La crisis de Gobierno de Draghi sólo beneficia a la ultraderecha de Meloni

El pasado jueves se consumó en el Senado italiano una nueva crisis de gobierno. El Movimento 5 Stelle (M5S), uno de los principales socios del gobierno de Mario Draghi, se ausentó de una votación clave, lo que precipitó el final del tercer gabinete de esta legislatura.

Se votaba un decreto de ayudas para hacer frente a la crisis económica que llevaba aparejada una moción de confianza. Draghi, que sabía que su gobierno pendía de un hilo desde aquella llamada inmortalizada en el Museo del Prado durante la cumbre de la OTAN, había avisado previamente. Si los pentastellati no le daban su apoyo, el gobierno carecía de sentido y lo mejor era poner fin a la experiencia cuanto antes. El M5S, en pleno estado de descomposición e inmerso en una crisis de identidad cada vez más aguda, cumplió su órdago y no asistió al pleno, abriendo una crisis de gobierno que podría terminar con la ultraderecha liderando la tercera economía europea.

Tras el plantón del M5S, Draghi también cumplió con su palabra y presentó su dimisión ante el Presidente de la República, Sergio Mattarella, que la rechazó y envío al Primer Ministro a buscar una nueva mayoría al Parlamento. Hasta el miércoles, cuando Draghi comparecerá en la cámara, todo queda abierto en Italia, donde se abren varios escenarios para dar salida a su enésima crisis de gobierno.

El primero es que el gobierno siga con una nueva mayoría sin el Movimento 5 Stelle. Los números dan para ello, pero el problema es que Draghi a priori no contempla esta opción. El ex presidente del BCE aceptó el reto de dirigir el país en un momento crítico a cambio de contar con un gobierno amplio, de consenso, y que le permitiera sacar adelante con facilidad las reformas que necesita el país.

Desde el primer momento esta fue la condición de Draghi, que armó un gobierno que tiene ministros que van desde la ultraderechista Lega hasta Articolo 1, un pequeño partido a la izquierda del PD. En este gobierno de concentración nacional, el M5S contaba con un papel importante, debido al enorme peso parlamentario de la formación, que fue primera fuerza en las elecciones del 2018. Es por esto que Draghi insiste en que no está dispuesto a continuar si no cuenta con la confianza de los pentastellati. Según cuenta Il Corriere della Sera, Draghi no estaría dispuesto a ser “prisionero de vetos y ultimátums de los partidos”, y sin el M5S en el gobierno, considera que tendría las manos atadas.

El segundo escenario, más remoto aún, es que se consiguiera armar una mayoría alternativa sin Draghi. Poco probable, ya que el actual primer ministro es la única figura capaz de garantizar que opciones antagónicas como la Lega de Salvini o el Partido Democrático convivan en el mismo ejecutivo. Ninguna otra figura de la política italiana despierta el mismo consenso ni inspira el mismo respeto que Draghi, por lo que, salvo un giro inesperado de los acontecimientos, esta opción parece complicada.

Una tercera opción es que se consiguiera reeditar la actual mayoría de gobierno. Es decir, que el M5S recapacitara y decidiera aguantar en un nuevo gobierno ante la tesitura de tener que ir a unas elecciones en otoño. Una opción que nadie puede garantizar, sobre todo si tenemos en cuenta lo poco fiable que ha sido el Movimento 5 Stelle hasta la fecha. El partido, que hace menos de un mes sufrió la escisión del ala más moderada y gubernamental dirigida por su excandidato y actual ministro de Exteriores Luigi Di Maio, da la sensación de ser ahora mismo un objeto político incontrolable. Un partido con un líder —Guiseppe Conte— que ni siquiera cuenta con escaño en el Parlamento, y sin un proyecto claro de lo que pretende ser de cara a futuro. Ya no es que no sepamos si el M5S es de izquierdas o de derechas, o cuál es su plan para Italia, sino que da la sensación de que no se sabe cuál es siquiera su plan como partido, cómo pretenden sobrevivir o qué pretenden ser de cara a las próximas elecciones.

Y ante esta coyuntura llena de incertidumbre, una cuarta opción sobrevuela como una espada de Damocles el tablero político italiano: la convocatoria de elecciones anticipadas. Si nadie consigue armar una mayoría de gobierno, el presidente Mattarella se vería obligado a disolver las cortes y convocar elecciones anticipadas que se celebrarían este otoño. Una opción que probablemente perjudicaría a todos los partidos menos a Fratelli d’Italia, el partido ultraderechista dirigido por Giorgia Meloni.

Meloni, que no para de crecer en los sondeos desde hace dos años, decidió dejar a su partido fuera del gobierno Draghi, y desde hace tiempo rentabiliza ser la principal fuerza de oposición al gobierno. Ahora es la única que quiere ir a las urnas cuanto antes, ya que sabe que probablemente sería primera fuerza y tendría muchas opciones de gobernar. A sus otros dos compañeros de la coalición de derechas, Salvini y Berlusconi, no les termina de convencer la idea de tener que plegarse a Fratelli en un futuro gobierno. Por eso ninguno de los dos aprieta el acelerador hacia unas nuevas elecciones que muy probablemente darían la mayoría de gobierno a la derecha.

El escenario de unas nuevas elecciones deja más incertidumbres que certezas a ambos lados del arco político.

Por un lado, ¿en qué términos se daría la relación entre el M5S y el PD? Numerosas figuras del centro-izquierda como Carlo Calenda o Matteo Renzi pidieron estos días que después de este episodio el PD no vuelva a contar con los pentastellati como aliados. Pero ¿se encuentra el centro-izquierda en una situación como para prescindir del M5S en un escenario de pactos post-electorales? A día de hoy, y a falta de saber cómo afecta esta crisis en el apoyo al M5S, la respuesta es no.

Otra incógnita es cuáles serán las relaciones del centroizquierda con Luigi Di Maio y su nueva formación, Insieme per il futuro, un partido formado por ex diputados del M5S reconvertidos en pro-Draghi y pro-gobierno.

También hay incertidumbre en la derecha, donde no se sabe si la Forza Italia de Berlusconi y la Lega de Salvini podrían confluir en una misma candidatura para tratar de superar a Giorgia Meloni. Una decisión arriesgada y que tampoco garantizaría el éxito de la candidatura, debido al enorme desgaste que acumulan ambos líderes.

Como siempre, en Italia hay pocas certezas y mucha incertidumbre. Esta vez lo único seguro es que la invitada estrella de Vox al mitin de Marbella será quien saldrá más reforzada de este escenario haya o no haya nuevas elecciones. La inestabilidad generada por las maniobras palaciegas alimenta al discurso de Meloni, quien desde hace tiempo se jacta de ser la “política más coherente de todo el arco parlamentario”.

Al lado de Salvini o el Movimento 5 Stelle esto no parece una misión complicada. Pero lo cierto es que Meloni está sabiendo capitalizar esta desazón mejor que ningún otro partido. Esta vez puede que se evite llegar a elecciones, pero tarde o temprano, izquierda y centroizquierda deberán hacer frente a Meloni en las urnas. Y para entonces no bastará una nueva maniobra en el Quirinale para evitar un gobierno de la ultraderecha.

Jaime Bordel es politólogo y coautor del libro Salvini & Meloni: hijos de la misma rabia.

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