La crisis de Europa en Ucrania

No hay modo de predecir cómo terminará la profunda crisis que golpea a Ucrania. La Unión Europea y Estados Unidos están haciendo todo lo posible por asegurar una transición pacífica a una democracia más estable y la implementación, largamente demorada, de reformas apremiantes. El acuerdo alcanzado entre el presidente Víktor Yanukóvich y la oposición tal vez ofrezca una nueva oportunidad para lograrlo.

Pero si no se respeta, puede ocurrir que Ucrania siga su descenso hacia el caos y el conflicto, algo que a nadie conviene. Por eso la crisis de Ucrania es una crisis de Europa. Y aunque no sepamos cómo terminará, sí debemos tener bien claro cómo fue que comenzó.

Ucrania lleva años tratando de acercarse a la Unión Europea. La dirigencia ucraniana recibió con entusiasmo la promesa de mejora de los vínculos implicada por la propuesta de Asociación Oriental de la Unión Europea e impulsó la firma de un acuerdo de asociación con la UE que incluía la creación de un área integral de libre comercio. Cuando terminaron las tratativas, comenzadas con el gobierno anterior de Ucrania, el acuerdo recibió el aval de los cuatro presidentes y los catorce primeros ministros que tuvo Ucrania desde que se independizó en 1991.

Pero mientras la Unión Europea y Ucrania discutían algunas cuestiones pendientes, antes de la cumbre de la Asociación Oriental de noviembre de 2013 en Vilnius (donde se esperaba que Ucrania firmara el acuerdo de asociación), súbitamente algo cambió. A partir de agosto, el gobierno ruso se embarcó declaradamente en un intento de desviar a Ucrania del curso que había elegido; se lanzó una campaña política en contra del acuerdo y el Kremlin presionó a Ucrania con una combinación de sanciones selectivas y amenazas de tomar medidas más duras contra la ya débil economía ucraniana.

La dirigencia rusa anunció públicamente que si Ucrania firmaba un acuerdo de libre comercio con la UE, perdería el que tenía con Rusia y se le impondrían elevados aranceles a todos sus bienes y servicios. Se dejó en claro que la severa presión económica se convertiría en guerra económica declarada.

De modo que el presidente ucraniano Víktor Yanukóvich cedió. Al explicar a los gobiernos de la UE que no iba a firmar el acuerdo de asociación, atribuyó inequívocamente su decisión a la presión de Rusia.

Esto puso en marcha la serie de acontecimientos que desembocó en una carnicería y sembró de muerte las calles de Kiev. Para muchos ucranianos, Europa simbolizaba la esperanza de una vida mejor; por eso vivieron la negativa a firmar el acuerdo como una traición por parte de una élite política a la que ya desde hace mucho tiempo consideraban incorregiblemente corrupta. Es decir que, hablando con claridad, lo que produjo la crisis actual fue la presión del Kremlin sumada a la vacilación del gobierno de Yanukóvich.

Si Yanukóvich hubiera decidido plantarse ante la presión rusa, Ucrania hubiera tenido dificultades, de eso no hay duda. Pero con un acuerdo de asociación con la Unión Europea y una firme oferta de ayuda financiera y asistencia para las reformas por parte del Fondo Monetario Internacional, el plan de Rusia hubiera sido insostenible.

Claro que Ucrania hubiera tenido que implementar reformas difíciles, pero no más que las que se les pidió implementar a otros países del antiguo bloque comunista que vieron su futuro con Europa y dentro de Europa. Se hubiera visto una luz al final del túnel, y con su decisión de encarar las reformas, Ucrania se hubiera mostrado a sí misma como un país europeo decidido y democrático.

Pero Yanukóvich eligió una estrategia cortoplacista centrada en su propia supervivencia política; estrategia que para los manifestantes se convirtió cada vez más en un juego de engaños y traiciones. Cuando el régimen empezó a usar la violencia para reprimir a sus adversarios, los grupos violentos dentro de la oposición ganaron credibilidad.

A la economía ucraniana sin duda le hubiera convenido tener libre comercio a la vez con Rusia y con la Unión Europea; algo que también hubiera sido provechoso para la economía rusa, a pesar del argumento, muy repetido pero infundado, según el cual eso hubiera producido un flujo de bienes desde la Unión Europea hacia Rusia a través de Ucrania. (¿Alguien oyó alguna vez a los estadounidenses quejarse de que el acuerdo de libre comercio entre México y la Unión Europea sea perjudicial para la economía de Estados Unidos?)

Con su propuesta de una Unión Euroasiática, Rusia está decidida a crear un nuevo bastión estratégico, y parece resuelta a forzar el ingreso de Ucrania. Aunque proteste por una supuesta presión de la Unión Europea sobre Ucrania, la realidad es que fue Rusia la que extorsionó brutalmente a los ucranianos para obligarlos a no unirse a Europa. Ese es el origen de esta crisis; los hechos hablan por sí mismos.

Incluso en el mejor de los casos, a Ucrania le resultará difícil retomar la senda europea. La desestabilización y la presión por parte de Rusia, sumadas a la crisis que provocaron, abrieron en la sociedad ucraniana nuevas fisuras y le causaron todavía más daño a su frágil economía.

Un daño que algún día también puede afectar a Rusia. Por eso, redunda en interés del Kremlin permitir la estabilidad y la implementación de reformas en un país vecino que, como otros, también quiere acercarse a la Unión Europea.

Carl Bildt has been Sweden’s foreign minister since 2006, and was Prime Minister from 1991 to 1994, when he negotiated Sweden’s EU accession. A renowned international diplomat, he served as EU Special Envoy to the Former Yugoslavia, High Representative for Bosnia and Herzegovina, UN Special Envoy to the Balkans, and Co-Chairman of the Dayton Peace Conference. Traducción: Esteban Flamini.

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