La corrupción sí pasa factura

La pregunta sobre si se puede vivir en un país instalado en la corrupción estructural tiene una respuesta obvia e inquietante: sí. Lo comprobamos estos días de pactos y alianzas para formar mayorías municipales o autonómicas. Mientras los partidos buscan espacios de encuentro para gobernar se nos anuncia que la policía judicial tiene previsto realizar más de cien detenciones por el fraude en los cursos de formación en Andalucía, posiblemente la zona con más imputados o investigados de la Unión Europea.

En el Parlament de Catalunya van desfilando personajes relacionados con el fraude fiscal y corrupciones varias. En calidad de testimonios o como autores de supuestos delitos vinculados a la gestión de los intereses públicos. No sé si la comisión parlamentaria tiene alguna utilidad pero sí que adquiere una relevancia política por muy irregulares e improvisadas que sean las preguntas formuladas por los diputados de todos los grupos.

La corrupción sí pasa facturaEl caso Palau lleva ya siete años en periodo de instrucción. Cada uno de los siete jueces que se han hecho cargo del sumario habrá tenido que leer miles de folios y partir de cero nuevamente. Uno de los imputados ha sido ya absuelto porque el supuesto delito había prescrito. Fèlix Millet y su mano derecha, Jordi Montull, los principales encausados no tienen prisa. Van poniendo años amparados en la lentitud de la justicia.

Fèlix Millet es corrupto confeso después de la carta publicada en La Vanguardia en setiembre de 2009 en la que reconocía que había cometido importantes irregularidades al frente de la emblemática institución musical catalana por un importe de al menos 3,3 millones de euros, desviados para su propio beneficio y el de su socio Jordi Montull. Millet depositó en el juzgado 1,8 millones de euros y una lista de propiedades de 12,5 millones para reparar el daño.

La corrupción sí tiene efectos en las urnas si nos atenemos a los resultados de las últimas elecciones y las anteriores europeas. El llamado caso Pujol no ha sido digerido por buena parte de la sociedad catalana, que está desconcertada respecto a una figura que lo fue todo, que dio constantes lecciones de valores sociales y políticos, y que ahora vive en un autoimpuesto anonimato después del incomprensible comunicado sobre la opacidad fiscal de una herencia de su padre. No han transcurrido ni once meses desde aquella confesión que ha sido un fuerte movimiento tectónico en la política catalana.

Pero la corrupción ha arraigado en la mayoría de los partidos y en muchos territorios. Lo que va conociéndose de Valencia, una plaza fuerte del Partido Popular, significará la pérdida del poder autonómico y de la alcaldía de la ciudad de Valencia. Sí que ha pasado factura la corrupción.

Se puede afirmar lo mismo de Madrid. En espera de cómo queden los pactos de última hora, es muy probable que el ayuntamiento pase a manos de Manuela Carmena, una exjuez que se presentó con el apoyo de Podemos pero sin que exista vínculo político explícito entre la nueva alcaldesa y el partido de Pablo Iglesias.

Los resultados del 24 de mayo han debilitado también los liderazgos de los dos grandes partidos que necesitarán pactar en todo el territorio para obtener mayorías de gobierno. La derecha tiene un líder que es discutido por algunos de los suyos. La izquierda tampoco sale con un liderazgo reforzado aunque consiga cuotas de poder en muchos ayuntamientos y comunidades.

Cristina Cifuentes podrá mantener para el PP la Comunidad de Madrid si acepta las condiciones impuestas por Albert Rivera, el líder de Ciudadanos.

El caso Bárcenas, Gürtel y las pequeñas o grandes corruptelas a lo largo y a lo ancho de la geografía hispánica sí que han tenido incidencia en las urnas. Es cierto que el partido de Rajoy sigue en primer lugar en número de votos y que los socialistas de Pedro Sánchez encabezan la segunda formación. Pero los dos han dejado mucho lastre en las urnas y han alimentado la aparición de Ciudadanos y Podemos, que estos días determinan en muchas partes si serán el PP o el PSOE quienes gobernarán en municipios o comunidades.

Pienso que la corrupción estructural ha cambiado el mapa político, en igual o mayor medida que la crisis. Siempre la ha habido, la hay y la habrá. Pero en estos tiempos es más difícil que quede impune. Tanto es así que en un tiempo relativamente corto los principales actores de gobiernos y partidos que han sido descubiertos en flagrantes acciones corruptas tengan que abandonar sus cargos.

La democracia es muy frágil si cae en manos de desaprensivos. Pero también tiene un efecto profiláctico muy potente. Al descubrirse y airearse sus miserias se fortalece. Con nuevos protagonistas, ideas regeneracionistas, aplicación de las leyes y volver a empezar hasta el siguiente tropiezo.

Lluís Foix

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