La competencia asiática sobre los recursos naturales

La competencia por los recursos naturales estratégicos – incluyendo el agua, los minerales y los combustibles fósiles – siempre ha jugado un papel importante en la conformación de las condiciones del orden económico y político internacional. Sin embargo, ahora que dicha competencia se ha intensificado debido a que abarca prácticamente toda Asia, lugar donde el crecimiento demográfico y el rápido desarrollo económico durante las últimas tres décadas han generado un apetito insaciable por los severamente limitados suministros de productos básicos clave.

Asia es el continente más pobre en recursos naturales del mundo, y la sobreexplotación de los recursos naturales que posee ha creado una crisis ambiental que está contribuyendo al cambio climático regional. Por ejemplo, la meseta del Tíbet, que contiene la tercera mayor reserva de hielo del mundo, se está calentando a casi el doble de la tasa promedio mundial debido a una convergencia rara de altas altitudes y bajas latitudes – con consecuencias potencialmente graves en cuanto al suministro de agua dulce en el Asia.

En otras palabras, tres crisis interconectadas – una crisis de recursos, una crisis ambiental y una crisis climática – amenazan el futuro económico, social y ecológico de Asia. El crecimiento demográfico, la urbanización y la industrialización exacerban las tensiones relacionadas con los recursos, lo que causa que algunas ciudades atraviesen por graves problemas de escasez de agua y sufran degradación de su medio ambiente (tal como puede atestiguar cualquier persona que vivió en carne propia el smog de Beijing). Los subsidios dirigidos a los combustibles fósiles y al agua han contribuido a ambos problemas.

Al enfrentar graves limitaciones de suministro, las economías asiáticas recurren cada vez con más frecuencia al uso de minerales, madera y combustibles fósiles provenientes de otros continentes. No obstante, importar agua de otros lugares es extremadamente difícil – y prohibitivamente caro. Y Asia tiene menos agua dulce por persona que cualquier otro continente aparte de Antártida, y uno de los peores problemas de contaminación del agua del mundo.

Del mismo modo, la escasez de alimentos es un problema cada vez mayor para los países asiáticos, ya que los rendimientos de los cultivos y la producción total de alimentos crece más lentamente que la demanda. Al mismo tiempo, el aumento en los ingresos está alterando la dieta de la población, que ahora incluyen más proteínas animales, agravando aún más los desafíos relativos a los alimentos que enfrenta Asia.

La intensificación de la competencia por los recursos naturales entre los países de Asia es lo que da forma a la geopolítica de los recursos, incluyendo la construcción de oleoductos y gasoductos. China ha logrado obtener nuevos suministros de hidrocarburos a través de ductos provenientes de Kazajstán y Rusia. Sin embargo, esta opción no está disponible para otras de las principales economías asiáticas – como por ejemplo para las de Japón, India y Corea del Sur – mismas que no comparten fronteras con los proveedores ubicados en Asia Central, Irán o Rusia. Estos países continúan dependiendo de importaciones de petróleo que llegan desde un cada vez más inestable Golfo Pérsico.

Por otra parte, los temores de China en cuanto a que fuerzas navales hostiles podrían secuestrar su economía al vetar sus importaciones de petróleo han llevado a que este país acumule una masiva reserva de petróleo, y además a que planifique dos corredores estratégicos de energía en el sur de Asia. Estos corredores proporcionarán una ruta de transporte más directa para el petróleo y gas licuado que provienen del África y el Golfo Pérsico, y al mismo tiempo reducirían la exposición que significa el uso de rutas marítimas vigiladas por la Marina de los Estados Unidos.

Uno de dichos corredores se extiende a lo largo de 800 kilómetros desde la Bahía de Bengala, atraviesa Birmania y llega hasta el sur de China. Además de la construcción de gasoductos – se planifica que el primero de los cuales se termine este año – el corredor incluirá un ferrocarril de alta velocidad y una carretera que irán desde la costa birmana hasta la provincia china de Yunnan, lo que ofrecerá por primera vez a las remotas provincias del interior de China una salida al mar.

El otro corredor – cuyos trabajos de construcción se han visto retrasados debido a una insurrección en la provincia pakistaní de Beluchistán – se extenderá desde el puerto pakistaní controlado por China en Gwadar, cerca de la frontera de Pakistán con Irán, a través de la cordillera del Karakórum hasta Sinkiang, una provincia china mediterránea productora de energía. De manera notable, al dar a China en febrero pasado control sobre su puerto estratégico en Gwadar, Pakistán ha permitido que el gobierno chino construya allí una base naval.

Teniendo en cuenta el importante papel que los recursos naturales han desempeñado históricamente en las relaciones estratégicas globales – incluso como propulsores de intervenciones armadas y guerras de gran escala – la cada vez más turbia geopolítica de los recursos amenaza con exacerbar las tensiones existentes entre los países asiáticos. El aumento de la dependencia de las importaciones de energía ya se ha sido utilizado como motivo para justificar el mayor énfasis que se presta al poder marítimo, lo que hace emerger nuevas preocupaciones acerca de la seguridad de las rutas marinas y la vulnerabilidad que se enfrenta debido a alteraciones en los suministros.

Esto explica en parte las tensiones actuales entre China y Japón sobre sus conflictivos reclamos territoriales con relación a islas ubicadas en el Mar Oriental de China, que ocupan una superficie de tan sólo siete kilómetros cuadrados, pero que están rodeadas de ricas reservas de hidrocarburos. Las disputas en el Mar del Sur de China que involucran a China y a cinco de sus vecinos, y las disputas en el sur de Asia, igualmente están impulsadas por recursos naturales.

Si bien la competencia estratégica por los recursos continuará dando forma a la dinámica de seguridad del Asia, los riesgos asociados pueden ser moderados si los líderes establecen normas e instituciones destinadas a la construcción de cooperación basada en reglas. Desafortunadamente, poco se ha avanzado en esta materia. Por ejemplo, se carece de acuerdos de cooperación y aprovechamiento compartido del agua para 53 de las 57 cuencas hidrográficas transnacionales que existen en el Asia.

De hecho, Asia y África son los únicos dos continentes donde la integración regional aún tiene que afianzarse; en Asia esto ocurre en gran parte debido a que la diversidad política y cultural, junto con las animosidades históricas, han obstaculizado la creación de instituciones. Las relaciones políticas tensas entre la mayoría de subregiones del Asia hacen que sea difícil alcanzar tanta una estructura de seguridad que abarque toda la región como una cooperación más efectiva en cuanto a los recursos naturales.

Esto podría tener implicaciones importantes para el ascenso ostensiblemente imparable del Asia – y por tanto para la decadencia supuestamente inevitable del Occidente. Al fin de cuentas, las economías asiáticas no pueden sostener su impresionante crecimiento económico sin abordar los desafíos que enfrentan en cuanto a temas ambientales, de seguridad y recursos naturales – y ningún país puede abordar estos temas por sí solo.

Brahma Chellaney, Professor of Strategic Studies at the New Delhi-based Center for Policy Research, is the author of Asian Juggernaut, Water: Asia’s New Battleground, and the forthcoming Water, Peace, and War: Confronting the Global Water Crisis. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *