donde los servicios de inteligencia aprendieron sobre las “amenazas” que representaba Internet para la seguridad nacional y sus infinitas posibilidades como instrumento de la guerra de la información, las protestas de 2011 marcaron un avance significativo en el uso de las redes sociales. Durante las protestas, el Kremlin se dio cuenta de que los sistemas automáticos (que usaban desde 2009 o antes) para divulgar una información no eran suficientes, sino que se hacía necesaria una inversión en actores humanos con fin de prevenir los debates online. Desde entonces, la inversión rusa se ha centrado en tres áreas principales: medios de comunicación que actúan en el exterior y el interior del país, como RT y Sputnik, uso de redes sociales para asegurar que las narrativas rusas alcancen un amplio alcance y destrezas lingüísticas de sus empleados para comunicar en ruso e idiomas extranjeros.

La anexión de Crimea en 2014 sin que los “pequeños hombres verdes” dispararan una bala ha sido el mayor éxito de la combinación de varios instrumentos de la guerra de la información y la causa inmediata de que esta entrara a formar parte de la Doctrina Militar de 2014. En el capítulo dedicado a “peligros militares” se incluyó por vez primera “el espacio informativo y la esfera interna”. Se puso un particular énfasis en “la influencia informativa [extranjera] sobre la población… dirigida a socavar las tradiciones espirituales y patrióticas”, y “en el uso de las tecnologías de comunicación en contra de la soberanía, la independencia política, la integridad territorial de algunos Estados, que ponen en peligro la seguridad y paz internacional”. Uno de los principales estribillos de la doctrina es la importancia de la política estatal para contener la influencia de los actores extranjeros en asuntos domésticos rusos y en la esfera de las llamadas “zonas de interés vital”. La Doctrina Militar sugiere que la percepción rusa de la guerra informativa que libra es exclusivamente defensiva (aunque es obvio que ha sido ofensiva tanto en las ex repúblicas soviéticas como en los países occidentales) y que consiste en dar a los occidentales lo que consideran “su propia medicina”.

La respuesta de Occidente

La interferencia rusa durante la campaña del Brexit y en las elecciones presidenciales de EEUU ya está siendo investigada. El Comité de inteligencia del Senado de EEUU abordó la interferencia rusa en el país (y en Cataluña) con la comparecencia de los representantes de Facebook, Google y Twitter. Huelga decir que el gobierno de España debería hacer lo mismo. Un cuerpo sustancial de investigación sobre las campañas de trolls rusos se ha ido acumulando en varios países occidentales desde hace mucho tiempo. Alemania, durante la campaña de las elecciones legislativas, tomó una serie de precauciones para impedir la interferencia rusa y su Ejercito cuenta con una “ciberbrigada” cuya labor consiste en enfrentarse a las amenazas cibernéticas. Varias instituciones europeas y norteamericanas, think-thanks, organizaciones no gubernamentales, periodistas y analistas han creado equipos para luchar contra las fake news. Su tarea sería detectar cuándo se produce una interferencia rusa, describir sus características, definir la información falsa y contrarrestarla. Aunque hay que juzgar a los involucrados en la “trama rusa” y desmentir las noticias falsas, esto no es suficiente. Los occidentales no comprenden el pleno significado del concepto ruso de guerra de la información como un arma más y, sobre todo, se resisten aceptar que Rusia ya no es el “socio estratégico”, ni siquiera un adversario con quien se puede discrepar y llegar a acuerdos, sino un enemigo, en el sentido de que desea nuestra sumisión o destrucción.

Los occidentales confunden desinformación con guerra de la información, y distinguen entre ciberguerra y “comunicación estratégica”, mientras el Kremlin usa la desinformación como uno de los instrumentos de la “combinación”, y demuestra en la práctica que la ciberguerra y la guerra de la información, aunque nos sean términos sinónimos, son interdependientes.

El enfoque occidental se ha centrado en la protección cibernética y en las respuestas técnicas a las amenazas técnicas. Los países de la OTAN están bien preparados para una “ciberguerra en estado puro”. Sin embargo, hasta ahora su respuesta a la guerra de la información rusa no ha sido adecuada por tres razones principales: por considerar que Rusia se autodesacredita divulgando noticias falsas, por no comprender que estamos en guerra con Rusia y por suponer que contar la verdad es suficiente, lo que no es así.

Rusia ha fracasado según los criterios occidentales –no cuenta la verdad–, pero según sus propios criterios ha obtenido un éxito apabullante, particularmente en dos áreas. En el interior, la misión encomendada a la guerra de la información por la Doctrina Militar ha asegurado el espacio nacional informativo: la población rusa ha sido aislada de las fuentes de información exteriores y la gran mayoría de los medios domésticos están controlados por el Kremlin. En el exterior, está influyendo en la conciencia de masas y ha creado un ambiente en el que es difícil distinguir la información verdadera de las medias verdades y las noticias falsas.

Conclusiones

La conciencia de la población occidental es el terreno clave de la confrontación con Rusia, por lo que no es suficiente con contrarrestar la información falsa.

La ignorancia de que las campañas desinformativas rusas preparan futuras acciones contra los intereses de Occidente es el principal peligro que plantea la estrategia de la “combinación”.

Es imposible que Occidente responda con total éxito a la “combinación” de los instrumentos y tácticas empleados por Moscú. Mientras las agencias de inteligencia pueden hacer cosas inteligentes, los gobiernos occidentales no pueden restringir de manera efectiva los flujos de información. No pueden restringir el uso de Internet como lo hacen los gobiernos en los países totalitarios y autoritarios.

Teniendo en cuenta que la Doctrina Militar rusa define como sus principales objetivos no destruir al enemigo, sino influir en él –no la extinción de los oponentes sino su decadencia interna–, y que se vale para ello del traslado de la guerra desde los campos de batalla convencionales a la información, la guerra psicológica y la distorsión de las percepciones, está claro que la guerra con Rusia no es fundamentalmente un conflicto físico sino uno entre conciencias, porque, en última instancia, el objetivo es el de siempre: ganar la guerra en las mentes y en los corazones del enemigo.

Mira Milosevich-Juaristi, Investigadora principal del Real Instituto Elcano y profesora asociada de Historia de Relaciones Internacionales del Instituto de Empresa | @MiraMilosevich1

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