La COVID-19, una tormenta perfecta para el mundo árabe

Las economías de Medio Oriente y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se encaminan a una recesión en 2020 como resultado de la pandemia de COVID‑19, el derrumbe de precios del petróleo y la crisis financiera global en desarrollo.

La pandemia global (en veloz expansión y con nuevo epicentro en Europa) está generando shocks de oferta y demanda simultáneos. El shock de oferta es resultado de recortes de producción, cierres de fábricas, interrupción de cadenas de suministro, comercio y transporte, y encarecimiento de insumos materiales, a lo que se suma una contracción del crédito. Y el shock de demanda agregada deriva de una disminución del gasto de los consumidores (por las cuarentenas, el «distanciamiento social» y la reducción de ingresos causada por interrupciones y cierres en los lugares de trabajo) y de la postergación de inversiones.

Las dos economías árabes más grandes (Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos) combaten proactivamente la propagación de la COVID‑19; esto incluye, por ejemplo, el cierre de escuelas y universidades y la postergación de eventos multitudinarios como la Feria de Arte y la Copa Mundial de equitación (ambas en Dubái). En tanto, Bahréin pospuso el Grand Prix de Fórmula 1.

Arabia Saudita incluso anunció la prohibición temporal de la umrah (la peregrinación optativa a la Meca) y cerró las mezquitas. Como el turismo religioso es una de las principales fuentes de ingresos del país fuera del petróleo, la prohibición de la umrah y la probable imposición de fuertes restricciones al hajj (la peregrinación obligatoria para todos los musulmanes) afectarán en gran medida el crecimiento económico.

Es verdad que los países del CCG están implementando medidas oficiales de apoyo a las empresas y a la economía. Los bancos centrales han puesto el acento en dar ayuda a las pequeñas y medianas empresas, mediante el diferimiento de plazos de devolución de préstamos, el otorgamiento de créditos blandos y la reducción de comisiones a las transacciones con tarjeta y en Internet. Y las autoridades del CCG presentaron paquetes de estímulo para ayudar a las empresas de turismo, venta minorista y comercio internacional, sectores especialmente afectados. El paquete de ayuda de los EAU tiene un valor total de 126 000 millones de dírhams (34 300 millones de dólares); el de Arabia Saudita es de 32 000 millones de dólares y el de Qatar, 23 300 millones de dólares. Además, las autoridades están dando apoyo al mercado monetario: por ejemplo, hace unas semanas Bahréin recortó de 4% a 2,45% la tasa interbancaria a un día.

Pero el gran problema sigue siendo el petróleo, sobre todo porque la desaceleración económica de China y del mundo repercutirá inmediatamente sobre la demanda. La Agencia Internacional de la Energía calcula que en el mejor de los casos la demanda global de petróleo en 2020 caerá a 99,9 millones de barriles por día (bpd), unos 90 000 bpd menos que en 2019 (en el escenario pesimista de la AIE, la caída puede ser de 730 000 bpd). De hecho, ya antes de eso sucesivos recortes de producción habían provocado una merma de la cuota de mercado global de la OPEP, de 40% en 2014 a cerca del 34% en enero de 2020, que benefició a los productores estadounidenses de petróleo de esquisto (shale).

Al empeoramiento de las perspectivas de la demanda de petróleo se suma además la guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia, en la que los sauditas no sólo decidieron aumentar la producción, sino que también anunciaron descuentos de hasta ocho dólares por barril para Europa noroccidental y otros grandes consumidores de petróleo ruso. Si bien el objetivo estratégico de Arabia Saudita es debilitar a los productores de shale y recuperar cuota de mercado, la guerra de precios también afectará a economías más débiles dependientes del petróleo (por ejemplo Argelia, Angola, Bahréin, Irak, Nigeria y Omán) y presionará en general a grandes productores de petróleo y empresas. De hecho, en los dos años que pasaron desde la última caída importante de precio del petróleo, en 2014, los estados miembros de la OPEP perdieron en conjunto ingresos por 450 000 millones de dólares.

Lo sucedido llevó a los gobiernos del CCG a emprender una consolidación fiscal mediante la eliminación de subsidios a los combustibles, la implementación de un impuesto al valor agregado del 5% (en los EAU, Arabia Saudita y Bahréin) y la racionalización del gasto público. Sin embargo, los ingresos fiscales de los países del CCG todavía dependen del petróleo, y el precio promedio de equilibrio fiscal dentro del CCG es 64 dólares por barril, más del doble del precio actual del Brent (cercano a 30 dólares por barril). Para los EAU y Arabia Saudita, los precios de equilibrio fiscal estimados son 70 dólares y 83,60 dólares, respectivamente; la posición de Omán ($88), Bahréin ($92) e Irán ($195) es todavía más vulnerable. En cambio, la mayor diversificación de su economía permite a Rusia obtener equilibrio fiscal con un precio de 42 dólares por barril.

La reducción casi a la mitad de los precios del petróleo desde el inicio de 2020, la marcada desaceleración de la economía global y los efectos de la pandemia de COVID‑19 generarán mucha tensión sobre los ingresos petroleros y no petroleros. Por eso es probable que el déficit fiscal de los países del CCG en 2020 aumente a entre 10 y 12% del PIB, más del doble de las proyecciones previas; al mismo tiempo, la caída de precios del petróleo generará un importante déficit de cuenta corriente.

Los gobiernos responderán recortando el gasto (sobre todo, en capital), lo que amplificará el efecto negativo sobre el sector no petrolero. Algunos países (Kuwait, Qatar y los EAU) tienen reservas fiscales e internacionales a las que recurrir; otros (Omán, Bahréin y Arabia Saudita) tendrán que acudir a los mercados financieros internacionales.

Pero ¿podrán los gobiernos del CCG superar esta fase de petróleo barato apelando al crédito? Los mercados globales de deuda y acciones ya están cerca de una debacle; los inversores se refugian en títulos públicos seguros y la liquidez se está agotando.

Los países del CCG sufrirán un efecto riqueza negativo, debido a pérdidas en las carteras de fondos soberanos y la posición neta de activos extranjeros. En tanto, el aumento del déficit y la perspectiva de que los bajos precios del petróleo continúen dificultarán y encarecerán el acceso soberano y corporativo a los mercados. De modo que la crisis financiera en curso exacerbará los efectos del shock petrolero y de la pandemia.

La pandemia en sí todavía está en desarrollo, y su impacto global final dependerá de su propagación geográfica, duración e intensidad. Pero ya está claro que nos esperan semanas de mucha incertidumbre en relación con las perspectivas de crecimiento globales, los precios del petróleo y la volatilidad de los mercados financieros. Y a la par del avance mortal de la pandemia, las economías del CCG (como muchas otras) no podrán evitar la recesión.

Nasser Saidi, former Chief Economist of the Dubai International Financial Center, has served as a vice governor of the Bank of Lebanon and as Lebanon’s Minister of the Economy and Industry. He is the author, most recently, of the OECD report Corporate Governance in the MENA Countries. Traducción: Esteban Flamini.

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