La cometa verde: Vox como marianismo

Al hacer una genealogía de lo que habitualmente se denomina marianismo, la acción política distintiva desarrollada por Mariano Rajoy, hay que detenerse en su discurso de Elche de abril de 2008. El PP acababa de perder las elecciones y estaba próximo a celebrar su Congreso de Valencia. La frase capital invitaba a los liberales y a los conservadores del Partido Popular a marcharse a sus propios partidos, y dado que estos partidos no existían, la invitación era a crearlos. Rajoy creía que la derrota obedecía a una falta de centrismo y de moderación, lastrados por personas situadas en posiciones liberales o conservadoras. Explicitó luego su diagnóstico y estableció que el centro no pedía tanto ideología como "voluntad de sacar el mejor partido de las cosas, sin prejuicios doctrinarios".

La base ideológica del PP desde 1989 hasta 2008 había sido una síntesis, optimizada para la obtención de mayorías electorales, entre liberalismo, conservadurismo y democracia cristiana. El marianismo abordó abiertamente su desmantelamiento buscando una mayoría que en realidad estaba haciendo imposible, porque el PP sí había ganado el centro en las elecciones de 2008 y lo había hecho precisamente gracias a la combinación de sus tres elementos y a la costumbre de hacerlos convivir. Eso era la moderación y eso fue lo que se perdió. Paradójicamente, el PP de Rajoy pasó del 7,6 al 8,3 en la escala ideológica del CIS. En enero, el PP de Pablo Casado se situaba en la posición más centrada desde julio de 2012.

La cometa verde: Vox como marianismoEl PP no perdió por el centro, sino porque el PSOE, que conocía la fortaleza del PP en ese espacio, buscó el voto radical. El centro fue del PP, y lo que estaba a su derecha, también. Su base electoral creció en más de medio millón de votos, la del PSOE en 260.000 y en el extremo. La estrategia de la crispación del PSOE, hoy remasterizada y redondeada, y entonces creada para minimizar pérdidas en el centro mientras se iba al extremo sin renunciar a la mayoría absoluta, había fracasado: al tiempo que agitaba el extremo decía que era otro el que lo hacía, pero los españoles distinguieron las voces de los ecos porque Machado, efectivamente, es de todos.

La diferencia fundamental entre el PP previo al Congreso de Valencia y el PP posterior a ese congreso es que aquél estaba en condiciones de ganar las siguientes elecciones incluso sin crisis económica, y éste ni siquiera pudo mantener la mayoría absoluta obtenida gracias a la crisis. Las bases discursivas para la enajenación del voto liberal y del voto conservador se habían puesto en Elche, y se habían concretado en Valencia, y los resultados prácticos se hicieron evidentes en La Moncloa.

Pero si esto es así, parece obvio que el trabajo de revertir el marianismo no puede consistir en hacer lo que Mariano Rajoy pretendía: vaciar el Partido Popular para crear un partido liberal con los liberales del PP y para crear un partido conservador con los conservadores del PP. Menos aún si se trata de un partido liberal-progresista y de un partido conservador-populista, porque entonces ni siquiera se estaría insistiendo en el error estratégico capital que Fraga finalmente entendió, Aznar rectificó y Rajoy volvió a cometer, sino que se estarían desmantelando definitivamente el liberalismo conservador y el conservadurismo liberal, que es lo que está comenzando a ocurrir. La nueva política continúa, profundiza y eleva a trágico el error de diagnóstico del marianismo. En absoluto lo corrige. Y no es casualidad. Porque utiliza la nostalgia y las dudas de algunos votantes del PP para alimentar proyectos políticos que nada tienen que ver con lo que Rajoy abandonó.

Es también el caso de Ciudadanos, pero es especialmente el caso de Vox. Vox pretende cumplir la pretensión central del ideario marianista, sacar a los conservadores del PP, transformarlos en otra cosa y fracturar una base electoral que entonces perdería las elecciones, que no podría gobernar y que aseguraría la continuidad y la operatividad de los planes de Pedro Sánchez.

Intenta capitalizar el voto de quienes quieren el retorno del PP para, en su nombre y simultáneamente, exigir e impedir que el PP haga cosas que nunca ha pensado hacer porque son absurdas, y pretende retenerlo negando que se hayan producido en el PP novedades esenciales que sí se han producido. Pero exigir garantías sobre lo que el PP no propone mientras se elude explicar la justificación teórica y la garantía práctica sobre lo que Vox propone, no parece muy razonable. Un ejemplo: ¿un Gobierno central sin autonomías, sin contrapeso y con alguien como Zapatero o Sánchez es una buena idea? ¿En qué sentido lo es y para quién? ¿O es que piensan que la izquierda no va a ganar nunca?

Vox ni pretende la restauración de un buen PP ni pretende nada asimilable a lo que ese partido ha significado en la historia de España. En este mismo periódico, quien fue presentado como ideólogo de Vox afirmó no hace demasiados días lo siguiente: "Me da la impresión de que no entienden lo que es Vox... Vox no es el hijo pródigo, ni un apéndice, ni un satélite del PP. Vox quiere consolidarse frente al PP". Es legítimo, pero entonces ¿por qué se le reclaman cosas al PP? ¿Por qué la posición y la razón por defecto de quien se plantea votar a Vox es que no se fía del PP porque Vox le dice que no se fíe? ¿Por qué el votante de Vox proviene básicamente del PP? ¿Y por qué se dice esto en esa entrevista?: "Hay un gran escepticismo acerca de que el nuevo equipo del PP pueda traducir su retórica en la práctica. La política de Núñez Feijóo no tiene nada que ver con el discurso de Génova. Por eso el electorado sigue castigando al PP". Es decir, Vox es voto de castigo al PP, como esencialmente lo ha sido Ciudadanos. Y ahora también es voto de castigo a Ciudadanos. Falta por determinar cuándo será el voto de castigo a Vox y por qué motivo. Pero será el PP.

Existe, pues, una clara distorsión que conviene advertir. Quienes votaban al PP y están pensando en dejar de hacerlo tienen una obligación de sinceridad hacia sí mismos, y deben preguntarse si lo que se encuentra desplazado ahora es el Partido Popular o son ellos mismos. Y por qué razón. Porque una cosa es restaurar la indispensable presencia del conservadurismo en el PP y otra distinta pretender que el PP sea sólo eso y, por tanto, renuncie a ser el PP y renuncie a su mayoría social. Se deja de ser el PP cuando se prescinde del conservadurismo, pero también cuando se pretende su exclusividad. Incluso puede estar ocurriendo algo aún peor: que, como se explicita en la entrevista mencionada, se quiera mutar el genuino conservadurismo moderado y constructor de mayorías del PP en un populismo identitario, cerrado, capaz solo de entenderse consigo mismo.

Irse del PP a Vox es legítimo, por supuesto, pero hoy significa literalmente irse del PP. Y eso es algo que hace uno mismo, no el PP. Dicho de otra forma: hablar de la veleta naranja puede tener una justificación en los hechos, pero esa imputación no puede hacerse sin más al mismo tiempo que se da carrete a la cometa verde, que viene a ser una veleta sin eje, sin anclaje e igualmente mecida por el viento que sopla y con idéntico sentido de la oportunidad. Algunos no hemos militado en la izquierda ni de jóvenes, y quizás por eso no podríamos aspirar, aunque quisiéramos, a ideólogos de Vox.

El conservadurismo del PP en el que algunos nos reconocemos y que hemos defendido siempre es parte de una mayoría de Gobierno real en la que tienen que estar muchos otros, porque si no se pierde. Eso es sentido de la realidad y de la política. Eso es puro PP. Que no es la patria, que sólo es un partido.

Miguel Ángel Quintanilla es politólogo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *