La consolidación del Régimen

Por Miquel Porta Perales, crítico y escritor (ABC, 07/11/06):

DESPUÉS de los desastres sin fin del tripartito, después del accidentado y desgraciado proceso de redacción, aprobación y refrendo de un nuevo Estatuto que tiene menos apoyo que el anteriormente vigente, después de una campaña marcada por la demagogia y la bronca, después de todo eso, el electorado ha suspendido a la clase política catalana con una abstención que supera lo razonable al tiempo que ha propinado un varapalo a socialistas y republicanos, y un correctivo menor a la federación Convergencia i Unió. Algo que no debería sorprender a nadie, porque en política lo que debe suceder tiene muchas posibilidades de acabar efectivamente sucediendo. Y así ha sido.
Cuando la política se reduce al escándalo y el griterío, cuando se descubre que el llamado oasis catalán consiste en el mutuo ocultamiento de las vergüenzas, cuando el político crea problemas en lugar de resolverlos, cuando el ciudadano percibe que le toman por bobo al prometerle el cielo en la tierra si vota a uno u otro partido, cuando eso ocurre, la lógica de la abstención se impone con fuerza. Por lo demás, anoten el siguiente detalle: después de veintiséis años de gobiernos nacionalistas -de derecha e izquierda-, y de propaganda pro reconstrucción nacional (?), el catalanismo y el nacionalismo han sido literalmente incapaces de movilizar el ciudadano a favor de las llamadas instituciones nacionales de Cataluña.
Por su parte, el varapalo recibido por socialistas y republicanos se explica por la conjunción de diversos fracasos: el fracaso de una ideología progresista y nacionalista que ha resultado ser retroprogresista y retronacionalista; el fracaso de un gobierno tripartito inestable y sin liderazgo; el fracaso personal de un José Montilla -su imagen no ha sido la del candidato del partido mayoritario en el gobierno de la Generalitat, sino la del aspirante que nunca superará la condición de tal: ¡incluso ha perdido votos en el Cornellá de sus primeras hazañas políticas- que no ha podido -ahí está la abstención del cinturón industrial de Barcelona para comprobarlo- movilizar el voto propio al tiempo que, paradójicamente, sí movilizaba el ajeno; el fracaso de un Rodríguez Zapatero al que parece acabársele la suerte de la cual ha gozado hasta ahora -este el destino de los demagogos- que tampoco ha podido movilizar al electorado propio del cinturón industrial de la capital catalana. Una cuádruple fracaso que el ciudadano percibe -padece- en una legislatura que termina antes de tiempo, en un presidente Maragall que no puede cambiar ni los consejeros de su propio gobierno y que finalmente es defenestrado por ese partido amigo que es el PSOE, en un gobierno autónomo con la oposición en su propio seno, en unos consejeros republicanos y ex comunistas travestidos de ecologistas que han paralizado la ejecución de infraestructuras básicas para el desarrollo de Cataluña y se jactan de ello, en una Esquerra Republicana sin cultura de gobierno que igual sube al monte como baja al llano, en un gobierno que ha endurecido la política identitaria desafiando la legalidad constitucional e impulsando una deriva monolingüe que llega incluso -ahí está esa oficina de delación lingüística bautizada con el nombre de Oficina de Garantías Lingüísticas- a sancionar a las empresas que no rotulan establecimiento y producto en lengua catalana. Y ahí está la romería de Carod Rovira a Perpiñán, el boicot al cava, el asunto de la corona de espinas, el hundimiento del barrio del Carmelo, la crisis del tres por ciento, el intento de controlar los medios de comunicación, la oficina antifraude que se pierde por el camino, la recuperación selectiva de la memoria. Un suma y sigue de despropósitos que dañan la imagen de Cataluña, la política, y los políticos catalanes. Un suma y sigue que explica la abstención y el varapalo -poca broma: los socialistas han perdido 250.000 votos- recibido por el tripartito.
Varapalo -correctivo, en este caso- que también ha recibido una Convergencia i Unió -sí, ha ganado las elecciones, pero ha perdido 130.000 votos- perfectamente instalada en el oasis catalán. Una Converg_ncia i Unió que se ha salvado del naufragio gracias a los desastres sin fin del tripartito y a la imagen de orden, estabilidad y liderazgo que ha sabido vender espléndidamente condimentada con emociones nacionalistas.
Abstención y varapalo. El tripartito ha cosechado un sonoro fracaso durante sus tres años de existencia, el electorado ha dicho que su primera opción de gobierno es Converg_ncia i Unió; pero, el tripartito -esa peculiar familia constituida por socialistas, republicanos e izquierdistas y ecologistas de verdad-, inasequible al desaliento, insiste y persiste en reeditarse. Y lo hace con una inusitada rapidez. Pregunta: ¿por qué la rapidez? Porque la reedición del tripartito estaba pactada con anterioridad a las elecciones -señores electores y señores de Converg_ncia i Unió: la equidistancia de Esquerra Republicana ha sido una auténtica tomadura de pelo-, porque interesa llegar lo antes posible a un acuerdo para evitar el desgaste, para sortear la imagen de pasteleo, y para escapar lo antes posible de las presiones del PSOE y de buena parte de la sociedad civil que prefiere una gran coalición entre el Partit dels Socialistes de Catalunya y Converg_ncia i Unió. Pregunta: ¿cuál es la razón última de la reedición del tripartito? Dos razones: una, prosaica; otra, ideológica. La razón prosaica: el tripartito se reedita por una mera cuestión de supervivencia política. Sin el nuevo tripartito, los ex comunistas de Iniciativa se van al paro, Esquerra Republicana se ve obligada a convivir con su adversario electoral, y los socialistas o bien pasan a la oposición o bien ocupan un lugar subalterno en un gobierno de Converg_ncia i Unió. La razón ideológica: la izquierda nacionalista catalana -una de las más anticuadas de la Unión Europea- sigue creyendo que la historia le ha reservado un par de papeles: el de la reconstrucción nacional y el de conseguir la felicidad del pueblo catalán mediante una política de progreso.
En definitiva, el tripartito se explica por el ansia de mantenerse en el cargo y la ilusión redentora. Y a eso, la coalición de perdedores que ocupará el gobierno de la Generalitat le llama Entesa Nacional de Progrés. Es decir, Pacto Nacional de Progreso.
Ante la reedición del tripartito, se admiten hipótesis. De momento, lo que vislumbramos es un gobierno de la Generalitat débil en el que republicanos y ex comunistas aumentarán su representación y capacidad de presión, en el que los republicanos -a través de las consejerías de educación y cultura- proseguirán con la deriva identitaria y monolingüe, en el que los ex comunistas -a través de la consejería de medio ambiente- continuará paralizando infraestructuras con la excusa de la dichosa sostenibilidad. ¿Rodríguez Zapatero? No tendrá otro remedio que -con la sonrisa como máscara- aceptar el desarrollo en clave soberanista del nuevo Estatuto catalán con lo que ello conlleva de desvertebración de la España autonómica. El tripartito o la legitimación y consolidación del Régimen nacionalprogresista instalado en Cataluña. El tripartito o la subordinación del gobierno de Rodríguez Zapatero -necesitado de apoyos políticos- a los intereses gremiales y«nacionales» de la izquierda catalana. La historia no les absolverá.