La concepción verde que falta en Europa

Los jefes de Estado y ministros de Energía europeos y la Unión Europea van a debatir activamente la política climática y energética en una serie de cumbres que se celebrarán en las próximas semanas. Para que las decisiones que adopten importen, los dirigentes deben procurar entender el carácter cambiante de dichas políticas... y la enorme oportunidad que deben aprovechar.

La energía puede ser una impulsora decisiva de la competitividad europea y de la transición a una economía con una menor utilización del carbono, lo que beneficiará tanto a las empresas como a los ciudadanos de Europa, pero, para hacer realidad esa promesa, los dirigentes europeos deben brindar una concepción al respecto y actuar con decisión ahora.

Mientras que el mundo desarrollado puede estar luchando aún con las secuelas de la crisis financiera, la mayoría de las economías en ascenso vuelven a avanzar ya por la vía de un crecimiento intenso. China creció casi un diez por ciento en 2010; la India le siguió a poca distancia, con un ocho por ciento. Gran parte de esos notables resultados se basan en las industrias del futuro, caracterizadas por una escasa utilización del carbono.

En esas circunstancias, ¿deben nuestros dirigentes centrarse en la política energética desde una perspectiva estrecha, nacionalista? ¿O deben atar cabos y componer una concepción de una Europa que pueda competir en una economía mundial en la que la eficiencia en materia de recursos, las energías limpias y la prosperidad con una utilización menor del carbono son los ingredientes del éxito? El del futuro es un crecimiento económico con escasa utilización carbono, por lo que Europa afronta una decisión difícil.

Naturalmente, una nueva situación en materia de competencia creará ganadores y perdedores. Funcionará la destrucción creativa, el proceso de innovación descrito por el economista Joseph Schumpeter. No es de extrañar que quienes más levantan la voz sean empresas que afrontan amenazas y figuran entre los posibles perdedores. Entretanto, los posibles ganadores están creando los puestos de trabajo de mañana.

De hecho, la HSBC calcula que el volumen mundial de negocios relacionados con el cambio climático ascenderá a un total de 2.2 billones de dólares (1,6 billones de euros) en 2020 y que el mercado del sector de China pro reducción del carbono superará al de los Estados Unidos, aunque no al de Europa, pero sin un marco normativo idóneo no se puede mantener la posición destacada de Europa en la esfera medioambiental. Necesitamos un planteamiento lúcido y un compromiso activo con las cuestiones energéticas por parte de nuestros dirigentes.

A continuación enumeramos siete medidas normativas que los jefes de Estado de la UE pueden adoptar para contribuir a un futuro económico con una escasa utilización del carbono:

  • formular una concepción de una UE con escasa utilización del carbono, que impulse la inversión y combine el objetivo de unas reducciones de entre 80 y 95 por ciento de las emisiones de aquí a 2050 con la perspectiva de una Europa que esté en la vanguardia, y hacer que dicha concepción sea un elemento tangible y estimulante de la orientación normativa de la política de todos los gobiernos europeos;
  • comprometerse inmediatamente a hacer una reducción del 30 por ciento de las emisiones de CO2 de aquí a 2020 y formular un compromiso con un objetivo para 2030. Sólo la fijación de objetivos audaces demuestra un compromiso creíble con la concepción en pro de la reducción del carbono y puede brindar una certidumbre muy necesaria a las empresas y los mercados. Además, una reducción del 30 por ciento de aquí a 2020 está perfectamente a nuestro alcance, del mismo modo que en 2009 se había logrado un reducción del 17,3 por ciento de la base de comparación de 1990;
  • un precio del carbón uniforme, aplicado a toda la economía y que movilice eficazmente el capital hacia las tecnologías del futuro reviste una importancia decisiva. El sistema de compraventa de emisiones de la UE sigue siendo la piedra angular de la política climática de Europa, pero padece las consecuencias de la rémora que representa la falta de ambición del objetivo del 20 por ciento, como también de la falta de políticas complementarias para aumentar su eficacia;
  • comprometerse con la descarbonización del sector eléctrico como elemento fundamental de una economía con escasa utilización del carbono. La Hoja de Ruta 2050 de la European Climate Foundation muestra que la descarbonización total del sector eléctrico de la UE de aquí a 2050 es viable y asequible. Las redes eléctricas son el elemento infraestructural decisivo que conectará los mercados eléctricos de la UE. Se deben aunar el capital público y el capital privado para acelerar el despliegue de dichas redes;
  • sin aumentos substanciales de los compromisos en materia de investigación e innovación, no se conseguirá ocupar una posición de vanguardia competitiva. El Plan Estratégico de Tecnología Energética de la UE es un comienzo excelente, aunque modesto, y se debe intensificarlo progresivamente;
  • con frecuencia se llama a la eficiencia energética “el fruto maduro” de la reducción de las emisiones, pero, si tan fácil resulta, ¿por qué no se está aplicando? Un compromiso más firme con la eficiencia energética, en particular la puesta en marcha de programas en gran escala para readaptar los edificios ya existentes, crearía gran número de puestos de trabajo, ampliaría el mercado de los productos y las tecnologías para la eficiencia energética y reduciría la demanda de energía;
  • la industria se beneficiaría enormemente, si las normas sobre eficiencia energética fueran estrictas y se endurecieran continuamente. En ningún caso está más indicado que en el de las emisiones de los automóviles, en el que la batalla por los nuevos motores –ya se basen en la electricidad, el hidrógeno o los biocombustibles– acaba de comenzar. Unas normas más estrictas para los automóviles ayudarán a la industria automovilística europea a seguir siendo competitiva.

Un marco normativo ambicioso, que sustente la seguridad energética de Europa y fortalezca el mercado único, apoyaría también la orientación de Europa hacia la reducción de las emisiones de CO2 y una prosperidad con escasa utilización del carbono. La transición económica contribuiría a mantener y fortalecer la competitividad de Europa en una economía mundial que cada vez compite más en materia de sostenibilidad y eficiencia de los recursos.

El imperativo de los dirigentes de Europa hoy día es el de comprender que la economía, la energía y el cambio climático son interdependientes. Sólo la adopción de medidas concertadas y una concepción normativa integrada sobre esas cuestiones puede colocar a Europa a la vanguardia en el siglo XXI.

Por Jules Kortenhorst, director de la European Climate Foundation. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *