La corrupción y las elecciones europeas

¿Es la clase política corrupta? ¿Son los políticos de todas clases, desde alcaldes de ciudades a ministros del Gobierno central, culpables de emplear el dinero público para enriquecerse a sí mismos y a miembros de sus familias? Durante las últimas semanas la prensa británica ha publicado numerosas informaciones sobre el escándalo de los gastos de los miembros del Parlamento. En España, los escándalos de corrupción algunas veces son tratados con indiferencia por los líderes de los principales partidos, quienes prefieren pensar que solo los partidos de la oposición son culpables de corrupción y nepotismo. En el Reino Unido, en cambio, la reacción ante lo sucedido ha sido totalmente bipartidista. Los escándalos han puesto en duda a todo el régimen político, han provocado la dimisión de ministros y han obligado a que muchos miembros del Parlamento se hayan retirado de la política. Esta semana un destacado periodista conservador amenazó con presentarse a las elecciones como candidato contra el representante parlamentario (conservador) de su distrito electoral, si este último no devolvía el dinero que había solicitado para sus gastos. El miembro del Parlamento lo hizo de inmediato. Es muy probable que los escándalos den como resultado una limpieza sustancial de la política británica.

¿Hay alguna esperanza de que en España haya una limpieza parecida? La pregunta vale la pena, no solo por los escándalos que se han publicado en la prensa española, sino también porque las elecciones europeas de esta semana probablemente revelen nuevos casos de corrupción en Bruselas. Que yo sepa, la prensa española no parece haber mencionado ni una palabra sobre lo sucedido en Bruselas. De hecho, los candidatos de todos los partidos han evitado por completo la cuestión.

¿Por qué se puede ver la corrupción como un tema relevante en las elecciones europeas? La respuesta es fácil, porque convertirse en miembro del Parlamento europeo ha representado para algunos políticos europeos un modo rápido de hacerse rico. En algunos países, como en Rumania, algunos candidatos parecen proceder de sectores de la clase política que están interesados en enriquecerse. El salario de un eurodiputado es seis veces el salario de un miembro del Parlamento rumano, razón suficiente para explicar por que las elecciones son importantes para los candidatos. Pero lo relevante no son los salarios sino la corrupción. Durante años, diputados del Parlamento europeo han gozado de privilegios importantes que han convertido a muchos de ellos en muy ricos. Han tenido derecho a cobrar por vuelos que no siempre realizan, se les ha permitido emplear a sus esposas e hijos como asistentes y pagarles salarios, y han podido cenar con amigos en restaurantes de con estrellas Michelin, pagando la cuenta el contribuyente.

El año pasado el Parlamento europeo encargó un informe sobre las finanzas de sus miembros, pero después inmediatamente suprimió las conclusiones. El informe decía demasiado sobre asuntos que los miembros no deseaban revelar al público general. Sin embargo, la BBC y la prensa británica revelaron los detalles de ese informe en el pasado mes de febrero. Estos son asombrosos y deberían interesar especialmente a los españoles que van a votar esta semana, y quienes pueden estar preocupados por la proliferación de políticos corruptos.

Parece que en cinco años de servicio en el Parlamento europeo, cada diputado puede, si explota el sistema correctamente, ahorrar más de un millón de euros en su propio beneficio. Los documentos oficiales de la Asamblea, por supuesto, aportan sólo información del salario básico de cada diputado. Después de las elecciones de este junio, todos los miembros recibirán un salario de 7.000 euros al mes. Eso a algunos nos puede parecer mucho dinero, pero está lejos de ser suficiente para un eurodiputado ambicioso. Por añadidura, cada diputado puede también reclamar, durante los cinco años que está en el Parlamento, una sustanciosa asignación de 117.000 euros, otra asignación para el personal de 489.000 euros, gastos de administración de 243.120 euros, gastos de viaje de 60.000 euros y una generosa pensión de casi 400.000 euros. Esas son las cifras que dio la BBC, aunque fuentes oficiales del Parlamento europeo probablemente protestarán diciendo que las cifras no son correctas. Sin embargo, he consultado un informe alemán que ofrece cifras parecidas. Los alemanes calculan que, por término medio, sumando el salario más las asignaciones, un eurodiputado gana mensualmente un salario de 14.727 euros, mucho más grande que el salario de Angela Merkel, la canciller alemana. Uno puede pensar que hay muy buenos motivos para intentar entrar en el Parlamento europeo.

Las cifras que he dado tal vez no sean exactamente correctas, pero nadie podrá negar que tanto dinero ha inducido a extensos abusos. Algunos diputados han reclamado el máximo sin realmente gastar el dinero. Otros han utilizado las asignaciones para contratar trabajadores fantasma que no existían. Ha habido incumplimiento generalizado para cumplir con las leyes de impuestos y de la Seguridad Social. Casi el 80% de las transacciones que deberían estar sujetas al impuesto del IVA no muestran evidencia ni de su pago ni de exención. Un emprendedor grupo de rodaje alemán ha filmado a miembros del Parlamento llegando temprano por la mañana para pedir su asignación de 298 euros por la asistencia diaria, saliendo después inmediatamente para el fin de semana sin asistir a ninguna sesión.

Uno de los diputados que fue filmado, amenazó a los periodistas con tomar acciones legales si hacían pública la grabación. Afortunadamente para la libertad de prensa, los reporteros colgaron el film en internet.

La evidencia sobre el mal comportamiento es tan clara que no hay posibilidad de negarla. Por supuesto, alguien podría pensar que nada de esto afecta a España, porque los políticos españoles no son corruptos. Puede que sea cierto. Pero volvamos al Parlamento europeo y ver lo que dice los informes del caso de España. En marzo de este año, un dossier publicado por una eurodiputada danesa del Partido Verde, denunciaba la imagen deprimente de una España de constructores y políticos (especialmente en Valencia y Andalucía) pisoteando el medio ambiente en busca de su propio enriquecimiento, mientras las autoridades miran para otro lado. El informe casi no recibió ninguna publicidad en la prensa española. Algunos de esos políticos pueden incluso estar ahora en la lista de candidatos para las elecciones europeas. Por fortuna, algunas publicaciones sí se hacían eco del informe. En un artículo en un periódico catalán, un residente de Valencia declaraba: «Todos aquí se han enriquecido rápida y fácilmente. Pero nadie es ciego. Existe un sentimiento de culpabilidad colectiva pero está cubierto por un manto de silencio».

El mismo tipo de silencio ha existido, por supuesto, en muchos otros Estados europeos. Pero a veces incluso el Parlamento europeo despierta. Los que dirigen la Asamblea en Bruselas obviamente son conscientes de los numerosos casos de corrupción. El Parlamento está demandando a un ex diputado -un conservador británico- por el reembolso de más de 600.000 euros en asignaciones parlamentarias que al parecer empleaba para pagar a una empresa que empleaba a su esposa e hija. Utilizar el dinero público para hacer ricos a miembros de tu propia familia: ¿podría esto pasar en España? A buen seguro que no, dirán los principales partidos políticos. Cuando surgen casos de clara corrupción, por supuesto siempre hay formas de presentar los hechos de una manera que puedan engañar al público. El problema es que un sector de la prensa, estrechamente controlado por intereses ideológicos, se niega incluso a publicar historias de corrupción. De esa forma, el asunto se hace invisible, una muy cómoda situación que beneficia a los partidos políticos conectados a aquellas publicaciones.

Inevitablemente, uno anhela que los periódicos sean más honestos y menos politizados. El público español quizás no se da cuenta de ello, pero fue solo gracias a un honesto periódico moderado, el Daily Telegraph, se pudo saber la verdad sobre los gastos escandalosos en el Partido Conservador de Gran Bretaña. ¿Habría eso sido posible en España? ¿Y cuántos casos de este tipo de corrupción existen? ¿Hay alguna esperanza de que las elecciones europeas sirvan para hacer que el público sea más consciente de la necesidad de controlar la actividad de los diputados que eligen para ir a Bruselas?

Henry Kamen, historiador británico. Su último libro es El enigma del Escorial, Espasa Calpe, 2009.