La crisis petrolera exige más cooperación internacional

Por Loyola de Palacio, eurodiputada del PP y ex comisaria de Energía y Transportes de la Unión Europea (EL MUNDO, 10/05/06):

Bajo el lema La seguridad de abastecimiento, una responsabilidad compartida, el Foro Internacional de la Energía ha celebrado recientemente su 10º Congreso en la ciudad de Doha, capital del Emirato de Qatar, a orillas de ese Golfo Pérsico a cuyo alrededor yacen las mayores riquezas de petróleo y gas natural que la geología tiene a su disposición. Fui invitada como moderadora de uno de los cuatro paneles de discusión celebrados.

El Foro reúne a los países productores del oro negro y a sus consumidores, y se completa con un llamado Bussines Forum, donde participan las grandes compañías que explotan estas fuentes de energía. Es uno de los procedimientos que parecen más razonables para abordar la actual crisis del petróleo, la más grave -y de naturaleza completamente diferente- desde los sobresaltos de 1973 y 1979.

La coincidencia de la reunión con la subida vertiginosa de los precios del barril de crudo, alcanzando sus niveles máximos conocidos, le dieron al meeting de Doha un significado muy especial. Fue la demostración de que la crisis actual es un fenómeno político y económico sin precedentes, dada la complejidad y dimensión de numerosos factores coincidentes al mismo tiempo, en este punto crítico de la historia energética.

En consonancia con ello, en el Foro se registró la concentración más numerosa de ministros de Energía y del petróleo hasta la fecha, con la presencia de titulares de 54 países, entre ellos Estados Unidos, Rusia, la India, China, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, España, Arabia Saudí, Irán y Nigeria, además del representante de la Unión Europea.

No se trata esta vez de una tensión entre la oferta y la demanda, provocada unilateralmente por los productores -en crisis anteriores, utilizaron el petróleo como un arma-; ni tan sólo por los efectos perniciosos de la especulación, jugando con los apetitos de una demanda insaciable; ni por la falta de suministro con una demanda que crece, ya que no ha habido ni ruptura, ni escasez de abastecimiento.Esta vez se trata de la conjunción temporal de elementos que hasta ahora no se habían reunido con tanta intensidad. La volatilidad de precios y la falta de transparencia de los mercados no podrían explicar por sísolos la imparable subida del barril a lo largo del pasado año, encaramándose hasta los 70 dólares desde un nivel de 40 dólares en apenas seis meses.

En el caso concreto de España, por poner un solo ejemplo, las previsiones que sirvieron para redactar los Presupuestos Generales del Estado para 2006, tomaron como base un precio del barril cifrado en casi la mitad del que deberemos padecer durante todo el presente año.

El comportamiento social de los pueblos y gobiernos, con especial responsabilidad el de los más desarrollados, ha resultado insensible a las consecuencias de la crisis energética, sin que nadie diese una señal de alarma, o simplemente de prudencia. Los dos nuevos grandes energívoros modernos, la India y China, continúan su acelerado crecimiento y, aunque esto resulta natural, agrava aún más la situación. Mientras, los países occidentales continuamos nuestro gasto como si tuviéramos de consejero mundial al doctor Pangloss, y las cotizaciones en Bolsa no parecen afectadas por las tensiones continuadas en los precios del petróleo.

Los grifos de las explotaciones petrolíferas se abren y cierran en muchas fuentes de abastecimiento, sin que los países miembros de la OPEP -cuyas exportaciones de petróleo representan en la actualidad apenas el 40% de las necesidades actuales- puedan dar respuesta a la demanda mundial total.

En estos momentos, la producción de Nigeria sufre un recorte del 20% sobre su rendimiento normal por culpa de los asaltos de bandas en el laberinto acuático del delta del río Níger. Irak padece las calamidades de la guerra que disminuyen y desequilibran sus aportaciones, mientras Irán desafía a los consumidores de su exportación regular como defensa de su empeño nuclear. El Chad deja flotar serias dudas sobre la seguridad de su compromiso de abastecer 200.000 barriles diarios al mercado energético.

Venezuela alimenta la confusión voluntariamente con revelaciones de ventas a China y los países del Golfo Pérsico han retrasado nuevas inversiones por miedo, quizás, a que se pueda repetir la situación de finales de los 90, con exceso de oferta y hundimiento de los mercados. Tampoco ellos habían previsto la intensidad sostenida del crecimiento mundial, espoleada por el dinamismo de China y la India.

A todas estas perturbaciones del mercado hay que añadir los efectos de los huracanes Rita y Katrina, en el golfo de México, que están suponiendo la parálisis de muchas plataformas mar adentro y refinerías de instalaciones en tierra firme, para demostrar así la complejidad creciente del problema energético y la necesidad de afrontarlo con instrumentos mucho más poliédricos que los empleados hasta hoy en tiempos de crisis.

Todo ello sin olvidar que las nuevas extracciones proceden cada vez más de explotaciones costosísimas en aguas profundas y condiciones extremas. De hecho, en este Foro, al hacer el inventario de existencias, por primera vez se incluían los llamados petróleos convencionales, es decir las arenas y quistos bituminosos, y el llamado gas líquido (G.T.L.)

En los años 70, las crisis sucesivas tenían como origen la confrontación bipolar de productores y consumidores, con evidente ventaja para los primeros y sacrificio de los segundos. La OPEP mandaba -y tenía poder para hacerlo- y, en el corto plazo, a los consumidores (especialmente, los miembros de la UE y Japón) sólo les estaba permitido plegarse a las condiciones impuestas por los productores, reaccionando en el medio y largo plazo mediante programas de ahorro energético y ensayos de energías alternativas renovables o nuclear.

La situación actual ya no es así. La OPEP no tiene el monopolio de la producción y los márgenes ociosos disponibles no alcanzan el 3% del consumo mundial. Por lo tanto, las peticiones del G-7 -el grupo de países industriales más poderosos del planeta- no pueden ser atendidas con cantidades de petróleo nuevo como para calmar la alteración de los precios. Rusia, Canadá y Angola operan al margen de la vieja OPEP y las guerrillas nigerianas actúan con casi total libertad, asaltando los petroleros en la desembocadura del gran río que bautiza al gigante de Africa Occidental.

Hasta aquí el diagnóstico.

En el Foro de Doha no hemos asistido, como era perfectamente natural, a la aparición del recurso capaz de remediar de forma mágica la crisis, pero al menos se han identificado los distintos factores causantes de tanto daño y la necesidad de afrontarlos de manera armónica para remediar los trastornos del mercado y la volatilidad insoportable de los precios.

Lo diabólico de la situación es que no hay un responsable causante del mal y una víctima fatalmente condenada a padecerlo, porque todos tenemos responsabilidades en un sentido u otro.

Niveles de producción y márgenes disponibles, precios, cuellos de botella en el refino y la distribución, anarquía civil e incertidumbre económica, componen el mosaico del mapa energético mundial, y tanto el hecho de la masiva afluencia de ministros a las reuniones, como el que tantas compañías hayan querido participar en el llamado Foro de Negocios, pueden ser la señal de que la complejidad de la crisis no encontrará remedio más que con planteamientos multipolares, donde consumidores y productores comprendan que la confrontación y la falta de colaboración conducen inexorablemente al caos general.La crisis no encontrará solución en un escenario de lucha o insolidaridad y esta verdad parece que ha comenzado a alumbrar las conciencias.Aquí no habrá vencedores ni vencidos, porque todos seríamos derrotados si nos negamos a reconocer la necesidad de emplear en el futuro instrumentos distintos de los utilizados hasta ahora.

El mundo maneja con esperanza inventos y descubrimientos que pueden cambiar el planeta energético mundial en un futuro relativamente próximo. Entre ellos, la utilización de energías renovables, los nuevos reactores de fisión y el futuro quizá de la fusión, la sustitución del motor de combustión por las pilas de combustible, o los nuevos vectores energéticos como el hidrógeno. Por cierto, por primera vez también diversos países anunciaron su decisión de impulsar unos programas de energía nuclear ambiciosos, como garantía de suministro, lucha contra el cambio climático y ejercicio de responsabilidad al permitir esa decisión el mantenimiento del crecimiento sin presionar sobre la demanda de petróleo. Bienvenidas sean tales iniciativas, pero ahora se trata de resolver los problemas inmediatos, conjugados en presente de indicativo y, en el interior de esa realidad, el petróleo y el gas natural no tienen alternativa disponible inmediata para garantizar la totalidad de las necesidades.

El Foro Internacional de la Energía ha repetido algo sabido: lo lejos que todavía estamos de encontrar una solución, pero al menos ha servido como confesión de que el planeta energético mundial del aquí y del ahora necesita la seguridad de abastecimiento, una responsabilidad compartida por productores y también consumidores.